Capítulo 21.

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La rubia no tardó más de cinco minutos en contarle a Eider todo lo que sabía. Dimitri mientras tanto sonreía o reía divertido. Amaya sabía que después de contárselo a la pálida de pelo negro, alguna desgracia ocurriría, al igual que el chico sabía también que algo sucedería. Se quedaron unos segundos callados, dirigiéndose miradas unos entre otros. La noche seguía pasando y cada vez alguien estaba más cerca de alguna o pena, o incluso de la misma muerte. Dimitri seguía riendo mientras tanto, alternando la mirada entre una u otra.

-¿Te hace mucha gracia todo, no? -Preguntó Amaya, la cual se acercó agresivamente hacia él.

El chico paró de reírse secamente y puso el rostro totalmente serio e indescifrable. Cuando la rubia llego a él y se puso en frente suya, la cogió con agresividad del cuello y empezó a apretarla sin miedo y sin vergüenza.

Amaya sujetó de las muñecas a este intentando quitarle, pero parecía literalmente imposible. ¿Tanta fuerza tenía? Siempre había aparentado ser un vagabundo y un don nadie, ¿qué ocultaba? Eider abrió los ojos como platos y se acercó con rapidez a este. Sin temor alguno se lanzó a pegarle una patada en todos los huevos para que dejase a la rubia en paz. Dimitri gimió de dolor y soltó a Amaya, la cual se sujetó del cuello intentando respirar. El chico se acercó a la pálida de pelo negro hasta que su espalda chocó contra la pared, llegando fácilmente hasta ella. Cuando pensaba que iba también a intentar asfixiarla, se detuvo en seco, a escasos centímetros de su cara. Empezó a poner caras de dolor y temor mientras la miraba a los ojos. ¿Qué le estaba pasando?

Se cayó al suelo retorciéndose, sujetándose la tripa y gritando. ¿Es que nadie le oía? Toda la habitación estaba llena de personas durmiendo menos Amaya, Eider y Dimitri. Ya deberían haberse despertado tras haber oído los escandalosos gritos del chico. Del bolsillo de este salió de pronto una pequeña navaja de plata, con bordados antiguos de bronce y oro. La chica se detuvo a observarlo durante unos segundos. Su mirada alternaba entre Dimitri y el utensilio con el que podría matarle.

De nuevo todo se nubló en su mente. Relojes, cuchillos, cristales y sufrimiento anularon sus pensamientos obligándola a que pensara que debía matarlo. Cogió con cautela y precisión la navaja, acercándose al cuerpo retorcido del chico, que seguía gritando debido a alguna causa, a saber cuál. Y justamente cuando pensaba clavársela para acabar con él e intentar salvar a Amaya, una voz se oyó bastante cerca de ella.

-¡Para, Eider! -Una mano rozó su brazo para luego agarrarlo, haciendo que el arma que tenía en sus manos cayese al suelo. -Con esto no conseguirás nada. -Dijo de nuevo la voz cerca de su oído, con un ligero susurro.

La chica se quedó observando a Dimitri, el cual desapareció por la ventana como una vez lo hizo Olivia. Saltó y se desvaneció entre la penumbra de la noche. Descansó unos segundos antes de volverse en dirección a Amaya, la cual estaba en el suelo y no se movía. No parecía respirar. Se intentó acercar a ella pero la persona que estaba detrás suya se lo impidió.

-Solamente está inconsciente, no te preocupes. -Dijo la voz de nuevo, olbigándola a levantarse.

Sin esperar a más, Eider se dio la vuelta para saber quién había impedido que matase a Dimitri. Se quedó un poco aturdida. Una chica morena de ojos claros vestía de ropa tan oscura como la misma noche. Tenía expresión seria y dura, pero cierta ternura en su mirada. ¿Quién era y cómo había aparecido de repente?

-¿Por qué lo has hecho? -Preguntó la pálida con respecto a la interrupción de la morena.

-Porque él no se merece morir. -Dijo sin más, cogiendo la navaja y guardandosela en el cinturón de sus pantalones.

-Ha intentado matar a Amaya y ha amenazado a Ana con la muerte. -Dijo esta negando con la cabeza, acercándose a la rubia para intentar reanimarla.

-Si la tocas ahora, morirá. Está en una especia de hipnósis y si la despiertas, tendrá un ataque cardíaco. -Dijo la morena de la cual desconocía su nombre, acercándose a la pálida. -Eider, Dimitri estaba poseído. Y no por satanás o cualquier tontería así, si no por alguien muy peligroso. Aún no sé por quién, pero para eso he venido. Para averiguarlo.

La pálida estaba desconcertada. Ana estaba sumida en sus sueños mientras que Amaya estaba hipnotizada por alguien que no sabían quién era.

-Si le hubieses matado, lo único que conseguirías haber hecho es destruir su alma. La persona poseída hubiera seguido intacta y también habría acabado contigo. Es más peligroso de lo que todos creéis. -Dijo la chica acercándose a la ventana, dispuesta a irse.

-¿Has sido tú quien ha hecho que tuviese ese parálisis? -Preguntó Eider, levantándose del suelo.

-Sí.

-¿Cómo?

-Algún día te lo enseñaré. Ahora tengo que irme si no quiero que me cazen a mi también. -Estaba ya subida en el pollete de la ventana cuando la chica del pelo negro le hizo una última pregunta.

-¿Quién eres?

La morena se quedó un momento callada para después dar a mostrar su identidad.

-Me llamo Ash. -Dijo apunto de irse. -Ten cuidado con Dimitri. Cuando Amaya se despierte, no recordará nada. No se lo digas, ni a ella ni a nadie. Debes mantener esto en secreto.

Eider asintió justo antes de que Ash saltase por la ventana. Se quedó unos segundos pensativa. ¿De dónde había salido esa chica? Ni si quiera era del internado. ¿Quién había poseído a Dimitri? ¿Cómo lo había hecho y por qué vino a por ella y a por Amaya? Y una de las cosas más importantes. Ash dijo que también la cazarían si se quedaba allí... ¿Significaba que había más como ella? ¿Dónde estaban entonces?

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