Era imposible no fijarse en los delicados trazados de la pintura de de Amaya cada vez que dibujaba. Lo hacía tan magníficamente bien, que resultaba hasta conmovedor en algunos casos. Tessa no podía apartar los ojos de la fina y pálida mano de la rubia cuando hacía una nueva forma. La resultaba tan precioso, tan acogedor. La verdad, Amaya siempre había estado con ella, desde que llegó. Gracias a ella pudo integrarse bien con las demás, y luego, conoció a Celia. A partir de ahí fueron inseparables. La pelirroja la cuidaba como si fuese su hermana pequeña, a pesar de que a veces la ponía nerviosa su razonamiento optimista. Tessa era así. Siempre buscaba lo mejor en todo, aunque lo único que hubiese en algo o alguien fuera pura maldad. Era un amor de persona, y todos en el internado apreciaban a esa pequeña morena.
-Tessa... ¿Puedo preguntarte algo? -Dijo la rubia haciendo sombras en el dibujo que estaba haciendo.
-Claro. -Dijo ella, totalmente hipnotizada tras aquello.
-¿Qué fue lo que vistes cuando te cruzaste con Ana en los pasillos? -Soltó su lápiz y se giró en su dirección, pillándola totalmente desprevenida.
La morena se quedó callada unos segundos. Amaya pudo notar como los ojos de esta se iban poniendo cristalinos hasta casi llegar a soltar unas lágrimas. Y justamente cuando la rubia pensaba que la chiquilla no iba a hablar, se lanzó y procedió a tomar palabra.
-Antes de toparme con ella, noté una sensación extraña, malas vibraciones. Y cuando la vi, supe lo que tenía que hacer. No podía acercarme, o ella la haría daño. Nos seguiría haciendo daño a todos. -Dijo mordiéndose el labio, ahora llorando sin poder evitarlo.
-¿Ella? -Preguntó la rubia. -¿Quién es ella?
-No lo sé, no pude ver bien quién era. Parecía una mujer. No, no, rectifico. Era una mujer, o una niña, o yo que sé, pero era una chica. Tenía el rostro... como desconfigurado, tenía muchísima sangre por todo el cuerpo... Dios, no quiero ni recordarlo. -Dijo ella, negando con la cabeza y ocultándose la cara con las manos.
-¿Cómo viste a esa chica? Tessa, necesito respuestas. -Se apresuró Amaya, que se estaba poniendo bastante nerviosa.
-Estaba detrás de Ana. Justamente detrás suya, y ella parecía no percatarse de que estaba ahí. Ni nadie. Nadie la vió, Amaya, solamente yo noté su presencia, y no quiero que eso vuelva a suceder. -Se secó las lágrimas y se abrazó a ella misma. Tenía miedo y no podía ni quería negarlo.
-¿Me estás diciendo que una chica con aspecto de muerta acosa a Ana? -Preguntó la rubia, sin tomárselo a broma.
-No, acosar no. Está matándola por dentro, Amaya. Está matándola psicológicamente, y eso es mucho peor que una muerte lenta y dolorosa. La calcome la cabeza para que crea cosas que no son, y puede que incluso vea cosas que no existan, o algo parecido.
La rubia estaba flipando con todo aquello de lo que se estaba enterando. ¿Su mejor amiga era perseguida por una chica que nadie sabía quién era? Un momento. Puede que hubiese una persona que sí lo supiera. McKlagen debería saberlo. Ella sabía todo y de todo, era imposible que no tuviese aquello en mente. Pero no podía decir nada, por el bien de Ana, de Tessa, y ahora de ella misma. Como había dicho la pequeña morena, si se acercaban a ella, seguirían siendo dañados. Incluso puede que siguiesen habiendo muertes. ¿Todo aquello quería decir que no podían acercarse a Ana? Era imposible. ¿Por qué? ¿Por qué a ella? Todo el tiempo que había estado en el internado, en teoría, toda su vida, había estado perfectamente bien. Nunca antes las habían pasado algo así, y no era nada agradable que ahora estuviese sucediendo.
-¿Por qué quiere dañarla? ¿Por qué la hace eso? -Preguntó Amaya desesperada. Quería ayudar y no sabía cómo hacerlo.
-No lo sé, Amaya, yo... Yo no puedo darte respuestas a eso, lo siento mucho. -Dijo, rompiendo a llorar de nuevo.
-Eh, tranquila, Tess. Has ayudado mucho, de verdad. -Dijo esta acariciándola un hombro, para consolarla.
La morena decidió marcharse de la habitación para reencontrarse con Celia en los jardines, por lo que se despidió de Amaya y se fue de allí. La rubia se quedó pensativa unos minutos. ¿Qué podía hacer? No podía poner ninguna solución a aquello. Si intentaba hacer algo, lo más probable es que Ana terminase muerta, o cualquier otra persona. Pero algo tenía que hacer, joder. Cualquier cosa.