Capítulo 30

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En dos semanas entregaba la tesis. Dos semanas. 

Se sentía presionado por todo el mundo. Menos, claro está, por La Piba. Aunque la mayor exigencia provenía de él, porque nadie podía exigirse más que el mismo.

Ella revisaba la redacción y las faltas de ortografía, porque si él lo hacía , si se atrevía a releer, terminaría borrando más de la mitad de lo escrito. 

Le mandó los adelantos a su profesor, y estaba fascinado. La investigación que Facundo estaba llevando a cabo, seguramente sería publicada y distribuída en el ámbito científico. Su amor por el estudio de las ciencias sociales iba a dar su frutos en ese trabajo de más de un año. ¡Al fin se iba a recibir! Estaba seguro que aunque sea raspando, iba a aprobar. Además, los comentarios eran muy favorables. "Tengo preparado algo para vos, no podés decirme que no" le había dicho el docente a cargo. No podía más de la ansiedad.

Dentro de todo, prefería tener que entregar la tesis al otro día, porque la espera lo estaba matando. 

Ella intentó darle un respiro, e hicieron el amor. Cada vez era diferente, pero siempre existía esa fusión entre el amor y la pasión, el gemido y la risa, el "te amo" y el grito. 

Acostados, y un poco exhautos, el volvía a mostrar su histeria por el asunto de la tesis. Ella le prometió un viaje juntos para cuando terminara, pero que ahora iba a dormir. Por claro, ella ya tenía uno de sus cepillos de dientes en la casa de Facundo, y un tercio de su alma en el alma de él. 

- Despertame cuando pase el temblor. - dijo La Piba, riendo.

- O sea, ¿en dos semanas? - preguntó Facundo, cayendo tarde que estaba hablando de la canción de Soda.

Aveces tengo temor (lo sé), 

a veces, vergüenza. 

La Piba tenía una voz hermosa, "a pesar de que cante Soda Stereo" pensaba Facundo.

Estoy

sentado en un cráter desierto

sigo aguardando el temblor en mi cuerpo. 

Nadie me vio partir (lo sé), nadie me espera. 

- Yo te espero, Piba.

Hay una grieta en mi corazón, 

un planeta con desilusión. 

- No, no me vas a esperar. No hay nada que esperar. 

- Quedate tranquila, no estoy esperando que cambies nada.

que te encontraré en estas ruinas, 

ya no tendremos que hablar y hablar del temblor. 

Te besaré en el templo (lo sé), será un buen momento.

- ¿Qué no cambie nada entre nosotros, o que no cambie yo?

- Que cambies vos. Siempre voy a albergar la esperanza de tenerte viviendo conmigo. Pero vos sos vos, sos así. No me perdonaría nunca si intento cambiarte. No puedo ni quiero cambiarte. Sos hermosa y perfecta a tu manera.

- El "a tu manera" le quita ternura al halago, aunque, por un lado mejor. Sabés, cuando te vayas de mí, te voy a dejar igual el cepillo de dientes. Presiento que no lo voy a querer.

- ¿Por qué creés que me voy a ir?

- Porque sí. Me conozco bastante, pero creo que te conozco más a vos que a mí.

El temblor... despiértame cuando pase el temblor.

Amor en tiempos de música.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora