Capítulo 32

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- Lo prometido es deuda- dijo La Piba, radiante.

Puso sobre la mesa un sobre. Facundo lo miraba sorprendido, no recirdaba qué era aquello que La Piba le había prometido. Abrió el pequeño sobre de madera. 

Dos pasajes para Montevideo, para el otro día. Los pasajes databan de un mes, lo que le indicaba que ella había preparado todo con bastante anticipación.  Él no dejaba de agradecer, repetía una y otra vez lo feliz que estaba por ese regalo, por compartir ese regalo con ella; hasta que la falsa Luciana le pidió que pare.

- Usted se lo merece, Licenciado. 

Uruguay le parecía la oportunidad perfecta.

Él llevaba un bolso preparado para un mes lejos de su casa, y ella llevaba una mochila. Ella reiteraba que se iban solo un fin de semana, que no exagere, que siempre exageraba. 

- Mirá si hace frío.

- No Facundo, no va a hacer frío.

- No sabés.

- Existe algo llamado pronóstico. 

Ella fue la mayor parte del viaje escuchando música. Cuando Facu reclamó, ella dijo que le bastaba con saber que el estaba ahí, que no se iba a alejar. 

Siempre que saltaba con esas respuestas poéticas, era imposible intentar el enojo. 

Cuando ella se dignó a sacarse los auriculares, hablaron largo rato. Increíblemente, nunca se tocó el tema del futuro. A él siempre le había gustado pensar cómo iba a ser su futuro, y el de la gente que tenía cerca. Pero, La Piba, sin embargo, prefería no hacerlo, por miedo de que por tanto pensar en el futuro, le quedara colgado su presente en alguna esquina, o en alguna rotonda. 

Alguien escuchaba Los Abuelos de la Nada, y ella no podía evitar cantar algunos versos. Pero él, solía cantar en el momento más justo.

Nada me abruma ni me impide

en este día que te quiera amor

La gente los miraba mal. Más que dos locos enamorados, parecían viejos amigos que cantaban a dúo canciones de su infancia. 

naturalmente mi presente

busca florecer de a dos

Facundo se sorprendió por la parte que ella eligió cantar, y volvió al ataque. 

nada hay que nada prohiba

ya te veo andar en Libertad

que no se rasgue como seda

el clima de tu corazón

Ella reía y cantaba, cantaba y reía. 

Nadie quiere dormirse aquí

algo debo hacer

Aumentaban el tono de sus voces cada vez más. 

tras haber cruzado la mar

te seduciré

solo por amor 

Ella había alquilado una cabaña, y la primer noche, la pasaron riendo y leyendo a Cortázar. Ellos se divertían interpretando al gran Julio, y llegaban a odiarse con cada diferencia abismal con que se encontraban. 

A la mañana siguiente, Facundo encontró su oportunidad. 

- Hace unos días fui a tomar un café con el profesor, con Rodríguez. 

Ella hizo silencio, esperando escucharlo.

- Me dijo que era eso grande que tenía pensado para mí. Quiero que sea el coautor de una investigación que va a realizar en las fabelas de Brasil. Estoy muy contento. Pero, no sería temporal. Tengo que radicarme allá, al menos seis años. 

- ¿Seis años? Es bastante... de todas formas me alegro mucho, en serio.

- Quiero que vengas conmigo. 

- ¿Qué?

- Venite a vivir conmigo. Vení conmigo a Brasil, formemos una familia. 

- ¿y si te quedás?

- Y si me quedo, quiero convivir con vos, pero acá. Si la respuesta es no, me voy a Brasil. 

Facundo le estaba pidiendo a esa Piba que no le había dicho el nombre, pero que había demostrado amarlo con locura, una especie de casamiento sin papeles. 

Ella estaba pálida, el temblaba. Todo dependía de la respuesta de esa hermosa morocha con zapatillas de lona. 

Amor en tiempos de música.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora