Capítulo 29

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Existían mediante una rutina no rutinaria. Ella solía desaparecer por semanas, y él muchas veces optaba por no atenderle el teléfono. Cuando volvían a sentirse cerca, se amaban con una pasión efervecente que les confirmaba que nunca habían dejado de amarse. 

Pero hacía mucho que el no le cantaba, o la miraba con carita de perro mojado desde la cama esperando que ella le sonriera. Hacía rato que Facundo no le decía que la amaba, esperando desesperado un "yo también". Hacía mucho de muchas cosas. Esa parecía ser  la libertad de la que hablaba La Piba. Pero, ¿no era esa también la monotonía a la que le tenía tanto pánico?

Él no podía plantearselo. No ahora. En su cabeza solo resonaba una palabra : tesis. Sin saber muy bien por qué, la comunidad académica de la Facultad, esperaba mucho de ese trabajajo final de Facundo. Un par de profesores le dijeron que le esperaban cosas grandes para cuando se recibiera. Esa manía por un título universitario de cierta gente. ¿No le podían esperar cosas grandes sin un diploma pegado en la pared?

Una escena extraña se dio en el departamento de Facundo una tarde de esas tan cualquiera como todas. Él estaba en un trabajo minucioso y preciso, la bibliografía. No podía equivocarse, no quería equivocarse. Una quietud invadía el ambiente, quietud no tensional. La Piba, desde el sillón, parecía ausente. 

Una respiración entrecortada rompió el silencio. Él se dio cuenta enseguida. Siempre se daba cuenta enseguida. 

Ella lloraba desaforadamente, mordiendo un almohadón para no hacer ruido. Sufría, realmente sufría. 

A él siempre le costó actuar como debía en el momento justo. No era de esas personas precisas y afortunadas. Vivía siempre a destiempo, llegando tarde o demasiado temprano. Nunca fue el típico que podía hacerte sonreír en dos segundos con palabras de consuelo. Siempre prefirió adentrarse en el problema y tratar de resolverlo. Por eso, casi siempre estaba solo. La gente prefiere divertirse, y él no se consideraba divertido.

Pero, dicen, el amor te ayuda a posicionarte donde tenés que estar. Facundo abrazó a La Piba, y retuvo su alma con sus brazos. A ella nunca le habían parecido tan fuertes. Él no le preguntó nada, ella no se sintió obligada a explicar nada. Pero lo hizo, simplemente porque tenía ganas. 

- Me dejaron sin querer, me llenaron de rencor. Ahora que tengo quien me ame, no puedo amar como se debe. No puedo amar, y me da miedo que vos dejes de sentirlo por mí.  

Los Redondos sonaban y él no encontraba qué decir.

pero el café con tu suerte
se enfría en mi mesa fría. 

Es increíble como nunca dejás de brillar. Ni estando así. - dijo Facundo, como por decir algo, pero sinceramente. 

Apuntamos a tu nariz
hundimos tus pómulos
y vos resplandecías

La Piba podría haber permanecido días abrazada a él. 

no te quedó sueño por vengar
y ya no esperás que te jueguen limpio
nunca más.

- Facundo, todo bien con Los Redondos, pero quiero escuchar Spinetta, cantame Spinetta. 

Le dio mucha tristeza haberse enojado por la directiva de La Piba. No se quería cansar de ella y sus caprichos. Cansarse implicaba dejarla ir. Y no estaba preparado para eso. O eso creía. 

Pero ahora no podía decirle que no. Le cantó al oído, desafinando bastante (era ella quien sí cantaba bien), casi acunandola, como si fuera una nena chiquita. "Qué lindo sería tener un hijo con esa piba" pensó fugazmente. 

Ella también se cansó de este sol
viene a mojarse los pies a la luna
cuando se cansa de tanto querer
ella es tan clara que ya no es ninguna
sube a las hojas y cae hasta el mar
cómo es que puedo tocarle las manos
de dónde vienen quienes al nacer
llueven y llueven y en ella se juntan
yo me recuesto y ella en el final
viene a dormirme movida de estrellas.

- ¿Ahora entendés? - dijo ella de repente. - No puedo con vos, porque no puedo conmigo. 

Amor en tiempos de música.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora