Unas canciones más II

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Se sentaron en el sillón. El departamento de La Piba estaba repleto de retratos de músicos, escritores y muchas fotos. Fotos de amigas que antes no tenía.

- ¿Qué buscás? - lo increpó ella, tomandolo de sorpresa, con dos copas de vino en la mano. - si buscás una foto con un flaco, no vas a ver.

- No. Para nada. ¿Ahora tomás vino en copa? 

- Dejame en paz.

- Clara,  ¿Cómo sabías que me había casado?

Ella lo miró y sonrió. Le contó que a veces lo miraba en el canal cultural que nadie miraba. Lo había dicho él una vez, suponía. Claro que no le contó que sabía perfectamente qué día había vuelto de Brasil. Qué frío hacía esa noche. 

Claro que no le contó que sabía cuando se había casado y que lloró más de dos noches seguidas. Sí, lo lloró. ¡Y cómo lo lloró! 

Se maldijo por buscar en tantas camas el amor que el le daba cuando le leía en voz baja. Se odió por escuchar su voz en cualquier tipo que pasara por ahí. Se detestó mucho tiempo por no buscar a nadie más, por saber que no encontraría a nadie más. 

Sin embargo, Facundo le había cambiado la vida. Un pibe con una remera que había hecho él mismo de Serú Girán y que cantaba a los gritos todas y cada una de las canciones de Los Redondos, le había demostrado que el amor no mataba. 

Al menos no su amor, no el que el le entregaba. El le había dado un amor salvavidas. Él le había dado sonrisas eternas  y luz en la mirada. Él la había salvado, para siempre. Era un amor que no mataba. Era un amor que no moría. Era el amor real, que no había terminado con un domingo de cama matrimonial con tres nenes saltando arriba de la cama.

- Lo que siempre me pareció cómico es que se llamara Luciana. ¿La amabas?

- No como a vos, Piba. Yo sé que es eso lo que querés saber.

Los primeros acordes de una canción empezaron a retumbar en las paredes violetas del departamento. Ella dejó la copa de vino, y se colgó del cuello de Facu. Su Facu.

Hay, recuerdos que no voy a olvidar  

 Y lo retenía con los brazos

personas que no voy a olvidar    

  Le cantaba en el oído 

Hay, aromas que me quiero llevar

aspirando el olor de su cuello.

Y con las dos manos puestas en su cara, lo besó. Quizás Facundo intentaba decir que no bancaba la voz de Paez, pero se rindió en los labios de La Piba. Otra vez en los labios de La Piba. 

- Fito no me gusta, Clara. Aparte, está tan equivocado... el tiempo a mí no me ayudó a olvidar.

- Pero tu sonrisa si que fue inolvidable.

- Mi Piba, no sos mía y esto está mal. Pedime que me vaya, como lo hacías siempre.

Amor en tiempos de música.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora