Capítulo 6

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No se podía levantar para ir a la facultad. No podía. De repente todo comenzó a perder sentido. 

¿Qué era lo que realmente quería? Estudiar para crecimiento personal, solía contestarse.¿Un título le aseguraría que había crecido? ¿Qué era crecer? ¿Para quién se crecía?

Al principio le angustió que la vida fuera tan compleja. Después,  vio la existencia como algo tan simple y tan hermoso como una canción de The Beatles.

Desde que había conocido a la chaboncita del bar, su vida se basaba en altibajos.  A veces se sentía glorioso, completo y feliz. Se reconocía a sí mismo, viviendo en equilibrio. Pero, cuando ella se iba, se veía sobreviendo sobre ruinas e inestabilidad. 

Nunca había dependido tanto de nadie. No podía depender de nadie. Facundo odiaba depender. Y ahora, vivía según una pendeja que no le había dicho como buscarla, ni cómo se llamaba. 

Se sentía como el protagonista de todas las novelas de Sabato, enamorados, obsesionados, de una cruel mujer que aparecía cuando le resultaba conveniente. Y ellos ("y nosotros", decía él) agobiados, desesperados, sedientos de migajas de atención. 

Creyó de pronto, que alguien manejaba su alma a su antojo, moviendo hilos y más hilos, hasta desintegrarla. ¿Y si le había vendido su alma, a una pibita con la remera de Soda Stereo?  ¿Y si había vendido su alma?

De todas formas, esa oscilación entre la sensación de ahogo, y la plenitud, era mejor que el vacío. Cualquier cosa era mejor que el vacío. 

Amor en tiempos de música.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora