Y ella apareció, a la salida de la oficina. Se veía radiente. Le resultó imposible no sonreír al verla. Le resultó asqueroso haber sido tan cursi.
Ella le contó de su semana, y habló media hora sin parar. En ningún momento mencionó el porqué de su desaparición.
El sonreía poco y nada. No tenía ganas de discutir.
- No conseguí entradas para ver al Indio.
- ¿Por eso estás así?
- ¿Te parece poco?
-Al menos me parece que no es tan grave.
- Vos le decís Feliz Cumpleaños a Cerati en el medio de la calle, sin que nadie te escuche, y yo no te digo nada.
- No te alteres. Seguro hace otra fecha.
- Es que vos no entendés. Estamos esperando esto hace un montón. La segunda fecha se va a llenar de caretas.
- ¿Puedo ir con vos? Prometo no llevar la remera de Soda.
Facundo no sabía si estar extasiado, emocionado y feliz , o, enojado. Pero ella le sonreía, y el no podía mantener las cejas levantadas. Si decía "todo va a estar bien" no podía pensar que no fuera así.
Pero no podía decírselo. Se sentía un boludo, y tenía miedo de asustarla. El vivía para esperar el momento de verla. Sobrevivía su ausencia.
Y ella era feliz, con o sin él.
- Te quiero. No sé tu nombre, pero te quiero.
Silencio otra vez. Su sonrisa otra vez.
- Definitivamente, soy un boludo.
-¿Realmente necesitás que lo diga? Yo también. Yo también te quiero.
- Por compromiso no sirve igual. Y, si no lo decís, no lo sé.
- Te voy a acompañar a ver al Indio, debería alcanzarte para darte cuenta que te quiero.
Una eterna media hora de palabras cruzadas. No contuvo el impulso. No.
- Piba, ¿querés ser mi novia?
- No podés pedirme eso a mí. No sabés lo que estás haciendo.