—Tan inocente que pareces—dice escupiendo las palabras con repulsión e ira.— y seguro que no aguantas ni dos minutos callada.
Su puño sale disparado hacia mi mandíbula y oigo un crujido al que le sigue un dolor espantoso atravesándome el oído. Me coge bruscamente la cara y pega sus labios a los míos. Me muerde los labios tan fuertemente que en segundos puedo sentir el sabor metálico que en estos meses he llegado a conocer tan bien. No es para nada como me hubiera imaginado mi primer beso. Sus labios son ásperos y saben a tabaco y a alcohol. Su aliento es asqueroso, como todo él.
Poco después aparta su boca de la mía me escupe en la cara. No quiero llorar, pero a pesar de que mi expresión facial apenas muestra sentimiento alguno no puedo evitar que las lágrimas recorran veloces mis mejillas, y que ahora se junten con la saliva del alcohólico que me ha atado de pies y manos y lleva casi dos horas golpeándome, insultándome y humillándome.
Va en busca de algo por la pequeña furgoneta y al volverse y arrodillarse frente a mí puedo ver que sujeta un cuchillo. Abro mucho los ojos asustada y sorprendida e intento separarme lo más posible de él, pero estoy perfectamente atada a la silla y no consigo moverme ni dos centímetros. Él sonríe complacido al ver el terror en mis ojos y comienza a pasar el cuchillo por la piel que la falda del uniforme deja al descubierto. Enseguida de los finos cortes regulares brota gran cantidad de sangre que colorea mi piel pálida. Yo trato de moverme de nuevo y él clava más hondo el metal en mi pierna, provocando que un grito de dolor y miedo escape de mi garganta.
—Melody, tienes que estar quieta, y dejarme comprobar si al menos algo de ti es puro e inocente. Aunque esté bajo tu piel. Melody. Melody. ¡Melody!
Abro los ojos y despierto por fin de la pesadilla que me ha dejado sudando a mares y con los pelos de punta. La cabeza me duele y late al ritmo acelerado de mi corazón.
El cuarto está muy pobremente iluminado por la poca luz que entra a través de una pequeña rendija en la ventana que las persianas dejan pasar. Me cuesta acostumbrar la vista a la escasa luz, mientras lo hago repara por primera vez en la presencia de alguien más en mi cuarto, al que por cierto no recuerdo cómo llegué desde la fiesta.
Alguien me está llamado suavemente a mi izquierda y cuando consigo recuperarme del leve mareo que incorporarme me produce miro y veo a Andrew con expresión preocupada. Me centro y escucho lo que me dice.
—Melody, ¿te encuentras bien?—está preocupado, pero instantáneamente al ser llamada por mi nombre completo una oleada de rabia, ira, dolor y recuerdos amargos me embarga.
—Perfectamente.—respondo secamente.
—Disculpa que no te crea. Estabas gritando y estás sudando. Es más que obvio que has tenido una pesadilla horrible.—hace una pausa mientras piensa sus siguientes palabras— ¿De qué iba?—preguntas rascándose la nuca y con un leve sonrojo cubriéndole las mejillas. Empieza a hablar atropelladamente e incluso a tartamudear un poco—Tu pesadilla, me refiero. Aunque no tienes por qué contarme nada si no quieres, claro.
—Trataba sobre tu cara. Era horrible. Pequeños Andrews por todos lados.—finjo un escalofrío y sonrío levemente burlándome de él— Aterrador, ¿verdad?
Él suelta una carcajada y tan fácil e inesperadamente como el Andrew tímido y cuidadoso había aparecido desaparece de nuevo y da lugar al Andrew arrogante y egoísta habitual.
—Así que sueñas conmigo. Halagador.
Ruedo los ojos y al verme él rueda los suyos, y no sé cómo pero repentinamente ambos explotamos y comenzamos a reír a carcajadas. Cuando consigo parar de reír y recupero una respiración regular ésta se me corta al levantar la vista y encontrarme de frente con unos preciosos ojos azules que me miran atentos y serios. Estamos demasiado cerca el uno del otro. Tanto que nuestras respiraciones, todavía algo agitadas, se cruzan una y otra vez, y el pelo que le cae despreocupadamente sobre los ojos, rizado y suave, casi me roza la frente. No puedo evitar descansar la vista en sus labios e involuntariamente pienso en besarle. Si sólo me moviera unos centímetros nuestros labios se tocarían. En cuanto me doy cuenta del camino que mis pensamientos están tomando me obligo a recordar mi primer beso, aquel que me acechaba por las noches y se colaba en mis sueños hasta convertirlos en mi propio infierno personalizado. Giro bruscamente la cabeza y fuertes pinchazos me la atraviesan, pero al menos ambos salimos de la ensoñación en la que estábamos.
—Nuestros padres han salido a comer fuera y han dicho que nos preparemos la comida nosotros, pero obviamente no estás en condiciones de nada, ayer te bebiste hasta los floreros.—él ríe, y yo lo hubiera hecho de no ser por que estaba suficientemente ocupada tapándome la cara con la almohada para esconder mi bochorno, lo que solamente provoca que él ría más. Lo cierto es que tiene una risa preciosa, y bastante contagiosa. Es ese tipo de risa que, al escucharla, te hace feliz.—Ya son las dos de la tarde, voy a hacer la comida. ¿Las fajitas te gustan?—yo asiento atontada y confusa. ¿Nos llevamos bien o mal?
Antes de salir por la puerta gira en redondo y se acerca a mi escritorio en busca de algo. Al girarse se arrodilla frente a mí en la cama y me tiende un vaso de agua con una aspirina. Ha hecho exactamente lo mismo que el hombre de mis pesadillas, sólo que al girarse en vez de un cuchillo traía agua y una aspirina, y la sonrisa en la cara de Andrew, amable e inocente, era claramente diferente a aquella sucia y malintencionada sonrisa burlona.
La sonrisa de Andrew cae lentamente al darse cuenta de mi reacción a sus movimientos.
—¿Melody?—niego rápidamente y antes de corregirle, continúa—Perdón. Mel. ¿Estás bien?
—Si, tranquilo.—tengo la garganta ardiendo, seguramente de gritar por la pesadilla.
—Toma.—me tiende el vaso, lo cojo, se levanta y va hasta la ventana, levantando algo más la persiana. El dolor de cabeza es horrible, pero los ojos me arden al ver la luz solar.—Sé que ahora puede parecer una putada, pero cuanto antes te acostumbres a la luz en una resaca, mejor.
No lo entiendo. Lo último que recuerdo fue que peleamos y me insultó de toda manera posible.
—Andrew, esto puede parecer raro pero...¿pasó algo en la fiesta? Lo último que recuerdo es que peleamos jugando a la botella.
Él me mira serio y en lo único en lo que consigo pensar es en que no se puede estar tan guapo recién levantado. Espera, el puede que no se haya levantado ahora, pero yo sí. Y cuando yo estoy recién levantada soy un orco en miniatura. ¡Mierda!
—¿No recuerdas nada más?—vuelvo a Tierra con su pregunta. El recuerdo de Nick besando a otra y desapareciendo de mi vista cuando una botella aparecía en ella llega a mi mente y se me encoge el corazón. Con una mueca contesto.
—Algo más, pero no que tenga que ver contigo.
—Vístete y baja. Yo te contaré lo que pasó, pero si tú recuerdas algo de después de lo de la botella tienes que decírmelo. ¿Está bien?
—Ahora bajo.
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Hola de nuevo.
Sé que este capítulo no es precisamente interesante, pero vendrán mejores y más importantes. No todo en sus vidas puede ser cosas fuertes tampoco. Quiero decir, al fin y al cabo son adolescentes que van al instituto.
Mañana estoy casi segura de que no subiré, pero espero que pasado mañana pueda subir sin falta.
¡Hasta entonces!
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Hermanastros
Teen Fiction¿Qué pasaría si la persona que más odias ahora viviera contigo? ¿Qué pasaría si tuvieras que callarte todo lo que hace para arruinarte la vida por la felicidad de los que más quieres? ¿Qué pasaría si la persona en quien te refugias y de quien estás...