—Ya estoy.—digo intentando no sonar borde, aunque creo que no funciona, pero no es que quiera ser borde con él, no ahora, es que la cabeza me va a explotar.
Andrew gira la cabeza para mirarme cuando entro en la cocina y se me queda mirando fijamente unos segundos. Parece como si estuviera pensando qué hacer, pero no entiendo por qué haría eso. De improviso una sonrisa burlona enorme se planta en su cara. A pesar de ser una sonrisa burlona no parece ser como las de antes...las de ayer...
No sé cómo explicarlo. Las de ayer eran mezquinas y malintencionadas, de verdad trataba de hacerme daño con sus sonrisas y los comentarios a los que éstas acompañaban. Pero en cambio ahora parece como si fuera hacer un chiste como un amigo lo haría, y que aunque sea sobre mí, no querrá hacerme daño y no lo hará. Parece más amable, como si quisiera hacerme sentir bien, cómoda.
—Vaya carita llevas, enana. A oscuras se veía menos.—él ríe suavemente y yo también, aunque mi pecho se oprime al recordar el mote que Nick me tiene adjudicado y el hecho de que lo último que recuerdo realmente de la fiesta, después de la botella, es a él besando a otra como me encantaría que me besara a mí. Claro que eso no se lo voy a contar a Andrew. Puede que parezca más amable, pero no me puedo fiar, no todavía al menos. Si se entera de que quiero a Nick es probable de que esta noche el susodicho y todo el instituto lo sepan también.
Andrew vuelve toda su atención de nuevo a la sartén y a lo que está cocinando en ella. Lo cual por cierto huele de maravilla. Me muevo guiada por el maravilloso olor hasta que choco contra Andrew y de puntillas miro por encima de su hombro. ¡Joder, menuda pinta! ¡Yo ni siquiera sé hacer una tortilla que sea comible y que tenga un aspecto que, por lo menos, no dé miedo!
—¡Wow!—sigo mirando la comida como si fuera el amor de mi vida y escuche la risita de el cocinero.
—¿Te gusta lo que ves?—por un momento me tenso y me sonrojo al pensar que se refiere a él. Aunque tal vez también me sonrojo por que puede, y sólo puede, que para mí misma haya pensado en una respuesta afirmativa. Cuando comprendo que se refiere a la comida y que espera una respuesta suspiro aliviada y me sonrojo todavía más por mis pensamientos.
Me doy cuenta también de que he acabado pegándome demasiado a él, y de que huele bien. ¡Mierda! ¡Qué narices me pasa? ¡Céntrate, Mel!
—Claro. Tiene una pinta increíble.—sonrío y él me devuelve la sonrisa y vuelve a lo suyo.
—Me alegro. ¿Puedes poner la mesa, enana?
—¿Por qué?—pregunto cogiendo el mantel.
Él parece confuso pero responde igualmente.
—Porque no quiero manchar la mesa, tú tienes resaca y a mí no me apetece limpiar más de lo necesario. Lo veo completamente normal.
Me río de su respuesta y él sonríe frunciendo el ceño todavía más confundido.
También está adorable así.
Espera, ¿¡qué?! ¿Adorable? ¿También? Creo que sigo borracha.
—Me refiero a que por qué de repente me llamas enana.—aclaro sonrojada.
Él parece pensárselo y antes de contestar niega con la cabeza.
—Lo prefieres a hija de puta o a estúpida, ¿no?—él empieza a servir en platos la comida y yo asiento aunque no sea necesario—He estado pensando esta noche, puede que no me tragues pero seguro que concuerdas conmigo en que cuantas menos peleas haya entre nosotros y menos mal rollo, mejor estaremos. También nuestros padres estarán mejor, parece que no pero esos viejos se enteran de todo. Tú misma lo dijiste, ellos se merecen ser felices y nosotros tenemos que apoyarlos, ¿no? ¿Podrás aguantar convivir conmigo un año?
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Hermanastros
Teen Fiction¿Qué pasaría si la persona que más odias ahora viviera contigo? ¿Qué pasaría si tuvieras que callarte todo lo que hace para arruinarte la vida por la felicidad de los que más quieres? ¿Qué pasaría si la persona en quien te refugias y de quien estás...