Va sobre tintes

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—¡Madre mía! ¡Eso es increíble, me encanta!—Madd sonríe de oreja a oreja y pega saltos mientras caminamos a la primera clase del día, nos toca juntas afortunadamente.—Necesito que me digas que va a pasar.

—Lo cierto es que ni yo lo sé. Sólo me queda improvisar cuando aparezca.—nos miramos cómplices, aunque ella no haya tenido que ver con la broma que yo le he hecho a Cooper ni con mis ansias de venganza, y estallamos en carcajadas.


Tres horas más tarde en el recreo vamos a la cafetería y entonces es cuando él aparece. Con un traje formal y asesinando con la mirada a todo el que se le cruza, camina hasta la cola que todos, TODOS, debemos hacer para comer y se la salta entera. Cuando las cocineras mirándolo de reojo le sirven su comida coge su bandeja y se dirige a la mesa en la que él y sus amigos siempre se sientan, se sienta y sin siquiera saludar o mirar a nadie se dispone a comer.

Todos los alumnos están pendientes de él y mantienen un increíble silencio, de esos que nunca existen cuando estamos en clase. De repente se escucha una risa y un segundo después todos están menos tensos y todavía confundidos observando al único que se atreve a abrir su bocaza y a burlarse de Andrew Cooper, quien resulta ser su mejor amigo, Michael Scott.

Poco después la multitud de curiosos ya está cada uno con sus cosas, todos hemos hecho ya fotos del momento, Michael sigue doblándose de la risa y Andrew sólo lo fulmina con la mirada. La docena de chicas en celo no se hace esperar y enseguida lo rodean y comienzan a cuchichear y a preguntar con sus estridentes voces por qué ha llegado tarde y por qué va así vestido. Y entonces se me ocurre la mejor manera de seguir con la broma.

—Aseguraos de grabar todo. Es una orden—sonrío burlona y cojo a Nick del brazo.—Tú me acompañas.

Llegamos al despacho del director, y como de costumbre está vacío, por lo que no me cuesta mucho hacerme con el micrófono por el que suele dar las noticias a los alumnos gracias a los altavoces y las pantallas que hay en los pasillos y las clases del instituto. 

Conecto mi móvil al ordenador, este es el único que puede controlar todas las pantallas del colegio, y me aseguro saliendo a ver una de las del pasillo que se ve una imagen de Cooper con la cara larga y vestido de pingüino.

Cojo el micro, me aclaro la garganta y sonriendo perversamente a Nick, quien todavía me mira algo confundido aunque divertido con la situación, enciendo el aparato y digo:

—Querido alumnado y profesorado cotilla: seguramente os preguntaréis por qué el maravilloso Andrew Cooper ha llegado tres horas tarde y va vestido como si acabara de casarse. Y yo sé la respuesta. Esta mañana el pequeño fiera conocido como Drew—digo irónica—ha salido de su casa, como podréis observar, arreglado y listo para...declararse.—desde la cafetería se oyen los gritos de las pobres gatitas en celo y de algún que otro gato quejándose y Nick y yo a duras penas aguantamos una carcajada—Pero no os preocupéis pequeños intentos de famosos con la cara con más granos que una paella, no está todo perdido, le ha rechazado.—una mezcla entre quejas, abucheos, risas y suspiros aliviados se oye llegar desde donde todos están reunidos escuchándome atentamente.—Sí, lo ha rechazado, por eso la cara de perro rabioso que traía desde primera hora, bueno, tercera... Una pena Drew, no te ha servido de nada el precioso collar que te ha costado tres meses de arduo trabajo conseguir. Y todavía de menos te han servido la quince canciones y veinte poemas dedicados y la chica,has elegido a una inteligente. Para la próxima asegúrate de que sea una Barbie en busca de su Ken y no una chica que ha leído más que las calorías del agua. Mucha suerte, Cooper. Y, ¿quién soy? Eso es un secreto que nunca diré. Xoxo, Gossip Girl.—termino como la Reina Cotilla lo hace en la serie.

HermanastrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora