Otro ataque

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Ya han pasado cinco días desde que me enteré del nombre de la "enfermedad" pero desgraciadamente o tal vez afortunadamente, ese día que Seto le habló a Isis, fue para informarles a todos los estudiantes de magia que al siguiente día, todos los estudiantes serían llevados a un entrenamiento especial o algo así.

Tengo llena de cosas confusas mi cabeza y ni siquiera he tenido la inquietud de seguir practicando, pero creo que debo seguir con lo que hoy me pasó.

Al despertar sin muchos ánimos como los últimos días, me dirigí al comedor para el desayuno, donde el Faraón ya se encontraba sentado.

−Buenos días Mana −saludó.

−Buenos días −contesté sin ánimos.

−Los extrañas ¿No es así? −me preguntó con una sonrisa.

−Si... pero también... −estuve a punto de decirle pero me ganó el nerviosismo− No, creo que no será buena idea decirle al Faraón sobre...

−¿Pero...? −preguntó él esperando que completara mi oración.

−No, no es nada, sólo es que los extraño mucho −contesté bajando mi voz lentamente.

El Faraón palpó su mano sobre una silla junto a él −Ven aquí −me pidió y me senté en la silla indicada− Sé que es la primera vez que se quedan separados por tanto tiempo, pero deberías seguir estudiando, así tendrás de que hablarles cuando vuelvan. Ellos se pondrán muy tristes si saben que sólo estuviste deprimida.

−Lo sé –contesté− Pero no es algo que pueda evitar.

−¡Animo! −exclamó el Faraón− Los sentimientos confusos suelen arreglarse en ausencia de quien los provoca.

−¿Qué? −pregunté sorprendida− ¿Acaso sabe sobre...?

−Sólo digo que no debes perder esos ánimos que te caracterizan −siguió el Faraón− Para que los recibas de esa manera.

−Tiene razón, debo practicar más –dije− Si no Bakura se dará cuenta de mi inexperiencia con la magia −pensé.

Durante esos días, Bakura había estado entrando al palacio y sabiendo lo que eran esas sensaciones solía ponerme nerviosa junto a él en muchas ocasiones.

−Está bien −le dije al Faraón volviendo a sonreír− Necesito seguir practicando −el Faraón me sonrió un poco.

Después del desayuno, del cual me apresuré para practicar antes de la llegada de Bakura. Me dirigí al jardín, eran esas horas en las que es muy raro que alguien pase por los pasillos que dirigen a los jardines o a estos, así que me encontraba sola.

−El Faraón tiene razón, me he distraído tanto que no he vuelto a practicar el hechizo de congelación −me decía a mí misma en voz alta− Sólo espero recordar aún lo básico del hechizo...

Enseguida me puse a reanudar esas prácticas una y otra vez, pero no supe si funcionó, ya que las plantas no son muy activas que digamos. Tenía que saber mi progreso, así que cuando estaba a punto de buscar un conejillo de... digo un voluntario, oí una voz que reconocí de inmediato.

−Mana, por aquí.

−Bakura −nombré dirigiendo mi vista a la barda de los jardines donde se oía su voz, al verlo, corría hacia él− ¡Hoy también viniste! −exclamé alegre.

−Veo que ya estás más alegre −me dijo− ¿Acaso ya volvió el Príncipe? −me preguntó con fastidio.

−No −contesté bajando la mirada− Aún no regresan.

El diario de ManaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora