La enfermedad

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Ya pude dormir un poco mejor, pero no pude dejar de pensar en el día que pasé con Bakura o las reacciones de Atem.

La mañana pasó como de costumbre, ya me sentía un poco más calmada, así que regresé a la rutina de dejar a mis amigos en su salón. Ahora que me había aprendido todas las reglas, era el momento adecuado para que intentara aprender el hechizo de congelamiento.

−Seguro está en las reglas básicas −decía en voz baja dentro de la biblioteca y hojeando mí libro en la sección de los hechizos− He visto como Mahad y Atem lo aplican y no se ve muy complicado.

Busqué una y otra vez el hechizo en mi libro. Lo habré hojeado unas veinte veces sin encontrar nada.

−¡No está! −grite enojada cerrando el libro.

−Te voy a pedir que te marches −oí una voz atrás de mí− Haces mucho ruido cada vez que vienes.

Volteé a ver al encargado de la biblioteca que se encontraba atrás de mí.

−Está bien −le dije con mi cara molesta− Hoy no tengo nada que estudiar que me interese.

Tomé mi libro, me dirigí a la salida y comencé a caminar por los pasillos del palacio con mi libro en los brazos.

−Por ahora, lo que más debería preocuparme es lo que Isis me dirá en cuanto salga −me decía tratando de olvidar mi decepción− Me perturba el que me haya dicho que no les dijera nada a Atem ni a Mahad.

Seguí caminando con la mirada baja pensando en esas sensaciones hasta que choqué con alguien haciéndome caer.

−Lo siento −me disculpé recogiendo mi libro.

−Sh... −me dijo la persona con la que choqué− Me alegra que hayas sido tú −murmuró.

Esa voz yo la conocía y al oírla, hizo que levantara la vista de inmediato al dueño −¡Bakura! −exclamé sorprendida.

−Sh... −me tapó la boca con una mano y con la otra posó su dedo índice sobre su boca− No hagas ruido −quitó sus manos de los lugares mencionados y me ayudó a levantarme.

−¿Qué haces aquí? −pregunté bajando mi voz− ¿Cómo entraste?

−Fue fácil −me contestó sin cambiar el volumen de su voz− Vine a visitarte.

El oír esas palabras, provocó el regreso de las sensaciones −¿A él tampoco debo decirle nada? −me pregunté recordando las palabras de Isis.

−¿Qué sucede? −me preguntó− ¿Acaso no te alegra verme?

−No es eso −contesté sonriendo− Claro que me da gusto verte aquí, pero es que... −me detuve− Mejor esperaré lo que Isis me vaya a decir –pensé− Me sorprende verte aquí.

Bakura me miró incrédulo, pero no me dijo nada.

−¿Por qué te sorprendes? Te dije que si tú podías salir, yo podría entrar −me dijo sonriendo.

−Con magia a mí me cuesta trabajo y tú... −quise decir tratando aún de ocultar la verdad sobre mis estudios− ¿Cómo es posible?

−Nunca me subestimes −contestó tomándome del brazo− Pero aprovechemos para jugar −me jaló ligeramente.

−¡Sí! −exclamé feliz por la idea− Pero antes debo ir a guardarlo −le dije levantando mi libro por arriba de mi cabeza− Espérame por favor.

−¡Alto! −me detuvo cuando tomaba impulso para correr− Recuerda que no debo estar aquí, si me ven, me echaran.

−Entonces ven conmigo −le dije y comenzamos el camino con dirección a mi habitación.

El diario de ManaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora