Supongo que va bien. Sucede que no suelo hacer mucho esto, de escribir de esta forma...tan formal, ya sabes. Espero al menos haber llamado tu atención. Pero antes de continuar, creo que olvidé que hablarles un poco sobre mí y considero que es buen momento para hacerlo.
Me llamo Logan Walker, casi diecisiete años. Soy un tanto alto y delgado, tengo un cabello negro que probablemente siempre veas alborotado. Soy de piel clara y ojos grises, y no, no me considero nada guapo. Aunque tampoco demasiado feo. Soy de esas personas que se encuentran a la mitad de todo eso.
Vivo en Nuevo México, donde asisto al colegio con mis mejores amigos, intentando sobrevivir a esta confusa etapa de la vida. Mis padres, una pareja de psicólogos que pasan la mayoría del tiempo ayudando a otras personas, bastante agradables. Son increíbles, aunque un tanto estrictos, como muchos padres.
A este punto de mi vida, me encontraba a solo unos pocos meses de pasar a mi penúltimo año en la escuela antes de partir a la universidad. Mis amigos y yo, junto con otros chicos entramos a un programa de intercambios. Nada del otro mundo, un simple viaje de una semana a Canadá para conocer mejor a nuestro vecino del norte.
En fin, la verdadera historia comienza conmigo despertando en el cuarto de hotel. La luz del día entraba por las ventanas, así como también lograba escaparse el sonido de la ciudad: los autos yendo de un lado a otro, conductores furiosos tocando el claxon, gente que camina a sus trabajos mientras mantiene importantes llamadas por teléfono, los anuncios en la calle, los vendedores ofreciendo su periódico, etc.
Escuché claramente a Austin y Jafet luchando por quien se metería primero a la ducha. Yo solo quería permanecer ahí acostado durante aquellos dos días que restaban, hasta que tuviera que continuar con mi vida. Pero Alex tenía otros planes.
El chico se acercó a mí sonriente mientras masticaba una barra de cereal, ya sabes, de esas que vienen con demasiados nutrimentos y cosas por el estilo. ¿Cómo luce él? Pues es unos cinco centímetros más bajo que yo. Es de piel clara con unos ojos azules, tiene el cabello largo y rizado; del estilo que todos quieren tocar y meter mano y averiguar que tantas cosas se ocultan ahí dentro. En ese momento se encontraba vistiendo solo sus calzoncillos azules con extrañas figuras geométricas de colores, luciendo el resto de su lampiño cuerpo. Su cabello se encontraba bastante esponjado por lo que deduje que salía de darse un baño.
-Ya era hora-mencionó acercándose-Será mejor que te apresures, tenemos muchas cosas por hacer...
-Ah, ¿sí? -pregunté confundido mientras me incorporaba en la cama- Hoy es día libre, podemos hacer lo que queramos.
-Así es, parece que Sam preparó todo un itinerario, por cierto, será mejor que hagas la cama. Recuerda que esta noche yo duermo allí, y a ti te toca ese estúpido saco de dormir. Quedó aclarado anoche durante esa partida de piedra, papel y tijera.
- ¿Qué no si ganaba, dormía en la cama los dos días?
-No, no lo creo. Levántate de una buena vez.
-Y tú, ponte algo de ropa-le sugerí.
-Tuche.
Me puse de pie y anduve en pijama por la pequeña habitación, que no consistía en más que un par de camas, un armario y un baño. En el suelo se encontraban regadas por todas partes nuestro equipaje y los sacos de dormir donde Austin y Alex habían pasado la noche. Una vez que encontré oportunidad me metí al baño para darme una ducha, al salir me apuré a vestirme mientras Alex me apresuraba inquieto, Jafet leía un libro y Austin cambiaba continuamente los canales del pequeño televisor.
¿Cómo lucen Jafet y Austin? Bueno, el primero es de mi estatura, quizás un poco más alto. De piel morena clara, y ojos marrones. Cabello oscuro y enormes pestañas. Tenía esas pobladas cejas y peculiar nariz que lo hacía ver con ligeros rasgos árabes, aunque no fuera para nada árabe; y en realidad le molestara que lo mencionaras. No porque odiase a los árabes, sino porque se lo habían repetido tantas veces durante su existencia que ya no tenía paciencia.
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Pandemia
Science FictionUn viaje de intercambio: conocer nuevas personas, visitar nuevos lugares, aprender una nueva cultura. Suena genial, ¿no? Pues dejó de serlo para nosotros cuando el mundo se vino abajo. Las grandes ciudades fueron infestadas, la anarquía reinaba las...