Sus hombres lograron sacar una mesa y un par de sillas del restaurante. Las colocaron justo al centro del estacionamiento y montaron el tablero. Cranston tomó asiento justo enfrente de mi preparado para jugar blancas. Todos mis amigos fueron acomodados suficientemente cerca para mirar, de rodillas en línea recta con todos los secuaces de Cranston detrás en línea paralela preparados para disparar en si su líder daba la señal.
- Te lo advierto, Logan –me miró- Si intentas algo, se mueren.
- Solo es un juego –le sonreí, me sentía con confianza, mucho más tranquilo. En serio había una oportunidad- ¿Tienes miedo?
- Sonríes demasiado para alguien que tiene su muerte asegurada –me reveló- Tú, Boris, trae al rubio.
El tal Boris sujetó a Austin por el cuello de la playera y con bruscos jalones lo puso en el suelo justo a un lado de la mesa.
- Aquí quédate y vigílalo –le ordenó.
Miré a mi amigo a los ojos, a Austin que siempre encontraba la forma de verle el lado divertido a las cosas. Pero ahora se encontraba pálido y cagándose del miedo. Voltee hacia Jafet en la línea y nuestras miradas se cruzaron, el chico se limitó a asentir. Vanessa me dijo un tu puedes con los labios, mientras el mensaje de Alex fue que se joda.
Cranston avanzó su primer peón, y luego le seguí. Y después él. Trató de hacer una vieja y típica jugada con cuatro movimientos, que en el club de ajedrez solemos utilizar con los novatos. Si quería ganar, tenía que aprovecharme de él y explotar todas sus debilidades. Cuando le arruiné la movida reí, para hacerlo enfurecer y que sus emociones sobrepasaran su lógica.
- No cantes victoria tan rápido, Walker –me miró y continuó como si nada.
Después de un rato llegó ese punto clave en el que todas las piezas están acomodadas estratégicamente para capturarse entre ellas. No había forma de escapar, todo dependía de en qué orden se diera la masacre. Cranston empezó devorando un alfil, yo tomé su caballo, y él el mío, tomé su alfil y él una torre. Tenía la adrenalina al máximo, tenía que esforzarme. No podía perder. Comenzaba a sudar de la presión. Miré de nuevo a la fila. Rawvanna y Sam susurraban algo entre ellas planeando la fuga, mientras los hombres de Cranston estaban demasiado distraídos en el juego.
- Los ojos en el tablero, hijo –me mencionó mientras movía su alfil desde la otra punta del juego para capturar a mi dama. Quedé atónito con la escena, había perdido a mi pieza más poderosa a mitad del juego. Mis probabilidades de ganar se reducían drásticamente. Más le valía al resto tener ya listo un plan de escape. Me sentí estúpido.
- No cantes victoria tan rápido, Dante –le sonreí mientras tomaba su torre y dejaba a su rey bajo amenaza- Jaque.
El hombre se enfureció y dio su siguiente moviente con brusquedad.
- Jaque –le dije de nuevo.
Cranston se coloró. ¿Cómo era posible que le estuviera ganando un patético adolescente? Pero supo darle la vuelta al juego, salvando el rey y amenazando al mío.
- Jaque.
Miré el tablero. Ya casi no quedaban piezas, y las pocas, eran en su mayoría peones. Estaba perdiendo. Comencé a temblar. Mi Rey solo tenía una ruta de escape, pero pude ver su estrategia. Sus piezas estaban acomodadas para asestarme el golpe final en tres movimientos al menos, y no podría detenerlo. Miré a mis amigos con desesperación. Entendieron mi mirada, y ellos también comenzaron a ponerse nervioso.
- Apúrate hijo que el mundo se está acabando.
Y también el juego. Eso era todo.
Tomé a mi Rey y me dispuse a moverlo a la única posición posible cuando escuché la alegre melodía de la Cucaracha sonar. Cranston alzó la vista en busca del origen del sonido.
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Pandemia
Science FictionUn viaje de intercambio: conocer nuevas personas, visitar nuevos lugares, aprender una nueva cultura. Suena genial, ¿no? Pues dejó de serlo para nosotros cuando el mundo se vino abajo. Las grandes ciudades fueron infestadas, la anarquía reinaba las...