Bajamos hasta el sótano mientras los gritos y disparos del piso superior me atormentaban por completo. El lugar era demasiado grande, seguramente cabía al menos cien autos allí. Eso solo hizo que me frustrara más al verlo vacío. Metros y metros de suelo gris y columnas de acero, con vigas igual de grandes en el techo. Cajones y señales pintadas en el suelo con un horrible color amarillo, y ningún auto a la vista.
- ¡Maldita sea! –soltó Austin.
- ¿Ahora qué? –preguntó Sam asustada.
Escuché algunos extraños quejidos bajando por las escaleras, un escalofrío me recorrió el cuerpo. La muerte ya venía detrás de nosotros.
- ¡Por allí! –señaló Vanessa la única salida a la vista, una enorme reja de metal.
Todos corrimos hacia el punto, algo un tanto difícil cargan el equipaje, me prometí a mí mismo que se me veía envuelto en una complicada persecución tendría que deshacerme de él. Al llegar todos tiramos de la reja corrediza para así poder abrirla, me lleve una buena sorpresa al darnos cuenta de que no se encontraba asegurada con algún candado o cerradura.
Abrimos solo el espacio suficiente para que pudiera salir uno por uno, y entonces continuamos por la calle trasera, más estrecha que la avenida principal y con edificios mucho más pequeños. Me giré rápidamente para observar el enorme hotel por fuera, los gritos llegaban aún a la calle, mientras que el humo de algún incendio se escapaba por dos ventanas rotas.
Mientras corría no podía parar de pensar en todas aquellas personas que habíamos dejado atrás...no era justo. Me sentía terrible. El grito ahogado de Sam me hizo volver a la realidad, detrás de nosotros unos cinco de esas cosas nos seguía; aunque si bien iban bastante rápido no lo suficiente para presentar una gran amenaza, sin embargo, aun así, el tenerlos detrás de nosotros me preocupaba demasiado.
Dimos vuelta en una calle, con unos pocos autos aparcados. Sin decirnos nada entre nosotros, supimos que hacer. Cada vez que pasábamos junto alguno nos deteníamos a ver si podía abrirse de alguna forma, aunque no tuvimos tanta suerte. Al frente, por encima de los edificios se elevaba un letrero: "Petro-Canada".
- ¡Allí! –señalé al letrero- Es una estación de servicio, debe haber algo...
Sin decir nada más, todos corrimos en una misma dirección, al dar vuelta a la derecha en la siguiente encrucijada, pude verla. A unos metros de nosotros se encontraba el establecimiento, con una enorme explanada pavimentada con esos despachadores de gasolina, detrás una pequeña construcción con paredes de cristal...una tienda.
Me asomé detrás de mí, para darme cuenta de que ahora eran unos veinte las cosas que nos seguían y cada vez estaban ganando más distancia. Aceleré el paso hasta llegar a la gasolinera. Observamos rápidamente en busca de algún buen vehículo, no había nada más que una vieja casa rodante de color crema con franjas rojas pintadas que la recorrían por fuera. Se encontraba mal aparcada y con la puerta abierta, como muestra de que su conductor había decidido abandonarla.
No teníamos otra opción, Jafet fue el primero en pasar por la puerta, arrojó su equipaje al fondo y nos fue ayudando a todos a subir, Alex fue el segundo, quien corrió a la cabina a intentar encender el auto. En cuanto me hube encontrado dentro, cerraron la puerta con fuerza. Arrojé mi maleta sobre el sillón al frente de la puerta, y fui a tomar el asiento de copiloto, Jafet se sentó detrás de mí.
Asomé la cabeza por la ventanilla a mi derecha y vi al montón de bestias andando rápidamente hacia nosotros. Observé a Alex, el chico giraba la llave una y otra vez, pero el vehículo no soltaba más que ruidos ahogados.
- Ya sé por qué estaba abandonado-mencionó Halston desde atrás.
- ¡Rápido, Alex! - lo apresuraban todos al mismo tiempo.
Sin embargo, el motor no encendía. El chico soltó un grito y nos calló a todos.
- ¡Esta maldita porquería no funciona! –maldijo.
Las criaturas se estamparon contra la parte lateral de la caravana, y comenzaron a golpearla con fuerza.
Alex le dio un golpe al tablero del auto al mismo tiempo que intentaba de nuevo, de pronto el camión entero se sacudió con el ruido del motor. El chico gritó de emoción al mismo tiempo que quitaba el seguro de mano, ponía las manos al volante y arrancaba hacia la calle. La caravana dio una vuelta bastante peligrosa, temía que nos volcáramos sin embargo pudimos tomar el camino fácilmente mientras el montón de monstruos salían volando a los lados.
- ¿Sabes conducir un camión? –preguntó Jafet.
-No debe ser muy distinto a manejar un viejo Ford-mencionó nervioso, mientras andaba recto por la calle. Una criatura iba atravesando el camino, al vernos se detuvo justo en medio para gruñirnos. Alex aceleró y simplemente sentimos como la caravana pasaba sobre él.
-Jafet, eres el mayor. ¡Deberías conducir! –exclamó Alex.
-No, así si nos estrellamos, será tu culpa-mencionó Jafet mientras abrochaba su cinturón de seguridad.
Seguimos recto por una amplia calle, mientras un reducido grupo de aquellas cosas nos seguía de forma amenazante.
- ¡Alex! Acelera o van a alcanzarnos...-se alarmó Sam.
- ¿Acelerar? Esta cosa no va a más de ciento cincuenta kilómetros por hora...
- No nos alcanzaran-aseguró Jafet- Vamos más rápido que ellos.
Alex continuó conduciendo hasta que de alguna forma aparecimos en una enorme avenida rodeados de esos enormes rascacielos, había varios señalamientos verdes en la ruta. Jafet le indicó a Alex cual dirección tomar para abandonar la ciudad. Unos minutos después ya nos encontrábamos en medio de una autopista abandonada que iba por el bosque, completamente desierta. Mientras el sol comenzaba a ocultarse y la Luna se elevaba en el cielo. Miré hacia atrás para ver a la ciudad sumida en la oscuridad, como si hubiese sido víctima de un enorme apagón. O quizás, un ataque zombi.
Alex iba a desacelerar, pero Jafet lo detuvo.
-Mantenlo así, tenemos que salir de aquí en cuanto antes.
El resto de los chicos avanzó desde la parte trasera a la cabina, sosteniéndose del techo y los asientos para no caerse. Todos estaban igual de exhaustos y agitados por la carrera que nos habíamos dado contra los monstruos. Así como pálidos, por el susto de tener a las criaturas pisándonos los talones.
- ¿Están todos bien? –preguntó Alex.
Todos asintieron.
-Sí –respondió Vanessa por todos- ¿Cuál es el plan exactamente?
-Llegar a Estados Unidos, antes que nada-explicó Jafet-Probablemente a Búfalo, es lo más cercano desde aquí.
-Llegaremos en unos dos horas-mencionó Alex.
Entonces, justo en ese momento, viró en una pronunciada curva dejándonos ver el resto del camino. Decenas de autos abandonados en medio del camino, algunos tan juntos y tan mal estacionados que dudaba demasiado que la enorme caravana cupiera por allí. Podíamos pasar, sí. Pero definitivamente no solo saldríamos con unos cuantos raspones, sino que tardaríamos más de la cuenta.
- Ok...quizás sean unas cuantas horas más-se quejó el chico.
-Bueno, menos mal que esta cosa tiene un baño-mencionó Austin de forma sarcástica, intentando sacarnos una sonrisa a todos. Fue inútil.
- ¿Saben algo bueno de esto? -pidió Alex ayudando a Austin-Me libré de los cursos de verano.
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Pandemia
Science FictionUn viaje de intercambio: conocer nuevas personas, visitar nuevos lugares, aprender una nueva cultura. Suena genial, ¿no? Pues dejó de serlo para nosotros cuando el mundo se vino abajo. Las grandes ciudades fueron infestadas, la anarquía reinaba las...