Capitulo 54

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Caí al suelo dándome tremendo golpe en la nuca que no hizo más que atontarme. La espada salió volando demasiado lejos para alcanzarla. Tenía ese rostro pálido sobre mi cara, el Infectado me miraba con esos ojos inyectados en sangre, mientras abría sus fauces y mostraba esos podridos dientes amarillos con los que trataba de darme un mordisco. Mis manos estaban demasiado ocupadas deteniendo a la criatura para tomar la pistola de mi bolsillo. Grité hasta que abandonaron sus banales tareas y repararon en mi complicada situación, y entonces volví a gritar de nuevo con mis brazos cediendo y esa cosa cada vez más cerca de darme un mordisco.

Halston fue la primera en llegar e inmediatamente soltó tremenda patada a la cabeza de la criatura, suficientemente fuerte para darme la oportunidad de apartarlo. La chica tomó su pistola y le disparó varias veces en el pecho. El Infectado sintió los disparos, soltó un alarido mientras comenzaba a llenar todo de una espesa sangre negra, pero se seguía moviendo tratando de ponerse de pie.

Me arrepentí de gritar tanto cuando los ruidos de la situación hicieron que otros seis Infectados que estaban ocultos aún más al fondo de la sala comenzaron a surgir desde la oscuridad, con paso rápido pero torpe. Estirando sus manos tratando de alcanzarnos. Al verlos, Halston se petrificó. Me puse de pie, solo hizo falta tirar de su mano para que reaccionara y se uniera en mi huida. Sam disparó un par de flechas, pero rápidamente más Infectados comenzaron a aparecer. Incluso Jafet que se dirigía a nosotros para ayudar, se detuvo para dar media vuelta. Eran demasiados.

- ¡Corran! –gritó Alex eufórico mientras se dirigía a la salida.

Bajamos la escalinata del frente un poco más tranquilos, esperábamos que allí pudiéramos reagruparnos. Pero una horda de zombis comenzó a salir desde las carpas del patio. Debían ser cientos, aumentamos el paso y nos dirigimos a la Caravana sin detenernos. Halston y yo logramos alcanzar a los demás hasta tener a Alex a mi lado, el chico saco de sus bolsillos las llaves de Hosmar, pero estaba tan acelerado que las tiró y estas rebotaron aún por el suelo. El chico estaba dispuesto a regresar por ellas, pero una ola de errantes ya estaba a unos pocos metros de nosotros. No toleré la idea de perderlo tal como pasó con Janet.

- ¡Déjalas! –lo tomé del hombro y lo hice correr.

Llegamos todos a la Caravana y nos apresuramos a abrir las puertas, pero estas no cedían.

- ¡Las llaves! –exigió Alan.

- Se cayeron –explicó mi amigo.

Todos empalidecieron aún más con la noticia. Jafet fue el único que reaccionó suficientemente rápido y corrió hacia la parte trasera del vehículo, y tomó la escalerilla de fierro para subir al techo. Uno por uno lo seguimos rápidamente quedando yo en último. Cuando ya casi llegaba sentí como una de esas criaturas ya tiraba de mi zapato. Fue gracias a una flecha de Sam que logré subir.

La parte superior de la Carravana no estaba nada mal, a decir verdad, el techo era del mismo color que el resto –obviamente bastante sucio. Era completamente plano y suficientemente áspero para no resbalar, diseñado así para que alguien pudiera subir en algún momento y tomar el sol, quizás. Estaban las antenas del radio y televisión, así como una escotilla de transparente que servía de tragaluz para el comedor. Jafet intentó abrirlo, pero necesitábamos la llave.

La multitud abarcaba gran parte del parque, la cantidad de infectados era impensable. Los zombis comenzaron a amontonarse alrededor de Hosmar, empujándose entre sí, luchando por alcanzarnos, aunque ninguno de ellos sabía escalar o tomar una escalera. Pero su alboroto hizo que la casa se tambaleara de izquierda a derecha, de forma amenazante.

- No pueden subir –observó Austin con una risa nerviosa.

- No, pero no podemos bajar –lamentó Eric.

- Si siguen así, podrán volcar a Hosmar –nos previno Vanessa.

- ¿Ahora qué hacemos? –se preocupó Halston.

- Rompamos el cristal del tragaluz –propuso Alex.

- Igual no tenemos las llaves para arrancar, si nos metemos no se detendrán.

- Hay que tratar de...disminuir su fuerza –afirmó Sam mientras tomaba una flecha y comenzaba a disparar contra los que se encontraban más cerca. El resto las seguimos con nuestras armas, tomamos distintos puntos del techo y comenzamos a abatirlos. Eran varios los que caían al suelo, pero no los suficientes para hacer una verdadera diferencia. Con el rato me di cuenta de que algunos de mis amigos comenzaban a sentir asco al matarlos. Era entendible, ya que algunos de ellos nunca habían matado a un Infectado. Recordé como me sentí la primera vez en la planta nuclear.

Vanessa tiró el arma junto a mí. Sus ojos estaban humedecidos. La miré y ella se dio cuenta.

- No...no puedo...eran personas –me explicó- Con familia, amigos y una vida...

La chica miró a su alrededor.

- ¿A esto llegamos? ¿A esto nos reducimos? A arrastrarnos en estas tierras llenas de muerte, sobreviviendo a la desgracia de otros ¿Este es el fin? Apesta –soltó.

La abracé con fuerza. Tenía razón.

- Sí, apesta.

Quería decirle algo lindo, como que no era el fin. Que saldríamos de esa, o que después de unos diez errantes más se sentiría mejor, dejaría de pensar en ellos como personas y comenzaría a tratarlos como hormigas. Pero incluso yo me sentía terrible cuando aplastaba a una por accidente. No hallé palabras con las que calmar todo ese conflicto. Observé al resto, todos comenzaban a detenerse asustados más de ellos mismos que de los monstruos. Sam, Jafet, Alan, Rawvanna y Alex fueron los únicos que continuaron sin inmutarse. ¿Por qué no nos afectaba tanto?

Fue entonces cuando una melodiosa, aguda y divertida voz comenzó a cantar a todo volumen acompañada de un alegre ukulele. Presumiendo su felicidad y hablando de como las cosas que a mí me molestan a él no le preocupan. Todos se detuvieron, incluso los zombis dejaron de quejarse para oír mejor.

- Por favor, dime que también escuchas a ese sujeto alegre de tétrico aspecto cantar –mencionó Vanesa rompiendo el silencio.

- ¿Tiny Tim? También lo oigo –afirmé.

- Bien, aún no me vuelvo loca.

Nos separamos y miramos a nuestro alrededor en busca del origen de la música. Se escuchaba tan fuerte que no podía identificar si venía de norte o sur, de oeste o este. Pero al parecer los zombis si podían, fue solo cuestión de tiempo para que los cientos de infectados que hasta ese momento nos habían estado asediando se marcharan. Decidimos agradecer el milagro, sentarnos y esperar.

Después de casi una hora aguardando bajo los rayos del sol, el lugar estuvo despejado mientras la canción se repetía una y otra vez, incluso ya nos habíamos aprendido la letra y discutido acerca de ella.

- Creo que ya podemos bajar –observó Rawvanna.

- No nos vendría mal –mencionó Alex mientras se dirigía la escalera, esperé a que bajara y yo le seguí.

- No es que no agradezca todo esto, ¿pero de dónde carajos salió esa música? –pregunté.

Llegué al suelo y realmente quería besarlo, y lo hubiera hecho si Alex no me hubiera interrumpido.

- De él, probablemente.

Miré al tercer sujeto. Era un poco más bajo quenosotros, de piel morena y cabello oscuro. Debía tener unos treinta años, eraligeramente regordete y traía puesto un sombrero de safari. En su espalda lecolgaba un rifle de caza. Ah, y claro, tenía un lémur de cola anillada posadoen su hombro izquierdo. o qu������$

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