CAPITULO 71
Evité mirarlo. ¿Cómo era posible? ¿Enserio era él? No resistí y volteé a verlo. Era tan alto como la última vez, y aunque habían pasado solo semanas, se veía más viejo, aunque aún sin salir de los cincuenta. Su piel clara seguía impecable, igual que su cabello castaño. Su tupida barba castaña, que iba de oreja a oreja siendo una con el bigote, dándole volumen a su delgado y cansado rostro. Vestía una camisa verde cuadriculada, y encima un largo saco marrón oscuro. Unos pantalones cafés como sus zapatos. Traía consigo un largo bastón negro, con el decorado de la cabeza de un perro egipcio plateado. Su carame costaba verle al rostro. Ya no traía gafas. Su ojo derecho seguía intacto. El izquierdo había desaparecido y en su lugar uno de cristal completamente blanco.
Detrás de él, venían una docena de personas que no pude reconocer, aunque no tenía que hacerlo para saber que eran de la granja. Todos armados hasta los dientes.
Cranston miró cada rincón del establecimiento hasta dar conmigo, entonces su seria expresión fue remplazada con una sonrisa de oreja a oreja mientras se acercaba a mí con paso cojo. La mayoría de los presentes tenían la mirada puesta en él, su presencia era demasiado pesada. Observé como mis amigos lo miraban y empalidecían mientras se quedaban mudos.
- Buenos días, bienvenidos -saludó Berna confundida- ¿Qué puedo ofrecerle?
Cranston movió al ladrón que recién descubríamos y ocupó su lugar entre Alex y yo.
-Me vendría bien un café negro, por favor –mencionó amablemente recargándose sobre la barra.
Berna se dio la vuelta y se dispuso a repetir el proceso de la cafetera.
Cranston me miró.
- ¿Qué? ¿Te comió la lengua el gato?
- ¿Cómo?
- ¿Los encontré? Fue difícil, lo admito. Pero al final, se llegó al resultado esperado. Siempre llego a mis objetivos –sonrió.
- Disculpa, ¿te importa? –se molestó el ladrón pues habían interrumpido su escena.
- ¿Qué? –Cranston lo miró despectivamente como si no fuera digno de su único ojo- ¿Tu presencia? A decir verdad, la encuentro algo molesta.
- Su café - Berna colocó una taza frente a Cranston sobre la barra.
Miré a mi alrededor, sus hombres estaban repartidos por todo el lugar en caso de que alguno de nosotros intentara escapar-
- Gracias – Cranston tomó la taza y dio un sorbo.
Observé como Alex comenzaba a hiperventilarse.
- A ver, viejo baboso –alzó la voz el ladrón y sus amigos se dispusieron a tomar sus armas- No sé quién se crea que es, pero no sabe con quién está lidiando. Le advierto
Cranston me miró y puso el ojo en blanco, tomó otro sorbo con la taza antes de arrojarle el café hirviendo al ladrón en la cara. Los gritos de dolor se apagaron cuando el hombre tomó la cabeza del ladrón por la nuca y la azotó en la barra con tal fuerza que el cuerpo inmóvil se deslizo al suelo. Los otros tres ladrones, se petrificaron del susto.
Todos en el restaurante lo miraron con recelo.
- Está loco –le dijo Alex.
- La cordura es relativa –sonrío- Además, ustedes le harían lo mismo para quitarle las llaves de la Caravana. Sí, lo sé. Resulta que llegué aquí dos días antes para descubrir irónicamente que el ladrón había sido robado. Tenía el presentimiento de que si esperaba lo suficiente nos encontraríamos aquí, y en efecto, acerté.
Cranston sacó su pistola del saco y me apunto directo al pecho.
- Ahora, tú y tus amigos me acompañarán afueray discutiremos la custodia de la Caravana.
Cuando Berna vio el arma de Cranston, se le agotó la paciencia. Fue debajo de la barra y saco una enorme escopeta con la que le apunto.
- Voy a tener que pedirle que abandone este establecimiento, me reservo mi derecho de brindarle el servicio.
Los hombres de Cranston dirigieron sus rifles hacia Berna, pero tuvieron que desviarlos cuando toda la clientela del restaurante había sacado sus armas para defenderla. En menos de un segundo, todos se apuntaban entre todos. No podía quedarme atrás, tomé mi pistola y le apunté a Cranston mientras Alex sacaba también la suya. Pude ver que mis amigos nos imitaban. Al igual que los ladrones restantes apuntaban contra los hombres de Cranston más cercanos. Si alguno disparaba, se iba a desatar una masacre.
Cranston analizó la situación.
- Se nota que estamos en Texas –rio el profesor.
- Usted y sus hombres tienen tres para salir de aquí. Uno
- No creerás que atravesé todo el país para morir en un deprimente restaurante de tercera – Cranston le quitó el seguro a su pistola.
- Dos
- ¿Será a la de tres o a después de tres? –preguntó Cranston en forma de burla. No tenía miedo, estaba muy seguro de que si se desataba una balacera el saldría ganando.
Bill había sacado también una pistola y le apuntaba directo a la cabeza de Cranston.
- No me haga llegar a
Cranston llevó su mano libre al bolsillo para tomar otra pistola y apuntar a Berna también. Fue Bill quien me tiró al suelo cuando Cranston disparó ambas armas, aunque Berna no corrió la misma suerte y cayó al suelo mientras disparaba su escopeta al cielo y se desataba la batalla. Bill disparó contra Cranston y este tuvo que tirarse al suelo para evitar la bala y luego disparar contra Alex que para protegerse se arrojó detrás de la barra. Mientras Cranston se ponía de pie, Bill me tomó por los hombros y con una gran fuerza me arrojó detrás de la barra.
Caí junto Alex que aplicaba presión a la herida de Berna. Pero antes de que pudiera ayudar, una lluvia de cristales de las botellas que explotaban sobre los estantes, cayó sobre nosotros. Tuve que cubrirme la cabeza para no cortarme mientras mis oídos se ensordecían con el ruido de las balas.
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Pandemia
Science FictionUn viaje de intercambio: conocer nuevas personas, visitar nuevos lugares, aprender una nueva cultura. Suena genial, ¿no? Pues dejó de serlo para nosotros cuando el mundo se vino abajo. Las grandes ciudades fueron infestadas, la anarquía reinaba las...