¡¿Qué rayos sucede aquí?!

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No sabía cómo explicar cómo me sentía en estos momentos. Me movía de un lado a otro dentro de mi habitación, mordiéndome las uñas y mirando la hora y el techo una y otra vez.

-¿debo ir? ¿O será mejor que me quede en casa? Nada me asegura que él irá. Además debe estar cansado luego de la competencia. ¿O realmente me estará esperando en el parque? ¡Dios, qué debo hacer!- exclamaba tomándome la cabeza que estaba a punto de reventar de confusión. De pronto mi celular comenzó a sonar.

-¡¿estás lista?!- grito mi editora desde el otro lado haciendo que alejara el teléfono de mi oído.

-no sé si deba ir- expresé.

-¡¿estás loca?! ¿Luego de que al fin conseguimos hacer que  alguien sea tu novio? No te lo perdonaré jamás si no asistes- me decía con enojo.

-muy bien, muy bien…iré. Pero con una condición- escuché como esta se quedaba en silencio esperando mi petición- no quiero que ninguna de ustedes esté vigilándome desde algún escondite o que me lleven a un salón de belleza para arreglarme. Iré sola… ¿comprendes?- inquirí sabiendo que en algún momento se le había pasado esa idea por la cabeza.

-¡nos ha descubierto!- escuché que le gritaba a alguien que se encontraba con ella, de seguro era Matilde. Como sospechaba. –Muy bien, no te seguiremos, te dejaremos en paz por un día…pero si lo arruinas…no te atrevas a dirigirme la palabra en toda tu vida- decía con una voz terrorífica que daba escalofríos.

-está bien, está bien. Ok, te dejaré para arreglarme. Luego te cuento cómo me fue. Adiós.- dije cortando el teléfono. Miré la hora de mi reloj que ya indicaba las once de la mañana. Me quedaba una hora aproximadamente para llegar al lugar.

-muy bien- dije dándome ánimos. Me dirigí a mi ropero hurgando entre los colgadores para ver qué encontraba -¿y ahora que me pongo? ¡Ash, creo que no tengo nada decente para una cita!- saqué todo lo que estaba ahí dentro dejándolo sobre mi cama para verlos con más claridad. Comencé a escarbar, pero lo único que había eran camisetas, jeans y blusas. Sin embargo, en medio de todo ese cúmulo de ropa había un vestido floreado sencillo que solía usar en los calurosos días de verano. Lo tome para mirarlo detenidamente. Luego busque un chaleco que tenía por ahí y lo puse junto al vestido. –Esto se ve bien-  me puse la ropa y mirándome en el espejo pensé que lo mejor era dejar mi cabello suelto. Tomé mi bolso y baje las escaleras.

-¿a dónde vas tan arreglada?- pregunto papá que leía el diario en el sillón. Era su día de descanso, por lo que se encontraba en casa.

-ah, tengo un compromiso- respondí un poco avergonzada.

-ten cuidado. Si sucede algo no dudes en llamar- dijo mirándome de esa forma seria que lo caracterizaba.

-está bien, no te preocupes- dije para salir lo más pronto que pude de casa.

Habíamos quedado en juntarnos a las afueras del parque. Cuando llegué no veía rastros de él. Miré mi reloj que enseñaba las doce quince. Quizás se aburrió de esperar y se fue…esto no era bueno…si lo arruinaba Andrea no volvería a hablarme.

Comencé a caminar en medio de toda la gente mirando por todos lados. Miraba mi celular mientras caminaba cuando sentí que chocaba con algo.

-¡ah!- exclamé. Este se dio vuelta para mirar quién le había empujado.

-El…Elizabeth- dijo Diego observándome.

-¡Diego!- exclamé feliz de verlo -¿llevas mucho tiempo esperando?- pregunte un poco culpable.

-no…no en realidad- respondió. Luego subió su mano a su rostro mirando a otro lado. ¿Qué sucedía? -¿pasa algo?- pregunté confundida. Este negó con la cabeza.

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