Vista al pasado.

602 61 6
                                    

-Sanji.

Finalmente habíamos logrado salir, aun escuchaba el tono de voz de Zoro al pronunciar mi nombre, al recordarlo mis mejillas tomaron un poco de colorete, mierda, debía dejar de recordar a ese tipo. Caminamos con paso decidido Usopp me veía con recelo, sin duda me acercaba a un interrogatorio por parte de mi subordinado, aunque fuera rangos más abajo que yo éramos buenos amigos y fuera del trabajo podía ser un poco irrespetuoso... y hacerme preguntas incómodas que ni siquiera yo mismo me podía responder en ese momento.

Dejamos al hombre herido en la ambulancia, inmediatamente se pusieron a trabajar y dijeron que la bala había pasado por una zona que no era fatal, pero debían ser rápidos pues había perdido mucha sangre, nos dijeron que no debíamos preocuparnos puesto que se pondría bien, un paramédico tocó mi hombro y dijo suavemente "No perderás un hombre hoy, Sanji", le di una sonrisa ligera y se concentraron en su labor, regrese a lado de mi dulce pelinaranja, tenía una mirada extraña, sin duda Usopp ya le había adelantado algo de lo que ocurrió dentro, la mirada de Nami era bastante acusadora, pero decidí actuar sin preocupación... no había hecho nada malo, creo.

-Vaya Sanji-kun, ¿paso algo interesante ahí adentro? – Nami siempre me llamaba "Sanji-kun" cuando quería saber la verdad de algo y estaba molesta... mala señal.

-Encontré a mi hombre herido, salimos sin bajas, él estará bien, lo demás vendrá en el informe... ¿Por qué?- Debía encontrar un mejor momento para hablar de lo que había pasado, primero debía aclararme un poco.

-Sanji-kun, sabes que puedes hablar conmigo ¿verdad?- su mirada se volvió fría, estaba meditando mi reacción, estaba acorralado, ella ya sabía algo...

-Lo sé, Nami, de verdad lo sé, pero aún no es el momento.- La miré directo a los ojos para mostrar que no había derecho a debatirme, lo que dije en ese momento era mi decisión absoluta y punto.

Nami suspiro, fuera del trabajo podía acorralarme hasta hacerme hablar, pero no en el área de trabajo, sería una larga noche al salir de la oficina.

El camino fue largo, el paisaje siempre era igual, demasiados edificio alzándose con el afán de alcanzar el cielo, con el ideal de pasar a los demás, con una absoluta y absurda competencia, solo con la intensión de ser el más cercano a las estrellas, simples intentos fallidos de tocar lo que solo podemos observar para sentirnos realizados. El cielo aquella noche se sentía triste y gris a penas y se notaban las estrellas que por lo regular alumbran el cielo, la cantidad de contaminación era increíble en estos días, la luna era apenas una ligera ranura en la basta negrura del cielo, una pequeña luz que guiaba mi mirada, la ciudad siempre era la misma, una masa amorfa de edificios y tierra, de gente y prisa, de gritos y bullicio, no éramos nada para esa ciudad, pero ella lo era todo para nosotros. 

El silencio en el auto era demasiado denso, Nami iba escribiendo algunos apuntes en su computador portátil, Usopp iba con la mirada fija en el pavimento de la carretera y yo observaba por la ventana del asiento de copiloto, tuve un ligero escalofrío al recordar al atractivo peliverde, él había logrado despertar aquel extraño sentimiento que había logrado mantener escondido durante mucho tiempo, me había enamorado una vez, hacía ya mucho tiempo, había amado sin temor, había sido completamente feliz a su lado, él me había llevado a conocer muchas cosas de mí que ni siquiera sabía que existían, pero me habían arrebatado todo, a él, a mi felicidad, mi confianza, me lo quitaron todo de un tajo, esa noche quizás nunca se borre de mi memoria, es como una mancha grabada con fuego en mi corazón, lentamente cerré los ojos y me deje llevar por las imágenes de mi consciencia.

Era un día caluroso ocho años atrás, yo era apenas un jovenzuelo, realmente joven, tonto e ingenuo, aún asistía a la universidad, primer semestre para ser concretos, desconocía las magnitudes del mundo, las dimensiones del dolor, del amor, de la felicidad. Mi primer clase de historia del derecho, sinceramente no era muy divertida, pero no me iba a permitir comenzar a saltarme clases cuando recién comenzaba una nueva etapa en mi vida, sentado en una banca intermedia del salón en la última silla de la hilera, noté a un joven pelinegro, tenía pecas en el rostro y llevaba un particular sombrero naranja con un par de caritas al frente, una feliz y una triste, al ver su sombrero quise soltar una carcajada, pero el profesor estaba bastante ocupado tratando de mostrarnos los aportes de los griegos al derecho y su evolución en el tiempo, después de dos largas horas de monólogo por parte de nuestro profesor la clase se dio por terminada, al salir traté de acercarme apresuradamente al azabache.

Encuentros desafortunados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora