II. Enigmática mujer.

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MI PEOR ERROR ― ALEJANDRA GUZMÁN


Antonella no dejaba de observar a su jefa. Cada dos por tres desviaba los ojos de la pantalla de su portátil para verla. Intentaba descifrar qué motivos la llevaron a cometer semejante locura, ella no era así, o por lo menos eso era lo que creía. Quizá sea cierto todo eso que dicen las personas de que jamás llegas a conocer, en su totalidad, a tus amigos y allegados, sin embargo, seguía debatiendo en su mente, las causas de tan extraño encuentro.

No podía negar que sonaba sumamente excitante, que hasta le producía risa y un poco de regocijo. Era necesario que su amiga disfrutará de la vida, del sexo y quizá, podía llegar a pensar que Ari intentaría ser feliz.  De algún modo, alcanzar la felicidad plena.

―¿Dime qué es lo que quieres saber, Antonella? ―preguntó Arantxa sin siquiera mirarla. No había molestia o desazón en su voz. Estaba igual de apacible que siempre, del tono habitual y que pocas veces elevaba.

Apartó su portátil y la observó. Arantxa sintió la mirada, dejó su diseño a medias y la encaró. Apoyó los codos de su escritorio, cruzó su dedos y dejó descansar su mentón en la pequeña montaña que formaron sus nudillos. Era bastante gracioso verla, parecía una niña esperando porque le relataran un cuento nuevo.

Su asistente no podía dejar de morderse la uña del meñique. Era muy vergonzoso lo que quería saber, pero la curiosidad la estaba matando y la única que podía resolver eso se encontraba frente sí.

―Sé que soy muy curiosa ―Se disculpó de antemano. Arantxa asintió―. Y que no es necesario que respondas nada de nada. Es tu vida y no puedo meterme en ella...

―Quieres saber exactamente qué hice ―afirmó Arantxa. Ella asintió varias veces interesada a más no poder en lo que su jefa iba a relatar.

Tomó de nuevo su lápiz de grafito y su bloc de trabajo, en donde plasmaba miles de ideas que le llegaban de sopetón a la cabeza y mientras realizaba trazos libres, que eran incapaces de ver por su amiga, tomó aire desde su posición y comenzó a relatar:

―No sé porque lo hice, amiga. Todavía le echo la culpa al alcohol, o peor aún a mi abstinencia sexual. No sé, no lo sé, Nella ―negó disculpándose. Sonrió con extrema picardía. Antonella pudo notar el leve rubor que azotó sus mejillas, eso comprobó que estaba recordando y que lo rememorado era sumamente gratificante―. Desde que llegué no dejó de mirarme, en un primer momento pensé que era un invitado más, pero el chico de la barra me dijo que no, me confirmó que se hospedaba en el hotel y que tenía unos dos días allí. Un empresario quizá. Ni idea. Le resté importancia, sin embargo, él me seguía mirando, tanto que llegó a intimidarme. Buscaba en mi memoria si tal vez lo conocía de otra parte y no lo recordaba. Negué un par de veces por esa estupidez ya que no tengo mala memoria. Pero bueno ¿Era una opción, o no? Al final todo era un juego de miradas lascivas y una que otra sonrisa pícara.

―¿Cómo es, Ari? ―preguntó con extrema intriga. Ella levantó los ojos para observarla.

―Es... No es mi prototipo de hombre.

―¡¿Qué?! ―exclamó su asistente sorprendida. Arantxa no pudo evitarlo y comenzó a reír descontrolada, irremediablemente Antonella se sumó a su risa. Esto era cada vez más ilógico. ¿En qué cabeza cabe follarte a un sujeto que ni siquiera forma parte de los prototipos que te gusta? Se preguntó de inmediato.

―Es alto ―dijo luego de retomar la calma―, fuerte, de labios definidos y rosados, cabello oscuro ―Arantxa se detuvo en su descripción. Sabía de antemano como era su amiga, una mujer centrada y muy correcta, incapaz de hacer algo indebido o fuera de lugar. Sus padres, católicos a más no poder, le inculcaron principios muy arraigados en la buena moral, sin embargo, como toda mujer en este mundo, tenía historia a cuesta y a sus treinta y uno ya había probado las mieles del placer con tres hombres diferentes, y con el último contrajo nupcias desde hace más de un año, para ella el hombre perfecto, su cielo y su todo―. ¿De verdad quieres qué siga? ―asintió emocionada. Arantxa encogió los hombros y continuó hablando―. Tiene los ojos impactantes. Son como ámbar mezclado con verde oscuro, no es moreno ni rubio, es blanco, pero se ve que el sol ha tostado un poco su piel. No así de pálida como nosotras dos.

Peligrosa Seducción © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora