Arantxa Signoret, una mujer que a sus 32 años es la única dueña de la mayor casa de modas que existe en su ciudad natal. La perfección, dedicación y constancia... tres palabras que repite a diario y que son las bases de la empresa que hoy maneja, c...
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Bien, tenemos portada nueva, única y definitiva. No la voy a cambiar, está es la que quedará en todo el transcurso de la historia. Tiene un gran significado del cual no comentaré mucho, eso será más adelante. Espero les guste tanto como a mí, la connotación de la imagen, que produjo en mí, alverla, fue sorprendente. Me dijo un sin fin de cosas. Ahora sí disfruten del capítulo XI. Cóncavo y Convexo...
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Ya para la noche, Arantxa se encontraba de vuelta en su país. Uno de los autos de la familia aguardaba por ella y Leo. Era conducido por uno de los integrantes de la seguridad personal de la Señora Signoret. Dos vehículos arribaron al aeropuerto en espera de las cuatro personas que llegaban del país suramericano.
El adulto joven se bajó del vehículo y la saludó con un gesto que hizo con la cabeza. Arantxa asintió y subió a la parte trasera del mismo. Javier y Guillermo abordaron la otra unidad sin decir más nada ya que su jefa no tenía ninguna novedad o requería de sus servicios. Hasta donde sabían, ―incluido, Leo―, no volvería a la empresa hasta el lunes siguiente. El arribo de las telas estaba acordado para el día próximo, sin embargo, Arantxa no tenía los ánimos para asistir a su lugar de trabajo, no era por el viaje, más de una vez lo hizo de esa forma, con vuelos mucho más largos hacia el continente europeo o asiático, eso era lo de menos. Lo real es que anhelaba despejar su mente, alinear con prontitud sus pensamientos, establecer, o por lo menos, conseguir la línea que separase lo placentero con lo sentido.
Negó varias veces hasta que vio a Leo subirse en el puesto del piloto. Ambos ajustaron el cinturón de seguridad y emprendieron la marcha por la conocida y familiar ciudad.
Su mente se halló absorta en un sin fin de pensamientos. Congeló y revivió sensaciones. Gastó el tiempo del trayecto sumida en un profundo silencio. Ni siquiera había tomado su móvil para retornar a la realidad, para hacerla caer en cuenta que todo había concluido y que su rutina habitual sería la dueña de sus próximos días, meses, años.
Algo importante perturbó su psique, por ello rompió el silencio y comenzó a hablar con Leonardo.
―Leo... ―Lo llamó por su habitual diminutivo. La curiosidad carcomía su ser.
