XIII. Piel ardiendo.

24.9K 1.8K 123
                                    



FIRE MEET GASOLINE ― SIA.

Arantxa caminó con paso firme y sereno hacia la sala de juntas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Arantxa caminó con paso firme y sereno hacia la sala de juntas.  Hoy no llevaba sus tan acostumbrados tacones, sino unas zapatillas que la hacían ver algo informal, un poco más joven de lo que era, y deportiva.  Un jean ceñido a su piernas, sumada a una camiseta de seda violeta, cubría su cuerpo.

Por tal motivo, sus pisadas eran casi que imperceptibles.  No era habitual que se vistiera de esa forma, sin embargo, su cuerpo estaba tan agotado producto del enorme trabajo que tuvo toda la semana, que de broma escogió la ropa que llevaba puesta el día de hoy. 

Solo despertó, tomó una ducha y agarró lo primero que consiguió en su enorme vestier.  Ese tipo de cosas podían suceder y más, cuando no había alguna reunión pendiente o un evento de caridad y gala a la que asistir.  Por más elegancia y glamour que derrochara, Arantxa anhelaba sus momentos de sencillez, en los que se podía hasta notar en su personalidad. 

Recogió su cabello en una alta coleta y abrió la puerta de la sala de juntas.  Justo en el momento en que la cerró, alguien apagó la luz para dejarla a oscuras. 

Ahogó un pequeño grito de impresión, no era muy afecta a este tipo de cosas.  Sin embargo, respiró profundo y sintió el olor de su colonia.  No fue que la calmó en su totalidad pero, le brindó algo de seguridad saber que él estaba allí.

Estuvo tentada a salir y más cuando solo un pequeño haz de luz, de algunos edificios que quedaban frente a la Torre, se colaba por las persianas verticales que adornaban el espacio.  Dio solo un paso quedando pegada a la amplia mesa de reuniones.  Pestañeó seguidamente para acostumbrar a sus ojos a la insoportable oscuridad.

―Juan Ignacio, no me gustan estos juegos ―dijo en un tono firme.  Esperó por varios segundos y como nadie contestó, giró para salir de ese lugar.  Además que un leve temor se estaba apoderando de su ser, sencillamente no podía devolverle la claridad al espacio porque el interruptor se encontraba fuera de su alcance, exactamente, al otro extremo de la sala, cerca de la puerta principal.  Ella había accedido por una alterna y que la conectaba a un pasillo que daba directamente a su oficina, un acceso que muy pocas veces utilizaba, pero que hoy tomó sin un motivo aparente.

Agarró el pomo y su voz la detuvo.

―¿Piensas que te haré daño? ―Soltó la manija.  Encogió la mano y la llevó hasta su cuerpo, al igual que él, no respondió nada.  Escuchó sus pasos y eso la hizo detenerse.  Al parecer él si podía verla con más claridad que ella, lo corroboró al mirar sus pies y ver que el rayo de luz alumbraba la punta de sus zapatillas.

Bastante astuto había salido el caballero, se dijo en su interior.  Sonrió y esperó, qué se traería entre manos el atractivo hombre. 

No creía mucho en esas cosas de la energía que podía emanar de los seres humanos, para ella todo se resumía a que las personas podían ser buenas o malas, sin embargo, pudo sentir, con total convicción que estaba detenido justo detrás de ella, dedujo que alguien mucho más alto, de complexión grande y fuerte se encontraba bloqueando su espacio, acortando sus posibilidades a la hora de anhelar moverse con facilidad.

Peligrosa Seducción © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora