III. Intimidad Envidiable.

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EVERYBODY HURTS ― THE CORRS



Arantxa observaba como Gabriel explicaba el proyecto de ambos.  En la pantalla se proyectaban imágenes de Colombia, el país de donde venían estas dos personas.  Allí comprobó ese acento tan característico y que la hizo dudar más de una vez de su identidad, igual esa voz tenía algo más, unas notas particulares que no lograba definir.  Pensó por unos minutos qué sería y al rato de hacerlo desistió.

Antonella no podía creer lo que sus ojos observaban.  Por primera vez y desde que su amiga había asumido la presidencia de tan imponente lugar, cosa que hizo desde muy joven,  jamás la había visto concentrada en una reunión.  Por más  que ella exigiera perfección, en las reuniones no era tan perfecta.  En ese espacio de tiempo su mente divagaba de forma tan profunda que llegaba más de un nuevo modelo a su cabeza, por eso no dejaba su bloc en ningún lado, muy discretamente aparentaba que hacía apuntes de la reunión. De verdad, su estrategia se basaba en definir trazos largos y altamente definidos, toda una locura que había funcionado en un pasado.

Todo el comité que la acompañaba en cada uno de estos encuentros, al parecer, era de su extrema confianza y al día siguiente de concluir cada encuentro, se retomaba una nueva reunión para discutir los pros y contra de cualquier negocio, no podía terminar de firmar ningún tipo de acuerdo teniendo a los dueños de su propuesta al frente, debía hacerlo con ese grupo de empleados a solas.  Así era ella y así manejaba su emporio, sin embargo, las cosas se tornaron muy distintas en ese lugar. 

Arantxa en vez de usar su bloc para plasmar algún nuevo diseño, lo usó para anotar un sin fin de cosas inherentes al mercado que dos personas exponían frente a sí.  Más allá de lo que ocurrió en ese minúsculo espacio, un par de noches atrás, no podía negar que el proyecto era sumamente atractivo, muy provocador, incluido el presidente de esa firma.

El índice de su mano izquierda repasaba sus labios de lado a lado, tenía la boca levemente abierta dejando entrever el borde de sus blancos dientes.  Ella no dejaba de ver la pantalla del televisor ultradelgado que se encontraba perfectamente guindado a la pared.  Intentaba lo menos posible de cruzar su mirada con el hombre que tenía al frente, se enfocó más que en todo en su primo ―cosa de la cual se enteró al momento de iniciar la reunión―, en sus movimientos y la soltura que mostraba, le pareció un chico jovial y enérgico, muy diferente a Juan Ignacio, él era más serio, críptico, quizá difícil de descifrar, cosa para nada similar a lo que encontró esa noche en ese lugar.  Sin embargo, la atracción  era muy grande y sus ojos giraban para dirigirlos en dirección a él.  La desviaba solo por milímetricos segundos, podía  sentir desde su posición su olor tan masculino, ese porte dominante, lo atrayente de su mirada,  admirar la forma en que estaba perfectamente enfundado en su traje oscuro de rayas diplomáticas que había sido diseñado por alguna personalidad de renombre, esas cosas las distinguía a leguas.

Por alguna causa divina sus miradas se cruzaron para no desconectarse y, de inmediato ella rememoró aquella noche.  Sus mejillas ardieron producto del calor, temperatura que descendió a lugares prohibidos y muy estratégicos.  Juan Ignacio notó lo que estaba ocurriendo así que contuvo las ganas de reír, apretó los labios y negó un par de veces.

Ella se cuestionó por haber quedado en evidencia.  Pero por Dios ¿Qué era lo que le pasaba? Se preguntó así misma. ¿Hasta dónde iba a llegar toda esta estupidez?  Los negocios y el placer solo traen fracasos y pérdidas.  Estaba decidido, los dejaría terminar, más que todo por educación y cortesía, jamás cortaría de lleno una exposición como esta para luego quedar como una grosera.  Le pediría a Nella que eliminara esa propuesta de sus archivos, lo que ocurrió no iba a repetirse jamas y la tentación podía aumentar si ella involucraba su casa de modas con Juan Ignacio.

Peligrosa Seducción © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora