Epílogo. Conexión.

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FONSECA – CONEXIÓN.

Vago distante por lo recovecos de nuestro apartamento en México

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Vago distante por lo recovecos de nuestro apartamento en México.  Mi hija, Alana, de más de tres años, está profundamente dormida, y mi esposa, salió bien temprano con un humor nada amistoso, a decir verdad...

Me dirijo de inmediato a la cocina y preparo un café bien cargado.  La mañana se vislumbra gris, el cielo se halla encapotado, todo producto de una mezcla homogénea del smog y el inicio de la temporada navideña.  Estamos a finales de noviembre, por ello la temperatura ha descendido y las nubes se pintan de tonos tristes que detesto en demasía.

Sirvo una enorme taza de café, tal cual como me gusta, demasiado oscuro, demasiado cálido, demasiado ácido y fuerte.   Un trío de factores que lo catalogan como uno de los mejores cafés del mundo, aquel que posee el sello Botero.  Me asomo al enorme balcón y observo la ciudad sin girar la puerta corrediza.  Estoy en boxer y franelilla, así que no pienso espantar mi calor corporal y mucho menos ponerme tan frío como el mismo mármol, dejando colar la tempestiva temperatura.

Suspiro profundo... para ser sinceros, no soy muy afecto de estar aquí, tenemos solo tres semanas de haber llegado y me hallo fastidiado en estas cuatro paredes.  Amo la libertad del campo, la sencillez del ambiente y la biodiversidad de paisajes, no es que este lugar sea feo, jamás lo he pensado de esa forma, pero estoy tan acostumbrado a mis tierras, que me siento como pájaro enjaulado cuando llegamos y nos instalamos en este apartamento –lugar que compré para Aranxta y que sólo usamos muy de vez en cuando–. 

Giro mi cuerpo para perderme rumbo a nuestra habitación.  Desde hace horas estoy despierto, exactamente desde que ella se levantó, tomó una ducha groseramente rápida, se enfundó uno de sus hermosos vestidos, con un sobretodo a juego y se largó sin decir siquiera "nos vemos luego"... Niego y enarco una ceja con ironía, de verdad que las mujeres distan de ser comprensibles.  Si les das protección, o sobreprotección, se quejan... si las dejas tranquilas, eres un enorme olvidadizo.  

Traspaso la puerta y sonrío cuando veo a mi hermosa Alana, tirada con desparpajo en la cama aún dormida.  Dejo la taza de cerámica en la mesa de noche y gateo con cuidado sobre el colchón.  Estando muy cerca de su cuerpo, la llamo por su nombre muy dulcemente.  Quiero que despierte, debemos ir a la Casa de Modas Signoret, sencillamente porque lo deseo y porque debo hacer las pases con mi esposa.  Una fémina de treinta y siete años que no escatima a la hora de molestarse por mis peticiones, peticiones que solo hago en pro de su salud, física y mental.  Aunque no puedo negar, que una mezcla de capricho, sentimiento idiota de dominio o poderío, puede que esté inmerso en ese anhelo.  Bastante tonto, o viejo gruñón como ella me ha llamado, parezco ser...

Mi pequeña gira la cabeza y de inmediato dice "no", vuelvo a reír y sigo negando.  Sus gestos son exactamente iguales a los de Arantxa, su reacción es la misma cuando despierto a mi esposa, y más cuando se ha desvelada y debemos levantarnos temprano por cualquier causa, se retuerce en la cama y niega tantas veces que me toca utilizar todas las estrategias habidas y por haber para sacarla de ese estado de somnolencia.  Mi hija solo heredó de mi parte los ojos ambarinos que poseo gracias a mi mamá, del resto, es la viva imagen de Arantxa, cabello oscuro muy liso y bastante largo, piel muy blanca, y carácter fuerte, muy jodido, diría yo.

Peligrosa Seducción © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora