Capitulo 37

2.5K 249 61
                                    


-Aquí es -. dijo Sting, estacionando la camioneta frente a un edificio futurista que abarcaba un enorme espacio en la calle, tuve que estirar el cuello para alcanzar a ver su altura a través de la ventanilla de la camioneta.

-Es inmenso -. farfullé, asombrada.

Sting bajó y también lo hice yo, mirando aun la fachada de aquel edificio pintado de color salmón. Con fuentes y jardines en el exterior. Me pareció algún estudio de Disney, sólo que más moderno.

-Vamos, no queremos llegar tarde -. Sting me arrastró hacía el interior, en donde la suela de mis converse rechinaron sobre el piso recién encerado.

Nos acercamos a la recepcionista, quien con una sonrisa amable nos dio las buenas tardes.

-Hola, tenemos una cita con la señorita Strauss, es para las fotos de la presentación de Laxus Dreyar -. dijo Sting, con todo ese profesionalismo que usaba en el trabajo.

-Oh, claro -. dijo la señorita-. Por ese pasillo, en la tercera puerta -. señaló a su derecha.

-Gracias -. sonrió Sting y me hizo seguirlo hasta donde nos habían mandado.

Al ver los cuadros en la pared y las placas en las distintas puertas, me percaté de que este no era sólo un lugar en donde se editaba la revista más vendida de la ciudad, sino que, había muchas más personas dedicadas al arte en distintos aspectos.

Paré cuando Sting también lo hizo. La secretaria que se encontraba afuera de la tercera puerta acomodaba unos papeles en un folder.

-Hola, tenemos una cita con la señora Strauss-. informó Sting y la pelimorada, Kinana, según decía su gafete de identificación, lo miró.

-¿Son las fotos de Dreyar? -. preguntó.

-Sí.

-Oh, tomen asiento, en seguida los atiende -. nos invitó a acomodarnos en el sillón de cuero negro que se recargaba sobre la pared paralela.

-Gracias -. dijo Sting.

Nos fuimos a sentar y oí cómo el cuero rechinó cuando dejamos caer nuestro peso. Sting miraba hacía el otro pasillo, que cruzaba perpendicular con el que estábamos nosotros. Miraba tanto que me hizo preguntar.

-¿A quién buscas? -. bromeé.

-¿Eh? -. me miró-. A nadie, espera un segundo, enseguida vuelvo. Si nos llaman, métete sin mí -. me dijo y se paró del sofá, tomando entre sus manos una carpeta azul que sacó de su valija y caminando hasta donde tanto miraba para perderse luego de mi vista.

Sting a veces podría llegar a ser muy extraño.

Suspiré allí, hundida en el cuero negro del sofá, aburrida. Mi mente no dejaba de rondar en torno al país lejano.

Observé a Kinana musitar algo en el teléfono y luego lo colgó. Me miró.

-Pasa -. me sonrió.

¿A dónde había ido Stibg? Suspiré de nuevo y tomé las fotografías que estaban a mi lado, luego me encaminé hasta la oficina de la señora Strauss, la editora.

Abrí la puerta con algo de recelo, repentinamente sin Sting no me sentía muy segura de algo que ya había hecho centenar de veces.

Tras el escritorio de roble, había una chica con el pelo albino, lacio hasta la cadera. Los ojos remarcados con lápiz negro y los labios pintados de un rosa pálido. Las los camanances se hicieron presentes cuando esbozó una sonrisa.

-Pasa, corazón -. dijo amable-. ¿Dónde está el señor Eucliffe? -. preguntó al notar que venía sola.

-Lo mismo me pregunto. Salió casi corriendo hacía el pasillo continuo -. me encogí de hombros y ella rió.

Manual de lo Prohibido; NaLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora