Capitulo 38

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No podía exhibirle a medio mundo mi... mi... ¡ni siquiera sabía qué era! Simplemente no podía exponer esas fotos. ¿Qué pensaría Levy si se enterara? Si hubiese una remota posibilidad de perdón, seguro desaparecería. O Natsu, a lo mejor creería que lo había utilizado. Ya no podía ser más mala de lo que ya me sentía, ya no soportaría que me catalogaran así.

Caminando, hice un poco más de una hora y cuando llegué, inmediatamente recordé la ubicación de su oficina, a donde Sting había ido el día anterior. Me dirigí hasta allá y le sonreí a la señorita tras el escritorio. Una muchacha menuda como de unos dieciocho años.

-Hola, soy Lucy Hearthfilia, vengo a ver a Lates-. anuncié.

-Lucy Hearthfilia, claro. Permíteme un momento -. me sonrió y descolgó la bocina del teléfono y en un susurro parloteó algo que no pude entender; luego colgó y me sonrió-. Pasa, te está esperando.

-Gracias -. le devolví la sonrisa de manera fugaz y luego entré a la oficina.

Al instante, el olor a pino fresco me rozó la nariz, haciéndome arrugarla levemente. Había visto su fotografía en Internet, pero sin duda de eso ya había pasado algún tiempo. Era un sujeto con escaso pelo, ahora ya gris; su rostro robusto estaba cubierto de una piel expuesta bastante al sol. Me sonrió.

-Lucy Hearthfilia -. se levantó-. Qué placer me da conocerte -. me extendió la mano y la tomé, recelosa, con mi ceño ligeramente fruncido-. Siéntate, por favor.

La silla rechinó en el suelo cuando así lo hice.

-Señor Lates... -. empecé.

-Hibiki , por favor -. me interrumpió, afable.

-Bien, Hibiki. Esa fotografía no debió llegar a usted, es que...

-¿Cómo que no? -. se echó para atrás, como sorprendido.

-Es que esa foto era... -. luché con mi fuero interno para no decir "prohibida" y buscar la palabra adecuada- era...

-¿Fenomenal? ¿Excelente? ¿Maravillosa? ¿Cautivadora? -. me interrumpió, de nuevo.

Y a pesar de todo lo que dijo, aquello no se acercaba ni un poco al significado que yo le daba.

Me reí.

-No, es que... -resoplé, frustrándome- Esa foto es personal.

-Piénsalo, sería una bellísima exposición fotográfica -. gesticuló, como imaginándose la escena, ignorando mi comentario. Luego de un segundo, me miró-. Y sin duda sería una gran oportunidad para ti. No me digas que no es lo que quieres. Todo fotógrafo lo quiere -. presionó, y tenía razón.

-¿Qué fotografía le dio Sting? -. inquirí, quería saber cuál era la imagen que le había fascinado tanto.

Suspiró al verme renuente, luego se levantó de su silla de cuero y fue por una carpeta azul de su archivero. Volvió a sentarse y me dio el folder. Lo tomé y luego lo abrí. El corazón se me expandió por todo el pecho y el estómago se me encogió. Entre mis manos tenía una de mis fotografías, una de tantas imágenes que no había visto hace tiempo. El hermoso rostro de Natsu exponía su perfil izquierdo, y las luces de fondo de aquella feria proyectaban un centelleo en sus ojos. Era hermoso.

-No sé si vea lo mismo que yo veo en esa foto -. me dijo Lates.-Yo veo una frase de alguna canción romántica, un cuento corto para contarles a mis hijas en las noches. No sé si me doy a entender -. juntó sus manos sobre el escritorio y se inclinó un poco sobre él-. Me gustaría ver todas, por favor.

Entonces lo miré. Luego saqué de mi morral el sobre que contenía las demás, y aun medio vacilante, lo deslicé sobre la madera del escritorio hasta las manos de Lates.

Manual de lo Prohibido; NaLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora