Capitulo 41

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Los golpes en la puerta interrumpieron mi divagación.

-¿Estás lista? -la voz de Sting era un poco reconfortable a todo mi dolor.

Desvié la vista de la vitrina para mirarle y sonriéndole, asentí.

-Vamos.

Tomé mi abrigo y bajé junto con Stibg hasta la recepción del hotel, para dirigirnos a la Avenida Madison, en donde volvía a darle vida a "Manuale del proibito". Había sido un éxito en Califoornia, y ahora, Lates lo había trasladado a Nueva York, en donde pidieron que la presentara. Estaba feliz, por supuesto, era el mundo reconociendo mi trabajo.

Cuando llegamos, Lates ya estaba allí y nos regaló una extensa sonrisa al vernos.

-Suban, suban, es en el cuarto piso -. nos dijo, dándonos la mano.

Sin duda era un edificio algo grande, tenía cinco o seis pisos, no estaba muy segura; pero en Nueva York todos los edificios eran así.

-Vamos, faltan menos de treinta minutos -. me instó Sting, empujándome por la espalda.

Al entrar al edificio el aire acondicionado me golpeó el rostro. Afuera ya era frío, ¿por qué no mantenerse cálido adentro? Últimamente así eran mis pensamientos, triviales y sin importancia. Sting y yo subimos por el ascensor hasta el piso cuatro.

-Ey, ¿cómo estás? -. me preguntó, poco antes de que las puertas se abrieran.

-Perfectamente -. contesté.

No es que fuera mentira, pero tampoco era completa realidad. Por supuesto, físicamente estaba de maravilla, emocionalmente... bueno, era preferible no hablar de ello. Me sentía estúpida, tonta, como si fuera la niña nerd de la que todos en el colegio se burlan.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, lo primero que vi, más allá de la gente, fue la vista a través de las grandes ventanas; los edificios y rascacielos se expandían gloriosos hacía el cielo por todo Nueva York.

-Vaya -. exclamé y escuché la tenue sonrisita de Sting.

Luego otra cosa captó mi atención, era un espacio un poco más pequeño que el de la primera exposición, por lo tanto, las fotografías estaban más juntas, observándome. Quise borrar con una sacudida de cabeza el recuerdo que me vino a la mente al verlas, a fin de cuentas, volver a ver a Natsu no había resultado tan bueno.

Los minutos trascurrieron rápidos y mientras veía gente ir y venir observando mis fotografías se hizo tedioso. No es que no me gustara la expresión de fascinación de la gente al verlas, pero quería exponer otra cosa, otras fotografías, algunas más recientes, algunas que no me dolieran y no hablaran en mi imaginación. Comencé a contar los segundos, no encontrando otra cosa qué hacer, y cuando le sonreía a la gente, empezaba otra vez desde cero. Así se me fue un buen rato.

De pronto, entre el murmullo de la gente, escuché algo ¿Música? Mi mente preguntó y giré completamente desorientada, ¿de dónde provenía? ¿Por qué se me hacía conocida? No era la única que lo oía, todos giraban sus cabezas y comenzaron a amontonarse en las ventanas.

El corazón se me paró al escuchar la voz.

Sting, que estaba también en el tumulto de gente me miró de prisa.

-Ven a ver -. lo oí apenas decir y obligué a mis pies, de pronto, agarrotados músculos a moverse.

Como pude, me abrí paso torpemente entre la gente, porque a pesar de que mi razón iba siempre en desacuerdo con la cosa latente bajo mi pecho, esta vez sabía que era algo real, algo de lo que mi corazón no saldría lastimado después, y entonces obedecía perpleja. Cuando por fin logré llegar hasta la grande ventana, media atontada aun, apoyé las palmas de mis manos contra el cristal, haciendo que se humedeciera por el repentino sudor que desprendieron; posé mi vista en la azotea del edificio continúo y entonces lo vi.

Manual de lo Prohibido; NaLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora