Capítulo 13

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Ese día me levanté, me vestí y salí en busca de un empleo.
Iba recorriendo las calles, paseando y observando atentamente los negocios. Vi un local de ropa en el que buscaban una empleada, perfecto, pensé. Entré, dejé mi currículum con mis datos y me despedí amablemente. Luego hice lo mismo en una perfumería y una tienda de comida rápida, cualquier cosa era aceptable para ganar algo de dinero, por lo menos hasta que termine de estudiar.

Regresé a casa conforme con mi búsqueda.
Al cruzar la puerta encontré a Lu charlando con una chica morocha y ojos color miel en el sofá. Al verme ella corrió hacia mí y me abrazó tan fuerte que casi me dejaba sin respirar.

-Te extrañé tanto primita.- me dijo la morocha.
Me separé de ella. Al notar la confusión en mi rostro dijo - Sé que no me recuerdas, Lu me contó todo, ya tendremos tiempo de charlar. Primero cuéntame, cómo has estado?-

-Muy bien.- dije amablemente. Nos dirigimos al sillón donde se encontraba Lucia.

-Yo me llamo Maria Emilia, Emi según vos, soy tu prima. Prácticamente nos criamos juntas, siempre tuvimos una relación hermosa. Perdón por no venir antes, hace unos meses que me fui a estudiar canto a Milán, la verdad es que me esta yendo muy bien. Estuve hablando con Lu los últimos días para saber de ti, y para comentarle que iba a venir de visita durante un tiempo.- era increíble lo mucho que hablaba esa chica. Pero a decir verdad, me parecía muy agradable, y más aún porque era parte de mi familia.

-Me encantaría que pudiéramos pasar tiempo juntas.- dije sinceramente.

-A mi también.- dijo tomando mi mano.- Podríamos ir a dar un paseo en la tarde, qué te parece?- dijo.

-Es una gran idea.- dije.

Comimos unas pizzas que habían en el horno, entre charlas y risas. Emi, mi prima, era una persona increíble, siempre tenía algo para decir, y el 80 por ciento de esas cosas provocaba que nos riamos a carcajadas hasta que el dolor de estómago nos obligase a detenernos.

Al terminar de comer, salimos a caminar. Le pregunté sobre sus estudios en Milán, y ella me contaba todo con gran cantidad de detalles.

-Cómo es que Lu nunca me habló de ti?- en verdad me llamaba la atención.

-No estuve muy presente este último tiempo. Desde la muerte de la abuela, toda la familia se desunió un poco. Con mis padres nos fuimos a vivir muy lejos y bueno, eso llevó a un mayor distanciamiento. Pero la verdad es que nosotras nunca perdimos el contacto.- dijo.

-Me contarías algo sobre la abuela? Me gustaría mucho saber de ella.- dije rogando que accediera a mi propuesta.

-Esta bien. Pero no le cuentes a Lu, no quiero que me rete después. Ya sabes que a ella no le gusta que averigües cosas que no recuerdas.-

-Lo se. Y eso lo hace más tentador aún.- dije y ambas reímos.

-Bueno, por dónde empezar? Hay tantas cosas que podría contarte. La abuela Mabi era una persona increíble, fuerte y luchadora. De lo más dulce que podría haber existido. Nosotras nos llevamos pocos meses de diferencia, y desde que teníamos 4 años, íbamos absolutamente todos los fines de semana a su casa, y rogábamos por quedarnos a dormir. Por la tarde nos cocinaba sus famosas y deliciosas tortas, en las cuales nos dejaba ayudar, por supuesto. En las noches de invierno, nos servía una rica sopa caliente, y en verano, sus riquisimas supremas con puré.- ahora entendía de donde había salido mi comida favorita.- Luego, antes de irnos a dormir, nos contaba un cuento. El más famoso era el de Caperusita Roja, a ambas nos encantaba, y de vez en cuando, inventaba alguno. La extraño tanto.- dijo con un tono de melancolía.

-Aunque no la recuerde, yo también la extraño. Y me encantaría poder volver a vivir todo eso que me cuentas. Estoy segura que ella dejó una gran huella en mí, según Lu, es mi ejemplo a seguir, la persona por la que yo volvía a levantarme cada día, en cada tropiezo. De verdad anhelo poder acordarme de ella.- dije recibiendo un abrazo de su parte.

Dejamos los pensamientos tristes de lado por un rato y seguimos caminando. Paramos a comprar un helado y seguimos nuestro camino.

-Y...contame algo de vos? Hace mucho no nos vemos.- dijo ella.

-No hay nada interesante para contar.- dije.

-No? Ningún chico que te mueva el piso? Nada?-

-Okey, esta bien, tú ganas.- una sonrisa se formó en su rostro y me miro muy fijamente a los ojos, demasiado diría yo.- Si, conocí un chico, su nombre es Cristian.-

-Y? Ya se han besado?- mis ojos se abrieron como platos. En realidad nunca me había detenido a pensar en eso.

-Emilia! Qué cosas dices? Claro que no. Somos amigos nada más.- tratando de ocultar los nervios.

-Si fueran solamente amigos no me habrías hablado de él, no se te hubiera formado una sonrisa al mencionarlo, ni te hubieras puesto nerviosa al oír lo del beso. Te conozco lo suficiente como para saber que ese chico te gusta, y te gusta enserio.- dijo.

-Bueno...- dije dándome por vencida.- Tal vez un poco.-

-Lo sabía. Quiero saber todo de él.-

-Ni siquiera yo sé tanto sobre él. Cuando pase algo prometo que te lo contaré.- dije.

-Eso espero.-

Se estaba haciendo tarde y decidimos volver a casa.

-Estaré alquilando el departamento de al lado por un tiempo, así que nos veremos seguido. Si necesitas algo o quieres hablar con alguien no dudes a llamar a mi puerta.-

-Lo tendré en cuenta. Gracias por el día de hoy, la pasé muy bien.-

-A vos Agus.- dijo dándome un pequeño abrazo de despedida.

Cuando Emi se fue, me dirigí al cuarto de Lu para avisarle que había llegado. Pero ella no estaba allí, y en su lugar encontré algo que llamó mi atención. Había descubierto que era un persona muy curiosa, cosa que podría llegar a jugarme en contra en determinadas situaciones. Arriba de la cama se encontraba un cuaderno con algunas cosas escritas y, a su alrededor, varias fotografías. Tomé una que me despertó curiosidad. En ella se encontraban dos niños y una mujer adulta que supuse era su abuela.

Mi abuela, mi abuela Mabi

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Mi abuela, mi abuela Mabi. Y esos pequeños niños éramos mi hermano Bautista y yo cuando teníamos unos pocos años. Comencé a recordar ese día, era el cumpleaños de mi abuela, estaba soplando las velitas y mi madre nos tomó esa foto.
Un montón de imágenes en forma de secuencia comenzaron a aparecer en mi mente. Algunos flashes de momentos que eran ajenos para mi hasta ese instante. Empezaba a recordar. Cada paso, cada palabra, cada llanto y cada risa. Cada persona que pasó por mi vida, cada aventura. Los recuerdos invadieron mi cabeza. Las imágenes no dejaban de aparecer, comenzaron a llenarme de vida, de alegría, de emoción.

Hasta que de pronto, de un segundo a otro, esas imágenes comenzaron a hacerse borrosas, y luego solo pude ver la oscuridad.

Recuperando Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora