Capítulo 4.

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Alaska Jones

El viaje duraba exactamente veintiún horas ida y vuelta.

Matt era quien manejaba ahora, mientras Liam dormía en una de las camas que adquiría la casa móvil. Sophie hablaba con su madre por teléfono, asegurándole que todo saldría bien y que volveríamos antes de tiempo.

-¿Hay tránsito cerca?- preguntó Matt, viéndome por el retrovisor.

-Aún no, yo te aviso cuando haya alguno, puedes acelerar un poco más, pero no te abuses demasiado -le dije riéndome.

Liam seguía durmiendo en una de las camas, de la forma en la que estaba de veía muy pacífico, su respiración era lenta y sus facciones estaban relajadas. Nadie habló más durante los siguientes minutos, todos íbamos en completo silencio.

-Parada en cincuenta minutos, tienes que comprar las cosas rápido Alaska -dijo Molly.

-¿Disculpa? Yo me encargo de ir diciendo el tiempo que nos queda, fuiste tú la que se ha metido en esto, así que vas tú - tuve que actuar en defensa propia porque no me parecía justo que yo fuese, cuando a miles costos acepté venir con ellos.

-Voy a ir yo -habló Alexander, ya que pocas veces lo hacía.

-¡Qué va! Si eso es de Molly, deja que ella compre las cosas, Alaska ya ha hecho mucho con venir - dijo Sophie, parecía que llevaba cierta competencia con Molly.

-¿Por qué no te callas?

-Hazlo tú - escupió con desprecio Molly.

-¡Basta! No deben de discutir por eso, va a ir Molly y punto. Que no se hable más - esta vez fue Matt quien habló, parecía ya bastante molesto con la situación.

Todos nos quedamos en un sepulcral silencio, nadie dijo nada más durante el resto del camino, hasta que Matt estacionó en otro pequeño establecimiento. Y así fue, Molly no dijo nada, ni siquiera se negó a bajar, ella entró sola y desde la ventana la veíamos coger las cosas.

-Les voy a confesar algo, ahora que no está Molly -murmuró Matt sentándose en un de los sillones.

-¿Qué cosa? -preguntó Alexander elevando una ceja.

-Me gusta Molly, y muchísimo, realmente ya no sé que hacer cada vez que la veo.

Abrí mis ojos estrepitosamente ante la confesión de mi amigo, no imaginé jamás que él gustase de ella, se me hacía casi imposible imaginar que lo que Matt decía era enserio.

-¿Por qué no se lo haz dicho?- cuestionó Lissa, curiosa, dejando a un lado la computadora donde veíamos cuando había tráfico cerca.

-No sé cómo hacerlo -respondió con un leve rubor en las mejillas.

Reí.

-Nosotros te podríamos ayudar, ¿verdad? - dijo Liam.

-Estoy de acuerdo -respondí yo y los demás asintieron.

-¡Ahí viene! Todos a nuestros lugares y ni una sola palabra - exclamó Matt yéndose a su asiento de conductor, cuando vio a Molly entrar.

Ella dejó las bolsas a un lado de una pequeña mesa, y sacó las botellas de agua y algunas gaseosas para meterlas dentro de una nevera.

-He comprado sopas instantáneas.

-¡Por ese tipo de cosas es que yo te amo, Molly! - chilló Lissa, cogiendo una y metiéndola dentro del microondas.

-No es para tanto - rodó los ojos.

La noche había caído sobre nosotros, y lo único que nos acompañaba era el centenar de estrellas que nos rodeaban en el camino, y la inmensa luna llena que parecía perseguirnos e ir a nuestro lado. Aun nos quedaba dos horas para llegar, y corríamos riesgo de que el señor ya no estuviese en Phoenix. Y no era para menos, las botellas de vino fueron traídas de Europa exclusivamente para la dicha celebración que el instituto organizaba.

La vida según Alaska. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora