Costia

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Klarke se preguntaba qué razón había para que Leksa volviese a querer interrogarla. Ya sabía quién era. Tampoco tenía claro qué necesidad había para que la esposasen al palo en el salón del trono, ¿a dónde pensaban que iba a ir? Sabía que no era una simple prisionera, al menos eso creía. De donde ella procedía a los prisioneros no se les mandaba al sanador. Y sus heridas habían sido revisadas por el sanador personal de Leksa. Había algo en la forma de comportarse de la comandante que hacía que se empezase a plantear si todo lo que había escuchado sobre ella sería cierto.

Hasta sus oídos comenzaron a llegar voces. Podía distinguir el tono autoritario de la voz de Leksa, también reconocía la voz de la mujer morena, Indra recordó que la había llamado de esa forma Heda. Pero el resto de voces no las reconocía. Cada vez sonaban más cerca. La puerta del salón se abrió. Y ante ella apareció la comandante junto a Indra y otra mujer que no reconocía.

-Insisto, creo que es un error- Klarke miraba a la mujer que terminaba de decirle a la comandante que estaba equivocada. En Azgeda si alguien osaba ir contra la Reina terminaba costándole su vida la insolencia cometida.

-Luna, no necesito que me digáis cómo debo actuar- Luna, ahora ya sabía quién era la otra mujer- Soy Heda, y sé qué es lo mejor para mi pueblo. Ahora será mejor que partas hacia tus tierras. Tu tiempo en Polis creo que ha llegado a su fin, al menos por el momento- Klarke sonrió. Le gustaba cómo Leksa imponía su opinión sin quitar la vida de las personas que no pensaban como ella. Indra y Luna se miraron sorprendidas por lo dicho por su Heda- ¿Debo repetir la orden?

-Como digas mi Heda. Pero sigo diciendo que es un error que mantengas aquí a la prisionera. Debería ser devuelta a la reina Nia – Ahora Klarke sabía que ella era la razón de la discusión. La pregunta que se hacía era, ¿qué razón podría tener Leksa para no dejarla regresar a su tierra? Debería saber que el retenerla le traería la guerra con Azgeda y nadie vencía a Azgeda en combate.

-Indra, acompaña a Luna hasta las cuadras. Dispón una escolta con tus mejores hombres.

-No necesito tus guerreros, tengo mis propios hombres. Has cambiado demasiado. Ya no reconozco la muchacha que fue casi una hermana- Luna abandonó la estancia con cierta tristeza. Dejaba tras de sí a una de las personas más importantes de su vida. Sentía que no podía llegar hasta ella, no como lo hacía en un pasado que cada día que pasaba parecía más y más lejano.

-Indra, déjanos solas- La mujer fue a hablar pero Heda alzó su mano, con ese simple gesto Indra agachó la cabeza y comenzó a caminar hasta la gran puerta.

-Si necesitas algo, estaré al otro lado – Leksa hizo un ligero movimiento de cabeza, gesto afirmativo.

Leksa caminó por el pasillo hasta pararse frente a la prisionera. Verde contra azul. Las dos tenían sus miradas clavadas en la otra. Ninguna pronunciaba sonido alguno. Tan solo se miraban, como si de esa forma pudiesen descubrir todo lo que aun no sabían de la otra persona.

-El viejo Rey Jak – Finalmente fue Heda la que comenzó a hablar, sin dejar de mirar los ojos de Klarke quería ver sus expresiones faciales. Leksa sonrió un poco al observar como la joven rubia reaccionaba al escuchar el nombre de su padre- Tu padre- continuó Leksa- Fue un rey justo y querido por su pueblo. Por tu edad, no debes tener más de diecinueve años, poco lo debiste conocer.

-Dieciocho, esa es mi edad- Leksa se sorprendió de que la joven la interrumpiese. Se notaba que en su cuerpo no se albergaba el miedo.

-Dieciocho- Repitió Lexa- lo dicho poco lo debiste conocer. Y a tu madre tampoco, creo que me contaron que ambos murieron la misma noche- Se alejó un poco de la joven, había visto como por primera vez ésta agachaba algo la cabeza. Le dolía escuchar hablar de los que fueron sus padres. Klarke se sorprendió cuando sintió como el grillete de su cuello era soltado- Estarás más cómoda sin él puesto.

Princess Of AzgedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora