—¿Hugo? ¿En serio piensas en tu exnovio en nuestra primera cita? —La irritación es casi palpable en la voz de Emilio. Refunfuña, lo cual hace que aparte la mirada del chico confundido que deambula de un lado a otro de la plaza—. ¿Qué clase de mala broma es ésta?
—No... —Intercalo mi atención entre mi cita y el chico que aparenta ser sólo una ilusión más.
Una ilusión.
—Es sólo eso —susurro. Poso la mirada sobre mis temblorosas manos. El color de mis extremidades se ha vuelto tan pálido como el de la nieve, pero no es eso lo que me preocupa, sino la cercanía de los dedos de Emilio con los míos. Me aparto con brusquedad y me levanto de mi asiento—. Una ilusión, , eso es todo. —Comienzo a reír, esperanzada.
¿Cómo pude notarlo antes? Mi mente me está jugando una mala broma al materializar a Hugo frente a nosotros, es un ingenioso intento por arruinar mi cita, pero mi álter ego no será capaz de frustrar mi oportunidad para comenzar de nuevo. Nunca es demasiado tarde para cambiar. Aún puedo controlar mis pensamientos y permitirme ser feliz, sólo necesito demostrar que el chico de resplandecientes ojos azules es una fantasía que mi mente creó para hacerme tambalear en mi camino hacia la felicidad.
—¿De qué...? —Comienza a hablar, pero lo interrumpo.
—Enseguida vuelvo. —Sonrío—. Sólo necesito tomar un poco de aire.
—Estamos al aire libre... —comenta, confundido.
—Lo sé, pero... bueno, no lo entenderías.
Dejo mi bolso en el asiento, sin detenerme a mirar la expresión de Emilio. Sé que está igual o más confundido que yo, pero sólo necesito demostrar que todo es un fantasma de mi pasado, y que lo paranormal no volverá a ser un factor en mi vida. Estoy cansada de sucumbir ante las adversidades y esconderme detrás de una computadora. Es mi momento, y nada ni nadie, ni siquiera una jugarreta de mi mente, será suficiente para echar mis planes abajo.
Camino hacia el muchacho, el cual continua abordando a las personas de manera desesperada. A pesar de que el fresco aire de febrero atraviesa la ciudad, fundiéndose con los sutiles aromas, la frente de Hugo está cubierta de sudor, y sus ojos desbordan desesperanza. Una sensación bastante familiar para mí. Las personas a nuestro alrededor, al notar al chico extraño suelta palabrerías al vacío, se alejan o toman el camino secundario de la plaza, pudiendo evitar al lunático que sostiene una imagen entre sus temblorosas manos.
Mi corazón palpita con más fuerza entre más me acerco. Siento una ligera opresión en el pecho, acompasada a la sonrisa nerviosa que se dibuja en mi rostro. Por primera vez en mucho tiempo realmente sé lo que estoy haciendo, y me siento feliz con ello. Sé que después de acercarme a él y desmentir a mi mente, mi vida se convertirá en lo que tanto he soñado: algo monótono, aburrido, pero normal. Quizá tendré novio, algunos amigos que conoceré pronto, jugaré para un importante equipo de básquetbol a nivel estatal, y olvidaré mis errores del pasado.
Me detengo de manera abrupta cuando el exquisito aroma a menta embriaga mis fosas nasales. El aire se funde con la fragancia de Hugo y se incrusta en mi sentido del olfato como una puntiaguda hoz. Un golpe de realidad me sacude hasta los huesos.
—No eres real —susurro a menos de dos metros de distancia. Hugo dirige su atención en dirección contraria a la mía, por lo que no se percata de mi presencia—. No eres real —repito, en un vano intento por querer recuperar el valor que segundos antes guiaba todas mis acciones.
No eres real...
No eres...
No...
Entonces sucede.
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A través de una fotografía
Teen FictionLuego de ver el programa Catfish, Alejandra Castillo encuentra un nuevo pasatiempo: jugar con las personas por internet. Para ello, roba las fotografías de su guapísima vecina Miranda, y se hace pasar por una súper modelo llamada Julia Gentilleau, y...