Capítulo XXV

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Nuestro plan es tan absurdo, que consiste en ir por las calles preguntándole a la gente si reconoce a la hermosa pelirroja de la fotografía

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Nuestro plan es tan absurdo, que consiste en ir por las calles preguntándole a la gente si reconoce a la hermosa pelirroja de la fotografía. Me encuentro atrapada entre la espada y la pared. No tengo ninguna alternativa o idea para volver nuestra búsqueda más difícil; lo único que tengo en claro es que no incitaré a Hugo a ir a la parte de la ciudad en la que vivimos Miranda y yo. El segundo dato que me ayuda a esquivar la realidad, es que la división en la que estudia mi vecina no está cerca del centro de la ciudad, y la mayoría de los universitarios son foráneos y vuelven a sus hogares los fines de semana, por lo que es menos probable que coincidamos con algún conocido de Miranda.

Los rayos del sol brillan con intensidad, complemento perfecto para la belleza de la ciudad. Los colores chillones de las camisetas de los turistas compiten contra los coloridos pétalos de las flores. El olor que los múltiples restaurantes desprenden se funden con la frescura del viento. Es un día hermoso, espléndido, pero un huracán de gélidos sentimientos se arremolina dentro de mi pecho.

Hugo se pone unos lentes oscuros, lo que lo hace lucir más guapo y masculino, con las duras facciones de su rostro y su fornido cuerpo ataviado con una playera azul marino ajustada y sus bermudas beige. Es inevitable, suspiro ante su presencia.

Hemos caminado por el centro alrededor de tres horas, preguntando a cualquier persona que se nos cruza por enfrente si conocen a Julia Gentilleau, lo que me parece tedioso y cansado, pero me esfuerzo por ver la parte positiva de todo el asunto: estoy con Hugo. Sin embargo, la realidad repiquetea en mi mente, arruinando cualquier posible esperanza.

Él no está aquí por mí, sino por ella.

Es inevitable que me sienta desganada; el chico de mis sueños está persiguiendo a una chica que no existe realmente, sólo su apariencia. A pesar de que Hugo confesó que está enamorado de Julia por su personalidad y no por su físico, no me atrevo a revelar la identidad que llevo muy dentro de mí. Me gustaría gritarle «¡Hey, tarado! Yo soy Julia, yo soy la chica con la que has estado hablando, yo soy la chica a la que les has dicho tantas veces "te quiero"», aunque sé que no puedo hacerlo, el miedo es más grande que mis ganas de desvelar la verdad. 

Nos detenemos en una tienda de abarrotes a comprar un par de botellas de agua. Me muero de hambre, pero no quiero parecer una niña débil que se queja por todo, así que me limito a sonreír cuando mi acompañante me entrega la bebida y le paga al señor de espeso bigote negro que intercambia su mirada confundida entre nosotros. Ugh, lo sé, un chico tan guapo como Hugo con una chica tan poco agraciada como yo es una escena para memorar. 

Salimos del establecimiento y cubro mis ojos ante el repentino fulgor de los rayos del sol. Por la hora, la posición de las sombras juega en nuestra contra, lo que provoca que el claro suelo refleje la luz contra nuestros rostros. Hugo ríe, y me extiende sus lentes oscuros a pesar de que llevo puestas mis horribles gafas. 

—No es necesario —digo avergonzada. 

—Lo sé, pero me enseñaron a ser considerado con las damas. —Sonríe, al mismo tiempo en que me acerca aun más sus lentes. Suspiro, fingiendo no comprender su detalle, y cambio el accesorio de mi rostro—. Te quedan bien —dice tras darme un rápido vistazo. 

A través de una fotografíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora