Capítulo XXIV

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Es interesante la manera en que un espejo toma protagonismo en mi historia. Meses atrás detestaba ver mi demacrado reflejo, era un martirio saber que hay chicas más hermosas deambulando por la ciudad, mostrando su belleza al resto del mundo, mientras yo me quedaba en casa a cuidar a mi enferma madre o limpiar la casa. Sin embargo, con el tiempo ha cambiado la forma en la que me veo a mí misma. Sé que aún no soy una supermodelo como mi vecina Miranda, ni siquiera he conseguido eliminar por completo el acné de mi rostro, pero el cuidado que he comenzado a brindarme es el primer paso para mi pequeño cambio de apariencia. Me he propuesto dejar de lado la amargura y centrarme en aquellas cosas que puedan ayudarme. 

Porque a todas las personas les gustaría cambiar algo de sí mismos, ¿no? ¿O yo soy la única?  

No importa si el cambio es físico, psicológico o económico, a veces una simple variación en nuestra rutina es lo necesario para comenzar con una nueva vida. 

* * *

El Jardín se encuentra abarrotado por turistas pálidos que caminan de un lado a otro fotografiando lo primero que se les cruce enfrente. La mayoría de ellos se trata de personas de la tercera edad que seguramente no saben en qué gastar el dinero de su jubilación, así que van por la vida derrochando su dinero en viajes caros a ciudades del extranjero. 

—Primer día —digo en voz baja.     

Busco a Hugo con la mirada, pero me es imposible entre tantos rostros. Encontrarnos un sábado por la tarde, en el lugar más concurrido de la ciudad, fue la peor idea que he tenido en mucho tiempo. Camino a paso veloz a pesar de que mi vestido ondea con el viento. Algunas personas me miran, pero no reparo demasiado en ellos. Le doy una vuelta completa al lugar, decepcionada por no hallar esos intensos ojos azules que desprendían tristeza. 

—¡Ale, por aquí! —La ronca voz de Hugo me llama desde el interior del Jardín, donde se encuentra un kiosko rodeado por una docena de bancas de color verde olivo.

 Siento la manera en que mi corazón se acelera, y pido en voz baja que no se note el rojo de mis mejillas. Inhalo y exhalo con premura mientras me acerco a él, pero es en vano, luce tan guapo que cualquiera podría caer rendido ante sus encantos, y yo soy la primera de la lista.

—Hola. —Me siento a su lado con la mayor delicadeza que consigo encontrar.     

—Creí que no vendrías —dice, desanimado. 

—¿Por qué?

—Por lo de tu novio. —Se esfuerza por sonreír, pero no lo consigue. La tristeza que lo embarga es más profunda de lo que quiere aparentar—. Espero no haberte causado problemas con él. 

—Él no... —Una filosa flecha imaginaria se incrusta en mi pecho con el vívido recuerdo de Emilio diciéndome que no es el mejor momento para estar juntos—. No es mi novio.

—Oh, lo lamento. —Recarga su cabeza en el respaldo del banco, mirando fijamente hacia el follaje verde de los árboles. Su atención divaga entre la realidad y sus misteriosos pensamientos—. Es que él mencionó que estaban en un cita. Y la manera en que reaccionó fue la de alguien que está muy interesado en ti. 

—Sí, supongo que estaba interesado en mí.     

Me mira. —Fue mi culpa, ¿cierto? 

—¡No, no! —Enarca las cejas, reprochándome la mentira—. Bueno... tal vez un poco, pero la verdadera culpa fue mía, por ser egoísta, torpe y miedosa. 

 —Dímelo a mí. —Niega por lo bajo—. Dejé que estropearan una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. 

Sus palabras me toman por sorpresa. No esperaba que tocara el tema de Julia tan pronto, ni siquiera estoy segura de querer escuchar lo que hay detrás de nuestra ruptura. Temo que hable mal de la chica de la cual se enamoró, que piense que es extraña o alguna clase de chiquilla malcriada. No sé qué esperar, pero necesito saberlo. Aunque quizá termine por destrozarme aún más. 

A través de una fotografíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora