Capítulo XXIII

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Le veo partir sin tener la oportunidad de detenerlo y preguntarle todo lo que atormenta a mi mente. Sufro un momento de duelo, temerosa de que sea la última vez que pueda ver a Hugo. No sé en dónde se hospeda, o si en verdad vendrá a verme al día siguiente. Quiero sucumbir a la incertidumbre que aprisiona a mi pecho, pero sé que necesito tener un poco de esperanza; el deseo de que él realmente se interese por lo que un día tuvimos, y si no es así, será momento de terminar con todo de una buena vez. 

Desaparece luego de dar vuelta a la derecha, en dirección hacia la Plaza de la Paz, lugar donde yace gran cantidad de hoteles que día tras día reciben la visita de cientos de turistas hambrientos por conocer la ciudad. Dejo escapar un suspiro al pensar que Hugo no vino a pasear, sino a buscar a una persona que no existe como él la conoce. Una tediosa mentira. 

Mi mirada aún sigue clavada en el último punto donde visualicé a mi exnovio cuando la ronca voz de Emilio me llama. No comprendo las primeras palabras que dice, pero noto su tensa expresión. La dulzura con la que me miraba minutos antes ha desaparecido, siendo sustituida por la inevitable furia. Su boca, convertida en una fina línea, ya no sonríe ante mi presencia. En cuestión de varios parpadeares todo ha cambiado. 

—Dime qué demonios fue eso. —Se acerca unos centímetros a mí—. ¿Quién era él? ¿Y qué quería de ti? 

—Es una larga historia —Me limito a responder. 

—Tengo tiempo, el suficiente para escucharla. 

Algunas personas curiosas nos miran desde sus asientos, cuchicheando por lo bajo. El mesero que nos atendió se demora en levantar los platos y el billete que Emilio dejó sobre la mesa para cubrir los gastos de la cuenta. Me parece estar en una escena de telenovela, pero la situación no es favorable para la protagonista. 

—No creo que lo entiendas. —Aparto la mirada de la suya, avergonzada por la decisión que tomé—. ¿Podemos simplemente olvidarlo?       

Niega con la cabeza. —No quiero involucrarme con una chica que parece tener a alguien más en su vida. 

—No es lo que parece —digo en voz baja. 

—Entonces dime quién es él. —Se acerca aún más, lo que provoca que levante la vista y me encuentre con su confundido semblante—. No quiero montarte una escena de celos, pero la manera en que lo miraste me hace creer que estás enamorada de él. 

 —Lo estuve. —Suspiro pesadamente—. Él es Hugo, el exnovio del que te hablé. 

Sus ojos y boca se abren por la sorpresa, lo que no me parece extraño; nadie podría creer que un chico como él haya salido con alguien como yo, una adolescente torpe y desaliñada. Sin embargo, la reacción de mi cita me apuñala como un taladro, él me ha dicho que le parezco hermosa, ¿entonces por qué se sorprende de que alguien atractivo haya fijado en mí? 

—El exnovio que te dejó por otra —dice sin un ápice de empatía—. ¿Y aún así pretendes salir con él mañana? —Frunce el ceño—. Llámame intolerante, pero me parece una estupidez que lo hagas. 

—No conoces toda la historia. 

—Cuéntamela, quiero saber qué te retiene a él. 

—Llévame a casa, te contaré en el camino. 

* * *      

Las personas tendemos a juzgar a los demás sin conocer la historia que ocultan nuestras miradas. Somos expertos hablando, pero pésimos escuchando. Nos limitamos a hacer hipótesis y criterios con las apariencias superficiales,  sin detenernos a buscar más allá de lo que vemos a simple vista. Al final de cuentas, ¿quién lo haría? Si lo único que nos interesa es encontrar a alguien de quien nos podamos mofar sin futuros remordimientos. Detrás de cada rostro se oculta un sentimiento. Una sonrisa puede ser el disfraz de la depresión, y un ceño fruncido quizás sea la manera de disimular el sufrimiento. Nadie lo sabe, nadie frena a preguntar "¿Estás bien? ¿En qué puedo ayudarte?", no lo hacemos porque no obtenemos ningún beneficio de ello. Pero el día en que nosotros estamos mal, deseamos que alguien se compadezca de nuestro dolor. Qué ironía tan más común. 

Sabía que Emilio me comprendería, pues notó algo en mí que los demás no. Durante el trayecto no habló, se limitó a escucharme y a asentir en algunos puntos de la historia. Sus manos iban tensas sobre el volante, su espalda erguida sobre el respaldo del asiento, y su mandíbula tensa al compás del chirriar de sus apretados dientes.  Estaba molesto, era más que claro, pero su curiosidad rayó en los motivos por los cuáles comencé con el juego. 

—Pura diversión —repito en voz baja la respuesta que le brindé horas antes. 

El techo blanco de mi habitación se ha convertido en mi entretenimiento principal. Anhelo utilizar la computadora, quiero saber si Hugo se ha puesto en contacto con Julia o conmigo, pero las últimas palabras de Emilio me detienen. Aunque intento no pensar en ello, la escena se repite una y otra y otra vez en mi cabeza. El recuerdo es punzocortante, más afilado que una misma navaja. 

—Comprendo que te sintieras sola, pero eso no te da el derecho de lastimar a otros. 

—Lo sé.

—Necesitas decirle la verdad a ese chico. 

—Lo sé. 

—Y... creo que no es el mejor momento para que estemos juntos. 

 —Eso también lo sé.   

 En un momento creí que no me importaría la inevitable separación de Emilio, pero pensándolo mejor, me siento un tanto vacía. Como si una parte de mí de nuevo se desvaneciera. Es triste saber que mi felicidad depende de todos, menos de mí. Supongo que es un tema que debería de hablar con María, pero creo que debo guardármelo un tiempo, sólo para conseguir asimilarlo y poder decirlo en voz alta, puesto que todo me sigue pareciendo un sueño. 

Tengo miedo. 

Si Emilio reaccionó así, no quiero imaginarme la manera en que Hugo explotará cuando descubra que detrás de esa chica hermosa que conoció por Facebook, me encuentro yo, un patito feo y desamparado. 

Llegué a creer que no volvería a contar el tiempo restante para encontrarme con Hugo, pero de nuevo estoy aquí, contando cada tic tac del reloj, observando cómo se marcha el tiempo, y se acerca el fin. 

Restan doce horas para que empiece una nueva clase de juego: encontrar a una chica que no existe.   


A través de una fotografíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora