➳Especial: leyendas urbanas (6)

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UN PERRO LLAMADO "GAUCHO"

En la década de 1960 y primeros años de la siguiente transitó por las calles de Durazno el perrito "El Gaucho", transformándose en verdadera leyenda viviente para los vecinos de esa ciudad uruguaya, como para los visitantes que tomaban conocimiento de su historia, ya que por su nobleza fue muy conocido y querido por el pueblo de esta ciudad.

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Su dueño lo llamó "Gaucho", ambos vivían en la localidad de Villa del Carmen, y fueron muy unidos. Un día el amo se enferma y debe ser trasladado a Durazno para ser internado en el Hospital Dr. Emilio Penza de una enfermedad grave.
Fue entonces que el Gaucho quedó solo y se largó a caminar por el camino que recorrió su dueño. Cruzó humedales y arroyos, recorrió más de 50 kilómetros de distancia hasta que llegó al lugar donde se encontraba su dueño internado, allí se quedó acompañándolo sin alejarse del lugar, porque él era su amigo de la vida.
Los vecinos y personal del hospital lograron conocerlo por su inseparable presencia y su gesto de nobleza. Cuando el amo fallece, en la sala se escucha al Gaucho llorar con remordimiento al igual que días atrás cuando su dueño se quejaba de algún dolor que sufriera.

Aquel perro de pelo casi oscuro y de ojos tristes lo acompañó durante su velatorio y hasta el lugar donde recibiría sepultura.

Durante más de 30 días el Gaucho custodió aquella sepultura para luego salir en las mañanas a recoger algún alimento que el pueblo le brindara.

Recorría las calles, para volver de tarde otra vez junto a la tumba de su dueño allí en el Cementerio.
De esta manera vivió mucho tiempo, haciéndose querer por la gente y los niños.

Cuando el animal fallece la gente de la zona tiene un gran pesar al conocer la historia de fidelidad del can. El pueblo de Durazno le ha rendido su merecido homenaje labrando un monumento en bronce para que jamás sea olvidado, el que se encuentra al frente del cementerio local, donde descansa su querido dueño.

EL FANTASMA DEL MUSEO BLANES (multimedia)

El edificio que ocupa el Museo Blanes pertenece al período del siglo XIX. El ingeniero Juan Alberto Capurro, formado en el Politécnico de Turin, diseña en 1870, para quien era entonces el propietario del predio, el Dr. Juan Bautista Raffo, una villa "palladiana" y el jardín se organiza de acuerdo a las pautas de la paisajística francesa.

Valiosas especies vegetales, aún hoy en pie, ván conformando un pequeño parque. Pocos años después, el lugar se vincula a peculiares figuras de la sociedad montevideana.

En 1872 es adquirida por Clara García de Zúñiga, quien gustó escandalizar a la "aldea" con sus desplantes amorosos, naciendo allí, en 1875, su hijo Roberto de las Carreras, el célebre dandy del novecientos.

Cansado de los continuos amoríos de Clara, su marido manda construir el altillo (de la multimedia) y encierra ahí a su esposa.

Clara permanece encerrada en ese altillo años sin poder salir, por lo que se enajenó mentalmente, y aunque en un par de ocasiones logró escapar, fue recapturada y murió en ese mismo lugar.

En 1929 la municipalidad adquiere la villa a sus últimos propietarios, la familia Morales, para destinarla a museo, encargando al arquitecto Eugenio Baroffio las obras de reforma y ampliación.
Baroffio mantiene y continúa el lenguaje ecléctico historicista del diseño original, dejando intacto el cuerpo frontal del edificio y construyendo dos grandes salas posteriores con un claustro
porticado entre ambas.
El edificio es Monumento Histórico Nacional desde 1975, y hoy un testimonio vivo de aquellas villas de fin de siglo, rodeado del denominado Jardín de los Artistas.

Pero lo mas escalofriante del caso es lo que relato a continuación: Luego de convertida en Museo, en la casona empezaron a suceder extraños fenómenos.
Cuadros que se caían de las paredes, mobiliario que aparecía corrido de lugar, ventanas que se abrían solas y portazos inesperados.

Y lo que mas les helaba la sangre a los funcionarios del museo eran los sonidos hechos por el piano, como si alguien invisible lo estuviese tocando

Los empleados del lugar se dieron cuenta que estos fenómenos se sucedían cada vez que cambiaban el cuadro de Clarita de lugar (el que aparece en la foto, y que fue pintado por el mismísimo Blanes) para las diferentes exposiciones.

Se decidió dejar entonces el cuadro en el lugar original y no volverlo a tocar.

Hablando con la empleada de la biblioteca, me contó que no solo no lo mueven, sino que tampoco lo tocan, pues quien lo hace alguna desgracia sufre.
También se dice que cuando algún caballero buen mozo pasa frente al cuadro, los pícaros ojos de Clarita lo siguen.

Es muy curioso el efecto que produce la mirada de la dama en cuestión, y no solo personalmente.
Fijen su vista en el cuadro durante un rato y verán la extraña sensación que produce.

Al día de hoy cuando se inaugura alguna exposición nueva, al otro día algún cuadro aparece en el piso. Según dicen es solo otra picardía de Clarita, que aburrida como está decide jugarle bromas a los serenos del Museo, que ya a esta altura se la toman en solfa y al reponer el cuadro en su lugar, reprenden a Clarita, como si ya fuese una vieja amiga.

¡Ho-hola! Llegamos al fin de este especial... ¿qué les pareció?

¿Alguien fue al museo Blanes alguna vez? Yo sí, cuando estaba en segundo y... nos contaron esa historia y todos estabamos: ¿¡What!? Y cuando pasabamos en frente de la puerta que da al altillo de Clarita, nos daba cosita porque estaba cerrado y nos decían que no se podía entrar... yo y mis amigos queríamos entrar :v Sin mencionar que veíamos el cuadro y nos cagabamos de miedo, lol. Les juro que veía los ojos de Clarita moverse, ¡LO JURO, NO ESTOY LOCA! ¡SOLTÁME NESTOR! ahreno.

PD: ¿Alguien fue a clases? Yo fui obligada, quería seguir durmiendo -.- Pero en mi liceo contaron las faltas, así que los que faltaron tienen la falta, MUAJAJAJAJJAJA.

Hasta el próximo capitulooooooooo, abrazos R5erossssssssssssss,

>>Romi<<

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