Su padre nos dejó en la central camionera a las 5:50 de la mañana. De rato ya estábamos acomodados en los asientos.
- ¿Cuándo hagas tu receta de magia, me vas a dar a probar?
Me quedé callado.
- Un novio no debe de guardarle sus secretos a "su chica".
- ¿Ya somos novios? ¿Desde cuándo?
- No lo sabes, ya cuando dos chicos de nuestra edad hacen un viaje "así" es porque son novios.
- ¿Y qué hacen los novios?
- No tienen secretos, y se dan besos... O ellas permiten que ellos las acaricien aquí.
Tomé su pequeña cabeza de niña rica y la acerqué a mi boca. Tenía tanto miedo. Yo. Ella sabía lo que iba a pasar, lo estaba esperando. Me paralicé. Ella no, con fuerza sus manos vinieron por mí y con su fresca lengua rozó mi labio inferior.
Ella era mandarinas, refresco mineralizado de mandarinas. Sabía a caramelos americanos y a nieve de zarzamora... Era tan fresca... Creo que me perdí. Años después todavía me preguntó si no me drogó con un poderoso brebaje de fresas y piñones; si no, con maldad insidiosa o lujuria, puso en su cuello pócimas de flores de invierno y musgos de Escandinavia.
Estaba despertando los más tenebrosos y arrebatados impulsos de animal que había en ese hombrecito loco que era yo.
- ¿Te puedes imaginar que al rato, cuando vengamos de regreso, tú y yo vamos a estar completamente juntos?
- Te refieres a "eso".
- Tú, adentro de mí.
Tenía que hacerlo... Sin embargo, lo intuía, ella era mi perdición. En ese momento pudo haberme pedido que matara a mi mejor amigo y lo habría hecho, pues estaba fuera de mí, completamente embelesado por sus maneras.
Ahora lo sabemos, no es la belleza ni las formas suaves lo que hace que una mujer domine por completo a un hombre. Son sus maneras. La forma de mirarte, la suavidad de sus dedos en tu cuello y hombros, las promesas que casi te hace al entreabrir la boca y el discreto (frío) soplido de sus labios en tu cuello...
Llegamos al Mercado de San Juan después de un par de transbordos en el metro... Ella lo conocía todo y se movía por la ciudad casi con fastidio. "Espérame aquí", me pidió, "voy a hacer mis propias compras". Aproveché su ausencia para agenciarme de otros ingredientes que vislumbré por el libro en la noche anterior.
- Los novios se dicen siempre toda la verdad – Me reprochó al abordar el camión de regreso.
- Tú no me la has dicho a mí. ¿Qué compraste?
- Nada – Respondió con descaro. - ¿Y tú? Hasta aquí me apestan las flores de florifundio que traes en la bolsa roja... Si no me dices, no podré ser bien tu novia cuando empiece a anochecer.
Ella no me quiso decir, yo tampoco... Tal vez nos estábamos probando.
- ¿Sabes una cosa? Ya no quiero ser tu novia.
Se volteó, permitió que la abrazara y dormitamos callados o distantes. Yo entre sus rubios cabellos y ella rodeada de mis brazos heridos, estaba aprendiendo a entender el desprecio.
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EL MALDITO LIBRO DE COCINA DE MI TÍA ABUELA.
Mystery / ThrillerEn minicapítulos voy a compartirles cómo fue mi acercamiento a la magia y a las mujeres, al mismo tiempo, cuando tenía 12 años... Ambas cosas fueron traumáticas. Les pido que tomen con respeto estos dolorosos momentos. La obra está registrada en S...