21 jamás nada volverá a ser igual...

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Frente a mí, con satánica maldad, mi tía Sara – en ese momento en coma- paseaba por su cocina buscando su taza consentida. Prendió la estufa y puso un pocillo que auguraba una larguísima noche de pavor.

Ella estaba en coma. ¿Cómo podía entonces levantarse y prepararse café frente a mí? Yo, desnudo y avergonzado, parado en medio de su desayunador, sorprendido por mi "novia" y mi tía Sara, bruja –ahora lo sabía-, cuando intenté en una marrullería saciar mis bajos y púberes instintos de placer.

Vació el agua hirviente en su taza, se volteó. Por fin le pude ver la cara, era ella, pero desprendida del poco amor que alguna vez me tuvo. Sus ojos se metían en mi alma, parecía que algo quería sacar de lo más recóndito de mi ser. Y sin embargo no podía cerrarlos. Incluso lo intenté. En ese momento el hechizo ya había llegado a inmovilizar hasta mis párpados.

Caminó renqueando, arrastrando sus craquelantes pantuflas, hasta poner su inmensidad a paso y medio de mi total y vulnerable desnudez. Con su gélida mano alzó mi cuello para dejar caer el peso de su mirada sobre la mía, aprovechándose de su enorme presencia y de mi congelamiento. Me miró despreciativa y dijo con dureza y con su insoportable y estridente voz ronca.

- En tu puta vida vuelvas a intentar aprovecharte de una mujer, miserable.

Entonces, recordé con horror que ella había sufrido no sé qué evento execrable con un hombre. Algo que pasó a condicionar a toda mi familia con la típica dinámica mórbida de aquellos que viven bajo la tiranía del secreto. Su cara era de odio, en sus ojos anidaban iras incomprensibles o resentimientos que muy pocos mortales pueden presumir que soportarían.

Juró que en ese momento me oriné. La vulgar expresión de "trágame tierra" no se puede aplicar a lo que yo sentí. Intenté escaparme a la locura, a la fantasía, intenté escindir mi endeble personalidad, pero estoy seguro que sus quiméricos poderes ancestrales no me lo permitieron.

Quería que Dios o el Diablo llegaran en ese momento por mí. Quería morir o ser juzgado aunque fuera por el más injusto de los tribunales de la muerte. Quería a toda costa terminar. Anhelaba un muro negro, la inexistencia, el no pensamiento... Anhelaba morir.

Desde ese día anhelo morir.

-Si quieres tocar un cuerpo, imbécil, toca el mío. No el de esa tierna mujercita cuya única falta es amarte. Esa niña te ama, idiota... Esa niña no es una bruja todavía, sino un alma tierna que todas las noches sueña con tu sonrisa. No te atrevas a hacerle daño.

Mi tía Sara sabía, estoy seguro, que yo ya no era un niño inocente, que mi alma –desde entonces- estaba hecha de ese rancio desencanto con el que veo la vida.

Váyanse, lectores, lo que confesaré en el siguiente capítulo les desmoronará esas endebles creencias que permiten al común de los mortales la falsa e inocente afirmación de que este mundo tiene las más mínimas certezas.

Las breve líneas del siguiente capítulo bastarán para cambiar sus rostros, les prometo que aparecerán arrugas de amargura que dividirán en dos sus pálidas mejillas. Sí, el simple conocimiento de los actos que pronto describiré, como una forma de vengarme con el universo por mi devastadora suerte, serán suficientes para doblar para siempre sus caras; ahora, imagínenlo, metiches lectores, cómo estos eventos horadaron el libro de la historia de mi vida.

Desde entonces siento que camino completamente partido en dos, abierto en canal, con una herida mortal en mi alma.


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⏰ Última actualización: Aug 18, 2016 ⏰

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EL MALDITO LIBRO DE COCINA DE MI TÍA ABUELA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora