18 Hechizo inmovilizador

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De entre todos los hechizos, había uno especialmente interesante: conjuro para inmovilizar... Tenía los ingredientes, todavía me quedaba un buen puño de chicatanas, el gordolobo lo podía encontrar hasta por cinco pesos en la Plaza de San Agustín. Y el resto de los componentes eran tan comunes que por menos de cuarenta pesos –de aquel entonces- los podría surtir en la Comercial Mexicana, un supermercado que ha sobrevivido por muchos años en el país.

La siguiente tarde, otra vez en casa de mi tía, ya lo estaba preparando... Con perfección, obsesivamente, midiendo con las cucharitas graduadas o en los tazones esmerilados en onzas y en gramos.

El resultado lo metería dentro de un sándwich y se lo daría a comer en su siguiente visita. ¿La desnudaría? Claro que sí, la desnudaría completamente. Ella toda inmóvil. Yo besaría sus mejillas, su nuca y acariciaría sus brazos. Tal vez también yo me desnudara, pensé. Pondría mi cuerpo junto al suyo y sentiría por completo su tibieza y suavidad... Y después, no sé qué podría pasar.

Volvió a llamar aquella noche, volvió a llegar a los veinte minutos.

Y yo le di su sándwich y ella se lo comió cándida mientras yo devoré nervioso el mío... Al terminármelo acercó su silla a la mía y me dijo bien tranquila:

- Cuando llegué a tu casa noté un aroma especial, producto del cocimiento de la harina y el gordolobo. Y me pregunté, ¿qué recetas podrían requerir tal preparado? Y aún no lo sé, pero por si las dudas, te distraje y cambié los platos... Ahora voy a saber qué me quisiste hacer.

No le pude contestar.

- ¡No es cierto! ¿Me quisiste aplicar, a mí, el hechizo para inmovilizarme por una hora? ¿Para qué?

Mis ojos le han de haber revelado mi vergüenza sexual. Intentaba desviarle la vista para no delatarme. Pero su cabeza iba tan rápido.

- Tal vez querías desnudarme – clavó su mirada en mis ojos y encontró su respuesta-. Bueno, tan fácil.

Se quitó su suéter lentamente. Se quitó los zapatos y la falda, el brasiere, los calzones y hasta los aretes. Era un animal blanco y rubio, vigoroso. Todo en sus carnes era fuerza absoluta.


EL MALDITO LIBRO DE COCINA DE MI TÍA ABUELA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora