Capítulo 9

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Elisabeth salió del edificio. Dany seguía a su dueña de cerca. La extrañaba a pesar de que solo habían pasado unos días.

—Arriba—dijo Eli ayudando a la perra a subir al coche, un todoterreno al que la animalita no podía subir.

—Arriba—dijo Eli ayudando a la perra a subir al coche, un todoterreno al que la animalita no podía subir

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—Tu coche es demasiado alto para que cuides de ella—Lorenzo comentó.

—Es el que me ha tocado y es el mejor para conducir por la ciudad y sus alrededores—Elisabeth respondió molesta por los incesables comentarios de su tío, pues siempre había estado en contra de su marcha a Italia—. Ya hemos llegado—dijo frenando el coche.

Se bajaron del vehículo y entraron en la oficina. Caminaron por los pasillos concurridos del edificio hasta llegar al despacho común.

—Buenos días—Lorenzo saludó entrando.

—Buenos días—saludaron los que estaban dentro sin fijarse quien entraba.

—Chicos, él es mi tío. Lorenzo Fabbri—Elisabeth dijo.

—Ya lo conocemos—Nina se acercó a él—. Un gusto verte de nuevo.

—El gusto es mío de poder volver a Roma—añadió Lorenzo.

Elisabeth intentó mantenerse alejada de esa conversación y no pudo evitar ver a Kira y a Dany jugar. Una sonrisa se escapó de sus labios. Revisó los papeles que había en su mesa y se encontró con los informes de la autopsia.

—Heridas de lucha en cuello, heridas de arma blanca en las piernas sin cicatrizar y las heridas de armas de fuego que vimos—dijo hablando para sí—. Un auténtico laberinto—esta vez se dirigió a los presentes—. ¿Lo han identificado ya?

—Se llamaba Daniel, era estadounidense y estaba de paso por la ciudad—Nina se dirigió a su compañera para entregarle una foto de la victima—. Era empresario a pesar de tener 19 años. Sus padres murieron cuando tenía 12 y todo pasó a sus manos.

 Sus padres murieron cuando tenía 12 y todo pasó a sus manos

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—¿Tienes su dirección?—Elisabeth preguntó. Patricia asintió—. Bien. Iré por allí. Mándenme el informe del equipo de huellas al fax de mi casa—informó a Alberto—. Tendrás que ir caminando o con uno de mis compañeros. Llegaré tarde a casa.

Salió seguida de Dany y entró al coche para ir a la dirección que sus compañeros le habían enviado. Se bajó y llamó a la puerta de la casa. Una joven, de unos 18 años, abrió la puerta.

 Una joven, de unos 18 años, abrió la puerta

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—Hola—la chica saludó acomodándose la ropa—. ¿En qué puedo ayudarle?

—Soy Elisabeth Lewis, de la policía judicial—Elisabeth mostró su identificación—. Estoy aquí porque me han dicho que vive un chico llamado Daniel Edwards.

—Sí. Soy su compañera de casa—la chica se puso nerviosa—. Mi nombre es Amanda Brown.

—Ámanda, la noticia que te tengo que dar es un poco dura—Elisabeth se detuvo—. Han asesinado a Daniel.

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