III

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Presuroso, Superior Iron Man arribó en uno de los tantos helipuertos ilegales de Manhattan, había quedado con unos amigables terroristas interesados en comprar armería de su manufactura, tras encontrarse tremendamente desprotegidos luego de un ataque por parte de las fuerzas de Alexander. Stark no hizo más que sonreír mientras acomodaba el pliegue de su costoso saco Armani indicándole con una seña a Steve que bajara del avión y le siguiera. Ambos de traje, Tony con sus características gafas de sol con cristales rojos y Rogers enfundado completamente en negro, un pañuelo escarlata se asomaba de la solapa del bolsillo superior de su americana. El mercenario lucía imponente, despidiendo un aura mortal por donde quiera que pasaba.

Un hombre con cara de pocos amigos les invitó a pasar a una sala bastante apartada de la entrada, una vez dentro, el moreno se aventuró a tomar asiento en uno de los amplios sofás de estilo vintage, no sin antes soltar un chiste cuya referencia hizo que el Capitán gruñera en respuesta por lo bajo. Éste permaneció estático, parado cual farol a lado suyo durante toda la charla con el cliente.

—Tres millones.

—¡¿Estás loco?! La base es una mierda y ¡tú me pides semejante cantidad! Entiendo que tus productos sean de la más alta calidad, Stark, pero no puedo pagar tanto. Incluso aunque no nos hubiesen atacado, dispondría de medio millón exageradamente.

—Podríamos llegar a un acuerdo...El territorio que perdiste, dámelo a cambio.

—¿Qué? ¿De qué te sirve a ti un pedazo de tierra? —El barbudo punk—apodo otorgado por el genio—estaba que no cabía en su ostentosa silla dorada, pasándose las manos por su cabello verde limón en señal de desesperación. El pobre ni siquiera era el encargado, de hecho, ni a eso llegaba, del jefe no quedaba más que la bandana roída que traía en la cabeza—signo que lo diferenciaba de los demás—, muriendo traumáticamente en una de las tantas explosiones del atentado. —No es una zona muy fértil, en realidad el terreno está devastado y...

—Te envié el contrato de compra-venta al e-mail del que me escribiste, tienes veinticuatro horas para firmarlo, de lo contrario Los Vengadores irán a por tu gente. —Exasperado, el castaño le cortó abruptamente, dispuesto a salir de ahí sin ninguna baja, a decir verdad, no le apetecía ver gente morir ese día, algo bastante inusual en su rutina.

—Los Vengadores no asesinan personas, hasta donde tengo entendido...

—No, pero H.Y.D.R.A. sí, ¿o es qué no te bastó con perder a tu...padre? —Escupiendo las palabras casi con desprecio, Tony se levantó horondo, caminando parsimonioso hacia la puerta, el terrorista se enfureció tanto con el comentario que le tomó fuertemente del brazo, gritando una orden en idioma desconocido a sus nuevos subordinados, pronto el millonario tuvo un par de escopetas contra la cabeza. —Steve...Cariño, te toca.

Segundos, no, más bien décimas, en los que los cuerpos de los asesinos cayeron con un golpe seco, azotando el silencio en la estancia. Uniéndoseles inmediatamente los tres sujetos al fondo y un cuarto que vigilaba la salida por el exterior, todos ellos sin vida. El líder por su parte yacía preso entre el fuerte agarre del musculoso brazo del militar, despidiéndose del oxígeno que poco a poco abandonaba sus adoloridos pulmones. El moreno se apiadó de su víctima y con un movimiento de cabeza le ordenó al rubio lo liberara.

Habla ahora o calla para siempre. —Mirándolo fijo desde arriba, ya que el pobre tipo se dejó caer de rodillas en el suelo, luchando por respirar. Cuando hubo recobrado la compostura, alzó la vista enfrentándole.

—Los rebeldes no mentían...Tony Stark e H.Y.D.R.A. son una...Primero mandas a sus perros a herirnos y vienes tú después como una especie de bálsamo... ¿Nunca pensaste que podrían reportarte con Los Vengadores? —La carcajada que resonaba por las cuatro pareces de la habitación le heló la sangre, observó cómo los labios de su captor esbozaban una sonrisa ladina a tiempo que las cerúleas irises del ingeniero centelleaban cristalinas por tanto reír.

Ay, dulzura... ¿Quién crees que me envió? —Tomándole del mentón para apreciar desde un mejor ángulo el terror de su presa, continuó. —Todo esto—Señaló a las figuras inertes, pateando al más cercano, pisando luego su cuello roto, provocando un sonido desagradable. —Se hubiese evitado si no fueras tan ingenuo.

Un jadeo, posible sustituto de un grito ahogado en su adolorida garganta fue lo último coherente que salió de su boca antes de que la seriedad se apoderara del rostro del hombre de hierro y las pupilas de Rogers se dilataran de deseo.

—Mátalo.

Tras un alarido concluyente, desalojaron el lugar rumbo al hangar, en espera del jet privado que los llevaría de vuelta a la mansión Stark, Tony volvió a ponerse las gafas, revisando la fecha y hora de su siguiente cita de negocios en su teléfono, Steve sacó un par de cigarrillos del bolsillo interno de su chaqueta de cuero negro, ofreciéndole uno al más bajo que no dudó en aceptar, luego de prenderle fuego al propio, se acercó para juntar la punta con la de su contrario y encenderlo también, gesto que hallaba sensual, puesto que era algo que al terminar las arduas sesiones de sexo, efectuaban. Unas cuantas caladas y los anillos de humo con aroma a tabaco mentolado aparecieron, sacándole una mueca aburrida a Stark por lo antiguado que se le antojaba eso.

—¿Para qué quiere S.H.I.E.L.D. más territorio? Acaso ¿La mitad del mundo ya no le es suficiente?

—No es para S.H.I.E.L.D. ni para Los Vengadores tampoco.

—¿Entonces? —Cuestionó el soldado con una ceja alzada.

—Digamos que...Quiero expandirme, ¿no te gustaría follar hoy en New York y al día siguiente en Italia? No sé tú, pero creo que es una nueva forma de romper la rutina. —Un guiño y el tono sugerente bastó para que el más alto se acercara y soltara una nueva bocanada, abofeteando como rapé sus fosas nasales.

—Dudo mucho lo quieras para eso, ¿qué planeas, hojalata?

—No es de tu incumbencia, bonito, a no ser que quieras quedarte sin paga. —Amenazó.

—De hecho, no me pagas por hacer esto. —Declaró arrogante, mirándole por sobre el hombro.

—Pero sí que puedo recompensarte, tu monumental trasero en el avión, ahora. —Pidió antes de subir por la pequeña escalera y desaparecer de su rango de visión.

—Creí que no te gustaba que te vieran mientras te parto el culo...—Sus palabras quedaron en el aire al darse cuenta de que nuevamente su chófer sería el piloto automático, otra puta máquina, pensó. Desconociendo la razón, sintió la ira carcomerle las entrañas, ignorando olímpicamente al moreno que de piernas abiertas reposaba en una especie de diván. Era una aeronave de lujo, podría tener ahí hasta una cama, cualquier cosa.

Arrástrame a esquinas oscuras donde las miradas ajenas nos evitan.

Dos horas de viaje trascurrieron para llegar a San Francisco, llenas de incomodidad y tensión a nivel asfixiante, Superior Iron Man bajó, funfurruñando como fiera por semejante ofensa, comportamiento evidentemente actuado, pues Tony Stark siempre planeaba algo, observando por el rabillo del ojo como el Capitán se sumergía en un mar de pensamientos, decidió que un acto de filantropía no le vendría mal, jalándole de la manga y prácticamente correr hasta el corredor que contaba el privilegio de ser un punto ciego para las cámaras de la lujosa torre.

Rogers quiso defenderse, pero su mente al procesar que se trataba del castaño, desactivó toda defensa, rindiéndose antes esos labios hábiles que le devoraban los suyos con movimientos candentes, humedeciéndolos con la lengua que comenzaba a abrirse paso por su cavidad. Percibió como la temperatura se elevaba con cada rose de sinhuesos, embriagándose del sabor metálico de la sangre de Tony al morder sus labios entre beso y beso.

¿Cómo se supone que lo resista?

Enciendes la mecha y pierdes la vela.

Sus manos repasaron expertas los puntos sensibles de cada uno al librarse de las estorbosas prendas, manchando uno de los muros del pasillo principal con la semilla de su pecado.

El pan de cada día con el que siempre era alimentado.


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