Antigio - Capítulo IV (4)

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IV

- ¿Cómo se encuentra padre?

- ¡Hombre! La verdad es que después de seis horas viajando en coche, mi cuerpo está un poco agarrotado.

- Enseguida paramos para repostar y de paso estiramos las piernas.

Este coche sin duda era genial para circular por la ciudad pero en cuestión de trayectos largos…no era el más adecuado. Las enrevesadas carreteras de Sevilla, ya quedaban atrás. Aunque la luz del sol hacía horas que se había escondido, encontramos bastante tráfico cruzando el puente del río Guadalquivir. Las luces de los edificios de la gran ciudad, se difuminaban cada vez más mientras nos acercábamos a la frontera con Portugal. A pesar de todo, sólo intentaba imaginarme la escena del crimen sin tener ni idea de cómo era ese lugar. ¿Sería relevante la localidad? ¿Existiría un vínculo oculto entre las dos víctimas? La primera, la encontraron bajo un puente en España y la segunda en una fortaleza en el país vecino; ¿pretenderá el asesino infundir terror a través de un simbolismo?

            - Voy a señalizar a nuestros guías que vamos a coger la próxima salida para repostar.

Eran ya casi las tres de la mañana. Estirar las piernas, más que una buena idea, se trataba de una necesidad. El inspector puso el intermitente y nos alejamos de la autovía hasta la estación de servicio. Cuando salí del coche, decidí dar un corto paseo hasta la orilla de la carretera. La media luna, arrojaba una suave luz sobre las copas de los pinos que parecían más negros que verdes. Un girasol yacía en el suelo marchitándose, sus escasas hojas y su corazón falto de pipas mostraba los estragos de los feroces ataques de los hambrientos pájaros; una sensación de tristeza recorrió mi mente mientras hacía unos estiramientos de forma disimulada. No hacía mucho calor y soplaba un poco de aire que a decir verdad, hasta me parecía refrescante. Mientras esperaba que el inspector pagase, una ráfaga de viento congelado me golpeo la cara y tuve la sensación de que alguien me estaba susurrando algo al oído. Me quedé paralizado; ¿era posible en esta época del año un viento tan frío? Mis entrañas se encogieron hasta que todo mi cuerpo empezó a dolerme mientras tenía la extraña impresión de escuchar dentro de mi cabeza la palabra “miedo”. Miré a mi alrededor asustado y confuso. Debía ser el cansancio del viaje. Sé que la batalla en el cielo entre el bien y el mal aún se estaba librando pero lo que yo sentía no podía ser más que cansancio. ¿Me estarían afectando las macabras imágenes de las víctimas? Nunca antes me había sentido de esta manera, debería haber una explicación lógica a lo que me sucedía.

- ¿Listo padre? He comprado unos bocadillos y unos refrescos.

- Voy inspector…

Pensándolo mejor, también cabía la posibilidad de que simplemente tuviera hambre. Fuese lo que fuese ya estábamos otra vez en el coche camino a Portugal. Nuestros guías también habían repostado y nos esperaban en la salida de la gasolinera. Mientras nos alejábamos, empecé a sentirme mejor y decidí no darle más importancia a lo sucedido aunque la inquietud tardó un rato en desaparecer por completo.

- Espero que no esté muy cansado inspector. Me turnaría con usted para conducir pero resulta que no sé.

- ¿No sabe conducir?

- No hijo mío.

- A propósito padre; me puede tutear.

- De acuerdo inspec… quiero decir Eduardo, a mí también me puede tutear.

- ¿Cuál es su nombre padre?

- Vicente.

- La verdad es que me esperaba un nombre más pomposo como Benedictino o Aureliano.

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