Antigio - Capítulo XXIV (24)

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XXIV

El sol asomaba dando comienzo a un nuevo día. Se notaba que estábamos rodeando la ciudad de Viena por la parte sur. No tardamos en divisar el Danubio; uno de los ríos más largos de Europa. Para ser más concreto, es el segundo, después del Volga. No era la primera vez que visitaba esta hermosa ciudad y su encanto me había enamorado. Por desgracia, esta era la primera vez que pasaba por sus calles con cierto sentido de resentimiento y amargura. El grandioso río había marcado fronteras, protegido ciudades, levantado imperios y alimentado a generaciones. Muy pronto sería testigo de un acontecimiento que no alteraría la trayectoria de sus aguas pero sí me afectaría a mí.

Pasamos al lado de la zona deportiva de la ciudad y tras unos minutos, aparcamos cerca de unos pisos que se encontraban en la orilla del río. David se bajó del coche y cogió su teléfono móvil. Empezó a mirar a su alrededor y a caminar en pequeños círculos sin dejar de echarnos alguna mirada de vez en cuando. Al rato, colgó el teléfono y nos indicó que saliéramos del coche.

El edificio al que nos dirigíamos no tenía nada en especial. Las deterioradas paredes no llamaban la atención de los más acaudalados pero su estado no parecía tan dañado como para atraer a maleantes y alborotadores. Ventanas blancas con persianas blancas; de aluminio supongo. El tejado era difícil de avistar ya que nos separaban unos veinte pisos. Unas macetas con un par de plantas casi marchitadas y una papelera metálica adornaban la entrada. Nunca me habría fijado en este edificio pero ahora que me encontraba frente a él, me daba escalofríos. 

- ¡Vamos! Nos están esperando.

Salimos del coche y nos dirigimos hacia la entrada del edificio donde un extraño portero nos abrió la puerta sin quitarnos el ojo de encima. El ascensor, apartado de pasillo como si quisieran esconderlo de las miradas curiosas, me hizo preguntarme sobre la clase de personas que trabajan aquí.

- El ascensor me parece un poco estrecho.

Era inevitable que mi cuerpo dejara de comportarse con normalidad.

- ¡No tenemos tiempo para tu fobia Vicente!

Eduardo me cogió con fuerza del brazo y me empujó hacia el ascensor.

- Tú tranquilo que no pasa nada.

- Parecemos sardinas enlatadas…

- Es una buena forma de reaccionar. Afrontado tus temores con humor.

La subida hacia el séptimo piso se me hizo infinita pero por fin ya habíamos llegado. Delante de nosotros se extendía un pasillo estrecho y muy iluminado, no me sorprendería que la gente anduviera por aquí con gafas de sol. En cada lado había puertas cerradas y daba la sensación de que nunca habían sido abiertas. Al fondo del pasillo, se encontraba una puerta medio abierta con un detector de metales justo al entrar. Nada más acercarnos, un hombre salió y David se acercó enseñándole su documentación. Tras un vistazo rápido, el hombre asintió con la cabeza y se apartó.

- ¡Vamos! No os detengáis ni toquéis nada.

Seguimos a David hasta el fondo de lo que podría describirse como una recepción; pero muy rudimentaria.

- Esperad aquí un minuto…

Entró en una habitación y nosotros nos quedamos bajo la atenta mirada del hombre de la entrada.

- No os parece demasiado exagerada toda esta vigilancia. Si no me equivoco lo que veo en las paredes son cámaras de seguridad.

Eduardo medio sonrió y Emma se me acercó para hablarme en voz baja.

- Todo lo que ves es normal en sitios como este. Hasta podría decir que los he visto más vigilados y con más controles de seguridad. David debe de tener un pase de muy alto nivel para que no nos registren y nos permitan entrar sin más.

- ¿Cómo? ¿Es que tú ya habías estado en un centro de espionaje?

- Se les llama centros de inteligencia y debido a mi trabajo he estado en alguno que otro parecido. Seguramente Eduardo también haya estado.

- ¿Es eso cierto Eduardo?

- Es raro pero no improbable.

- ¿Eso qué quiere decir?

- ¿Tú qué crees? claro que he estado…

Eduardo no acabo la frase, cuando David regresó a la recepción.

- ¡Seguidme!

Entramos a la habitación contigua y para mi sorpresa estaba vacía.

- No os detengáis. Por aquí…

Pasamos a otra habitación llena de ordenadores, con un par de operarios que apenas levantaban cabeza mientras al lado de sus teclados había varias tazas vacías y envoltorios de hamburguesas. Luego entramos en otra habitación donde en un rincón había un montón de maletas apiladas; tuve la extraña sensación de que estábamos volteando el pasillo que recorrimos antes, habitación tras habitación. Cruzamos otra puerta y nos encontramos en una salita con televisión donde algunos descansaban con los pies apoyados en una mesita de madera y otros desayunaban de mala manera. Lo más curioso de todo era que no había ventanas, sólo puertas y más puertas que conducían de una habitación a otra.

- No te distraigas Vicente.

La voz de David interrumpió mis pensamientos que divagaban junto con mi imaginación. Entramos en lo que parecía la última habitación de esta parte del edificio y justo enfrente de nosotros, había una enorme ventana tapada con dos tupidas cortinas y que a pesar de ello, un hilo de luz natural invadía el lugar. En una esquina, un viejo escritorio golpeado y manchado de tinta, impedía el acceso a la siguiente habitación mientras un pelirrojo con pecas se sentaba tras él. Delante tenía un viejo portátil con una pegatina de la bandera americana en su tapa y que no dejaba de teclear. A nuestra derecha había un sofá y una mesita completamente vacía; ni revistas, ni periódicos.

- Sentaos aquí. En dos minutos vuelvo con vosotros.

Los tres nos sentamos en el sofá mientras David conversaba con el pelirrojo. A pesar de que sólo nos separaban unos pocos metros, ninguno de nosotros era capaz de oír nada de su conversación. David parecía insistir mucho en lo que le estaba diciendo ya que no dejaba de golpear el dedo índice en el escritorio y luego en el hombro. Indignado, el pelirrojo se levantó de su sillón y se marchó a la habitación de al lado mientras nuestro nuevo compañero cogió el portátil y se sentó a nuestro lado.

- Aquí podemos ver el DVD.

- Yo esperaba que usásemos un aparato de alta tecnología y que hiciera un montón de cosas.

- ¿Igual que este portátil?

- ¡No exactamente!

- Me imagino que esperabas un equipo sofisticado que reproduzca medios de video como DVD en alta definición con posibilidad de zoom, congelación de imagen, retroceso de precisión, etc.…

- ¡Eso mismo David!

- Es decir… Igual que este portátil…

Mis compañeros me miraron de una forma extraña. Supongo que el cansancio me impulsaba a actuar de la forma más inoportuna. Cerré la boca, me recliné hacia atrás y espere a que finalmente viéramos lo que había en el DVD.

Y no os perdáis la nueva saga “El juicio de los espejos” la primera parte se titula “Las lágrimas de Dios” Una aventura, con toques de ficción y fantasía, que transcurre en varios lugares de la Tierra, y también nos guía a través de batallas históricas y acontecimientos singulares. Próximamente encontraréis más información sobre ella y las presentaciones en mi página WEB: www.alexandercopperwhite.com

Y no olvidéis de votar si os ha gustado lo que habéis leído… Gracias a tod@s por leer…

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