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Por fin llegamos al aeropuerto. Durante el trayecto, Samuel había conseguido hablar con sus superiores mientras David, con el móvil de Eduardo, había informado a sus contactos en Berlín. Esta vez, la barrera de la entrada, estaba subida y junto a los militares Sirios se encontraban unos hombres trajeados que sin duda los enviaron para que no perdiéramos ni un segundo.
Nos dirigimos rápidamente al avión. El chirrido de los neumáticos al frenar y la turbina del avión que silbaba con fuerza, indicaba que todo el mundo tenía prisa. La tripulación nos esperaba en la puerta, en pista los demás vuelos habían sido paralizados y un hombre con chaleco naranja y dos indicadores luminosos en las manos, señalaba que ya podíamos despegar. Bajamos del coche y nos despedimos de Samuel con un simple gesto de manos. Probablemente en Berlín ya estuvieran vigilando todos los rincones del Reichstag para detectar cualquier movimiento sospechoso pero aún así, debíamos asegurarnos en no dejar ningún cabo suelto.
Faltaban cuatro horas para llegar a nuestro destino y la tensión se respiraba en el ambiente. Aterrizaríamos a primera hora de la tarde, lo que nos dejaba aproximadamente unos tres días de margen para encontrar las bombas aunque después de la explosión en Viena, era muy probable que el tiempo fuera mucho menos del que calculábamos. “Zeus” no se quedaría sin mover ficha tras averiguar que estábamos al acecho. El factor sorpresa aún actuaba a nuestro favor ya que supuestamente, tras el sexto pecado no se dejó ninguna pista indicando donde podría ocurrir el séptimo ni de qué manera se iba a actuar. De todas formas en este momento todo era posible. Sólo podíamos hacer conjeturas y rezar para que no falláramos otra vez.
Eduardo, Emma y yo nos sentamos juntos en el avión mientras David se encontraba en la parte delantera informando por radio. Los mullidos sillones me incomodaban, el botellín de agua fresca se me atragantaba, la precocinada comida, aunque deliciosa me parecía repugnante. La inquietud se apoderó de mí y era incapaz de actuar con normalidad. El cielo azul se extendía hacia lo infinito y sólo las gotas de agua condensándose en la ventanilla entorpecían mi vista de lo divino de la creación.
- Estoy seguro que ahora mismo estáis pensando en la locura que estamos cometiendo. Nos dirigimos a un lugar donde hay un arma nuclear a punto de estallar, sin tener la absoluta certeza de donde será colocada y sin saber si podremos hacer algo al respecto.
- Lo cierto es que no pienso mucho en ello. Hasta el momento no hemos dejado de arriesgar nuestras vidas pero ahora sabemos que quizás podamos salvar a miles de inocentes.
- ¿Y tú qué opinas Eduardo?
- Yo digo que hacemos lo correcto.
- ¿Y qué es lo correcto para ti?
- Intentar salvar vidas. Hacer el bien.
- Claro…
- Alguien tiene que hacerlo. Esos bastardos no alcanzarán su objetivo.
Cogí la pistola que me habían dado y la miré con detenimiento. Nunca antes había sentido la necesidad de tener un arma cerca de mí; ni siquiera era capaz de pensar que en el peor de los casos, un día me veré obligado a usarla.
Y no os perdáis la nueva saga “El juicio de los espejos” la primera parte se titula “Las lágrimas de Dios” Una aventura, con toques de ficción y fantasía, que transcurre en varios lugares de la Tierra, y también nos guía a través de batallas históricas y acontecimientos singulares. Próximamente encontraréis más información sobre ella y las presentaciones en mi página WEB: www.alexandercopperwhite.com
Y no olvidéis de votar si os ha gustado lo que habéis leído… Gracias a tod@s por leer…
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Antigio
Mystery / ThrillerLas atrocidades de nuestros antepasados se convierten en el pretexto perfecto, para la ejecución de una venganza descomunal. La fe de los hombres se tambalea y buscan respuestas, a preguntas erróneas, en su interior. Un despiadado a...