En la salida de la zona de recogida de equipaje del aeropuerto, un policía Francés nos esperaba con un pequeño cartel de color crema que tenía escrito el nombre del inspector Alcaráz. Nos acercamos apresuradamente y una vez estuvimos a su lado, nos indico con la mano que le siguiéramos.
- Hola agente; ¿a dónde vamos?
El policía Francés encogió los hombros como si no entendiera ni una de las palabras que salían de nuestras bocas y repitió el mismo gesto de antes.
- ¡Bueno! Me imagino que nos llevará a la comisaría.
- Me resulta extraño que nos enviaran a alguien que no entiende nuestro idioma aunque por otro lado nuestra llegada debió de ser tanto inesperada como indeseable para ellos; ¿No te parece?
- Vicente, no olvides que somos portadores de malas noticias. Si alguien viniera a mi ciudad y me dijera que se va a cometer un espantoso crimen, yo tampoco estaría muy alegre.
- ¡Puede ser! Tengamos paciencia e intentemos averiguar todo lo que podamos sin llamar mucho la atención y sin estorbar a nuestros anfitriones.
- ¡Un policía español y un cura! Creo que será imposible pasar desapercibidos.
El agente nos llevó al centro de la ciudad donde aparcó frente a un edificio que en un principio, parecía ser el cuartel de policía. Se bajó y nos invitó que pasáramos sin pronunciar ni una palabra igual que en el aeropuerto. Tras sortear unos pocos escritorios esparcidos tras un mostrador de madera, nos llevó a un despacho que en la puerta ponía « Capitaine ». No era muy dado al francés pero resultaba evidente que significaba capitán en nuestro idioma. Dos grandes ventanas con sus persianas de rejilla abiertas, tras un hombre de unos sesenta años, permitían a la luz del día cumplir con su propósito. Regordete y con la cabeza rapada para ocultar su avanzada calvicie, ojeaba unos documentos sin ni siquiera mirarnos. Sin duda intentaba aparentar sereno e impasible tras su encorvada pose. Mientras se escudaba tras la indiferencia, nos hizo un gesto para que nos sentáramos, dejó a un lado los papeles que ojeaba y en español pero con un fuerte acento francés se dirigió a nosotros.
- Bienvenidos a Francia. ¿A qué se debe su visita?
Eduardo sin decir nada, abrió su maleta, sacó las dos carpetas del caso que las había juntado con una goma elástica y las dejó delante de él. El capitán le observaba con las cejas arqueadas y la frente fruncida sin siquiera parpadear. Únicamente cambió de expresión tras abrir la primera carpeta.
- Le resumiré el motivo de nuestra visita. Como puede comprobar tenemos a dos víctimas. La primera la hallamos en España, la segunda en Portugal y gracias a una pista que hemos descifrado, creemos que el siguiente asesinato se cometerá en su ciudad.
- Se ne pa posible… ¿Estáis seguros de lo que decís? La oficina de Paris no mencionó nada sobre la gravedad del asunto.
Eduardo se acercó para mostrarle los detalles que nos condujeron a esa conclusión. Abrió la segunda carpeta, sacó las fotos y se las entregó mientras le enumeraba los hechos. Yo simplemente me recliné hacia atrás, sin dejar de mirar unos dibujos infantiles que había colgados en una pizarra de corcho con unas chinchetas de colores.
- Entendemos que nuestra conclusión pueda parecer precipitada pero…
- ¿Precipitada? Usted sólo me habla de conjeturas, Monsieur. No puedo alarmar la ciudad entera por una suposición. Lo que me insinuáis es inadmisible.
- Inadmisible sería que tuviéramos razón y que no hiciéramos nada al respecto.
- ¿Y cuando creéis que sucederá?
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Antigio
Mystery / ThrillerLas atrocidades de nuestros antepasados se convierten en el pretexto perfecto, para la ejecución de una venganza descomunal. La fe de los hombres se tambalea y buscan respuestas, a preguntas erróneas, en su interior. Un despiadado a...