Antigio - Capítulo XXVIII (28)

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XXVIII

- Despierta Vicente. Ya hemos llegado.

Mi reloj marcaba casi las doce de la noche, lo que significaba que aquí sería alrededor de la una.

- Recoger vuestras cosas. El de la embajada ya nos está esperando.

Bajamos del avión y frente a nosotros había un coche negro muy grande.

- Os presento a Samuel de la embajada Americana. Nos acompañará a nuestro destino de inmediato y cuando acabemos nos traerá de vuelta al aeropuerto para marcharnos.

El hombre se giró y con una sonrisa forzada asintió con la cabeza. De inmediato, arrancó el coche y se dirigió apresuradamente hacia la salida del aeropuerto. Nos detuvimos frente a una barrera donde unos soldados nos hacían señales mientras se acercaban al coche.

- No digáis ni una palabra y tú Vicente quítate la venda de la cabeza.

Menos mal que la herida no era muy grave y que en el avión me había cambiado de ropa aunque, a pesar de ello, mí descuidado aspecto podía llamar la atención. Samuel se bajó del coche y se dirigió hacia ellos con varios papeles en la mano. Los soldados echaron un vistazo a los papeles y dirigieron su mirada hacia el coche buscando cualquier detalle sospechoso. Sin muchas demoras, nuestro conductor regresó al coche y pasados unos segundos veíamos como nos levantaban la barrera de la salida para seguir nuestro camino.

- Poneos cómodos, tardaremos tres horas en llegar a nuestro destino.

Las luces de la ciudad de Damasco parpadeaban en el horizonte. El intenso tráfico de la salida del aeropuerto lentamente se transformaba en un ininterrumpido trayecto donde apenas nos cruzábamos con otros coches. Al lado de Samuel se sentaba David mientras en parte trasera Eduardo, Emma y yo nos acomodábamos para soportar otro largo trayecto.

- ¿Crees que todo irá bien?

- Sé que todo irá bien.

Ella se acurrucó en mi pecho y cerró los ojos. Mi dulce Emma; ojala nos hubiéramos conocido en otras circunstancias. El perfume de su cuello perforaba mis fosas nasales causándome un inimaginable placer. El roce de su piel con la mía al moverse, me ponía los pelos de punta y de vez en cuando tenía que reprimir mis ganas de suspirar. Las dudas desaparecieron y por fin me sinceré conmigo mismo. Estaba enamorado de Emma y no volvería a vestir la sotana nunca más. Eduardo, que me miraba de reojo, sonrió cariñosamente y se recostó en su asiento.

La animadversión que sentía hacia las masacres de “Zeus” entraba en conflicto con el amor que experimentaba por Emma. El futuro que me había labrado como sacerdote se había esfumado y en su lugar una apacible incertidumbre alimentaba mis pensamientos. El camino recorrido durante los últimos días me había desvelado un nuevo mundo lleno de posibilidades pero que a su vez, era mancillado por los horribles actos de unos pocos.

El ruido de los limpiaparabrisas deslizándose para limpiar el polvo que se acumulaba, actuaba como una monótona canción que acariciaba mis parpados. De vez en cuando las luces de un coche que se cruzaba con nosotros me hacían temblequear la cabeza del sobresalto pero enseguida me calmaba tras sentir el latido del corazón de Emma. El suave contoneo me ayudaba a olvidar que, una suma de acontecimientos, nos había arrastrado a todos al otro extremo del mundo para enfrentarnos cara a cara con la muerte.

Y no os perdáis la nueva saga “El juicio de los espejos” la primera parte se titula “Las lágrimas de Dios” Una aventura, con toques de ficción y fantasía, que transcurre en varios lugares de la Tierra, y también nos guía a través de batallas históricas y acontecimientos singulares. Próximamente encontraréis más información sobre ella y las presentaciones en mi página WEB: www.alexandercopperwhite.com

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