Antigio - Capítulo XXXI (31)

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XXXI

Aterrizamos en un hangar alejado de los edificios principales. Dos BMW de color negro nos esperaban junto con sus conductores y dos personas más. Se acercaron a nosotros en la escalera del avión y nos guiaron hacia los coches sin darnos tiempo a coger nuestras cosas. David, se montó en el primero donde había otra persona en la parte trasera esperándole mientras Eduardo, Emma y yo nos subimos en el otro. El hecho de separarnos no me agradó demasiado pero era de suponer que alguien tenía que explicar lo que estaba ocurriendo. Nuestro conductor siguió el primer coche hasta la barrera donde después de cruzarla tomamos caminos opuestos.

- ¡Oiga! Hemos venido juntos y no entendemos por qué nos separamos.

El hombre que iba de copiloto se giró, se quitó unas gafas de sol negras que llevaba puestas y con un acento fuerte hispano alemán se presentó.

- Soy el agente Frank Linzberger y tengo órdenes de resumiros la situación en la que nos encontramos en este momento. También debo informaros de lo importante que es actuar con discreción para no provocar el pánico.

- Perdone la interrupción agente, a estas alturas creía que ya estarían evacuando la ciudad.

-¿¡Usted no es policía!? 

- No. ¿Tan obvio es?

- Yo no estoy aquí para discutir las órdenes de mis superiores. Simplemente le informo que una evacuación masiva de la ciudad por un posible ataque terrorista es inviable. En primer lugar la amenaza no ha sido confirmada y en segundo, si procediéramos a alertar a los ciudadanos, los terroristas enseguida se darían cuenta y sin duda activarían el dispositivo nuclear de inmediato, anulando cualquier posibilidad de huida o intervención.

- Comprendo la situación pero…

- Como ya dije, no cuestiono las órdenes de mis superiores.

El agente Frank era serio, conciso y directo. Su pulcra apariencia amedrentaba cualquier intento de acercamiento amistoso. Podría considerarse como el perfecto estereotipo alemán. Pelo rubio, liso y bien peinado. El nudo de la corbata perfecto, el cuello de su chaqueta perfecto y si llegara a mirarle los zapatos seguro que estarían perfectos. No sonreía ni gesticulaba con las manos; sólo hablaba o mejor dicho… informaba.  

- Según los últimos informes y tras registrar el Reichstag repetidas veces, no se ha encontrado ningún artefacto explosivo.

Eduardo quiso sacar su bolígrafo pero se detuvo.

- Supongo que hay personal suficiente trabajando en el caso.

- No todo el que nos gustaría pero debería ser suficiente.

- Eso no ha sonado muy bien.

- Todos los guardias asignados al edificio han sido alertados. Miembros de la policía secreta y de la inteligencia alemana no paran de rastrear el lugar. Un helicóptero sobrevuela la zona cada quince minutos. Hemos introducido perros rastreadores por las puertas traseras para que olfateen el edificio. Hasta escaneamos el área indicada con uno de nuestros satélites. Les aseguro que si existe esa bomba de la que hablan la encontraremos.

Unos minutos más tarde nos encontrábamos frente al Reichstag. A primera vista nadie podría sospechar que algo malo sucedería pronto. La gente paseaba tranquilamente por el parque, los turistas sacaban fotos y los niños correteaban alrededor de sus padres. En general, aparte de las pocas nubes que de vez en cuando ocultaban al sol, se podía decir que era un día perfecto.

Mis compañeros veían lo mismo que yo. La sensación de peligro desaparecía y su lugar lo ocupaba un sentir de paz y tranquilidad. Eduardo, sacó su bolígrafo y se me acercó con cautela.

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