11· "Dirigía su vista a cada uno de nosotros"

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La cuestión era, naturalmente, muy extraña. Me encontraba en medio del campo metido en una casa abandonada, durante una silenciosa noche con mi amigo Aquelo. Unas horas antes estaba cómodamente recostado en el espacioso living de mi casa, mirando como siempre durante aquellas vacaciones el pasar de las nubes sobre el pueblo.

Cada vez que rememoro esta historia trato de recordar infructuosamente algo en mi vida más extraño que esto, pero aparece en mi auxilio. Puede que la sugestión de cuando éramos jóvenes haya jugado una mala pasada aquella noche. Trataré de ser fiel a mis recuerdos al contar lo siguiente con la mayor claridad posible:

Puesto el sol, mientras mirábamos los refucilos de una gran tormenta en el horizonte, permanecimos en silencio por un momento. Fue en ese instante que vimos algo en la puerta del tapial que nos paralizó el corazón. Ante la cerrazón de la noche con cada refucilo apreciábamos la figura de una liebre sentada que nos observaba notablemente exaltada. Nos pareció que nos observaba fijamente, con un dejo de misterio; y ante cada destello de luz, parecía que dirigía su vista a cada uno de nosotros; primero a Aquelo, y asintió con su cabeza; luego me tocó a mí. Asistió. Nos siguió observando detenidamente, inclinando su cabeza de tal manera que nos miraba con un solo ojo, hasta que en un suspiro salió corriendo a toda velocidad y la perdimos de vista.


Inmersos en un silencio apabullante producto de nuestra adrenalina filtrando estímulos, sentimos gotas de lluvia caer que terminaron con nuestro padecer, seguido de los ruidos de la tormenta que poco a poco comenzábamos a oír con más fuerza, luego...

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Inmersos en un silencio apabullante producto de nuestra adrenalina filtrando estímulos, sentimos gotas de lluvia caer que terminaron con nuestro padecer, seguido de los ruidos de la tormenta que poco a poco comenzábamos a oír con más fuerza, luego del aturdimiento del miedo. Poco a poco recuperábamos la respiración.

—Juancito, tenemos la señal; ahora hay que marchar —dijo Aquelo con determinación.

De seguro que se trataba de la señal.

AQUELO y el Edén de la JuventudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora