El derrumbe

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Todo empezó un día de primavera hace dos años, mi madre se desmayo en la calle, camino a su trabajo y desde entonces nada fue normal, todo se desmorono, la estabilidad solo aparecía en mis sueños de vez en cuando.
El cáncer la consume lentamente y yo la veo cada día morirse un poquito más, cada día que pasaba ella dejaba morir una parte de su ser, de su escencia y junto con eso algo en mi moría también.

El invierno había llegado al fin con el maravilloso viento silbando sobre los techos de las casas y sus temperaturas heladas que chocando con el calor empañaban los vidrios de la blanca habitación de hospital.
Había algo tan rutinariamente odioso en cada gota que caía desde el suero hacia los pequeños y esqueléticos brazos de mi madre, su respiración era tan débil que me partía el corazón con cada inhalación, en ocasiones intento tener la positividad que ella tiene y creer que el cielo existe, que ella se marchara a un lugar mejor pero aunque lo intente no puedo, sufro, en el silencio.

Hace tres días mi madre tubo una recaída "inesperada" y los médicos me dieron la noticia que ningún hijo/a esta preparada para escuchar en su vida a pesar de que obviamente ya tenía noción de las pocas esperanzas qur debía guardar, mi madre se moría y ya no había nada que hacer, no podíamos volver a casa. En cualquier momento ella se podía ir y a pesar de que no había sido la madre ejemplar no soportaba la idea de no tenerla conmigo.

No se como soportar esto sola, hace una semana que no he vuelto a mi casa por miedo, miedo de que mi madre se vaya en el corto tiempo que yo no estoy junto a ella, aunque se que seria más doloroso verla partir en frente de mi.

El tiempo pasa lenta y dolorosamente. Ya observe cada rincón de la habitación miles de veces y se de memoria los pequeños espacios de la pared donde la pintura se desgasto, conté cada una de las manchas que hay en el suelo, también se el nombre de casi todas las enfermeras, esto es una agonía sin final, todo el tiempo.

- ¿Alice?- dijo con dificultad mi madre despertándose de su quinta siesta del día, las dosis de morfina necesitaban ser cada vez un poco mas altas.

- ¿Si?-

- Quiero.. que me compres dulces-

-¿ Dulces?-

- Si, acaso no puedo pedirte dulces- dijo asquerosamente.

- No es eso, solo me sorprendió. ¿de que sabores quieres?-

- cualquier sabor, da igual- dijo y tomo el libro que había dejado de leer hace una hora porque justamente se había quedado dormida en medio de la lectura.

Si, mi madre no es precisamente una mujer dulce y adorable que me cocinaba galletas cuando volvía de la escuela pero ¿ quién soy yo para juzgarla? la vida la hizo así, los golpes y caídas que tubo que soportar sin quejarse para darnos lo mejor a mi y a mi hermana me hacen admirarla demasiado y sé cuanto me ama a pesar de su frialdad.

Tarde unos quince minutos en comprar los dulces ya que había una mujer con su hija que no decidía que quería comer, la niña parecia ser la tipica hija única, mimada y adorada.

En conclusión cuando volví mi madre estaba dormida... otra vez. Retire suavemente el libro de sus manos, estaban tan pequeñas y frágiles que daba miedo romperlas. me quede observándola unos segundos más, intentando comprender (en vano) las cosas de esta vida que no tienen solución cuando la voz de la joven enfermera que cambiaba el suero de mi madre todos los días me bajo de vuelta a la tierra

- Disculpa ¿que?- dije mirando a la bella pelirroja

- ¿Porque no vas a tomar un poco de aire? estas todo el día encerrada-

- Quizás mas tarde- dije intentando no ser grosera pero me es inevitable repeler a la gente que intenta ser amable conmigo ,aunque este mal.

- Te va a hacer mal estar todo el día sin algo de aire- dijo con es voz tímida, su cara redonda y blancuzca irradiaba bondad. 

Venus y NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora