A la mañana siguiente me hago un chocolate caliente y empiezo a ver vídeos en Youtube desde mi teléfono. Esto sí que es diversión, y no lo de ayer. Vibra el teléfono y veo que han metido nuevos contactos en nuestro grupo de WhatsApp. Supongo que serán los de ayer. Uno de ellos me habla por privado, verás como sea Cristian...
- ¡Buenos días, Isabela! ¿Qué tal la resaca?
- ¿Quién eres? - respondo.
- Pues Cristian.
Pongo los ojos en blanco. Que chico más pesadito.
- ¿Y qué haces hablándome?
- No quiero caerte mal.
¿Después de lo de ayer? ¿Hola?
- UF.
- ¿Qué he dicho?
- No soporto a la gente que va de simpática y amable después de haber sido un gilipollas. No parece que te comportes natural. Es muy falso por tu parte.
- ¿Y cómo quieres que me comporte?
- Natural. Oye que no me hables, que es que no quiero ser tu amiga.
- ¿Por?
- Pues porque no, no sé.
- ¿Quieres ir hoy a comer a algún sitio y hablamos y arreglamos las cosas?
- ¿Qué no entiendes de que no quiero saber nada de ti?
- No seas inmadura, las cosas se arreglan hablando. Te impresionaré, lo juro.
- No me apetece.
- ¡Venga ya!
¿Qué le digo? Puede que de verdad me esté comportando como una inmadura.
- Pero, ¿de qué quieres hablar?
- Conocernos un poco.
Estoy dudando. Sé que me arrepentiré de lo que voy a hacer... O no.
- Pf... Bueno, vale. Pero me recoges en la puerta de mi casa.
- ¿Dónde vives?
- Dos calles detrás del instituto.
- Ah... ¿y dónde está tu instituto?
- Chico, justo en frente de las fiestas.
- Ah, vale vale, jaja. ¿A las dos te viene bien?
- Sí.
- Pues cuando esté en la calle pito y sales, ¿vale?
- ¿Cómo que pitas?
- Es que voy en moto, que vives muy lejos.
- ¿Cómo? Yo no me subo.
- ¿Por qué?
- A que me mates. Tu te flipas.
- Pero que dices, que tengo el carnet.
- Me da igual, no me fio de ti un pelo.
- Bueno, pues a las dos nos vemos, hasta entonces.
«Qué más da, no tienes nada mejor que hacer» pienso.